No es la primera vez que en nuestro país se ha suspendido la celebración de unas elecciones. Se produjo dos veces en el 1878, como consecuencia de una situación muy singular, que fue el asesinato de uno de los dos principales candidatos a la presidencia de la República. La víctima fue el general Manuel Altagracia Cáceres (Memé), acaecida a comienzos de septiembre. Se rumoró que éste fue liquidado por su rival en la contienda, el también general Cesáreo Guillermo, en asociación con el general Ulises Heureaux.

Aquel crimen se produjo en el marco de una aguda crisis política, que hizo del año 1878 uno de los más violentos e inestables que ha tenido nuestro país. Esta crisis se acrecentó y obligó a posponer las elecciones para mediado del mes de octubre, pero no fue posible celebrarlas en la nueva fecha pautada, porque en Azua se produjo un levantamiento revolucionario, que Guillermo se vio precisado a combatir. Entonces se difirieron para el mes de diciembre, celebrándose finalmente en los últimos tres días del año. El supuesto magnicida no declinó sus aspiraciones, tras derrotar a los revolucionarios azuanos; ganó sin inconvenientes las elecciones, contando con el apoyo del partido azul. El 27 de febrero de 1879 se juramentó como presidente constitucional.

El 1878 fue un año de transición política en el país. A inicios de marzo Buenaventura Báez fue sacado de la competencia política. Por cerca de 35 años éste había sido una figura primordial del poder político de la nación, siendo presidente de la república en distintas oportunidades. También otro expulsado, aquel año, de la lucha presidencial, fue el general Ignacio María González. Aunque éste tuvo una historia política fugaz, fue tal vez la más agitada que ha tenido un jefe de estado nacional. A pesar de que duró apenas cinco años en la contienda por la presidencia, nunca ningún mandatario dominicano ha igualado la cantidad de gobierno que él encabezó. Entró a gobernar el país por primera vez en 1873. Fue el líder del partido verde, que nació y murió con él, y aunque en 1878 se eclipsó de la presidencia, por su resiliencia política, se mantuvo activo en otros cargos administrativos hasta inicios del siglo XX. Por otro lado, el 1878 fue un año de afianzamiento del partido azul en el poder político dominicano.

Aquel histórico año se inició con Buenaventura Báez en la presidencia de la Republica, quien tuvo en 1877 un insólito acercamiento con los azules, para lograr su victoria política. Dos revoluciones diferentes le pusieron fin a su gobierno. Una en la región del Cibao, dirigida por partidarios de Ignacio María González. La otra tenía su escenario en las regiones sur y este. Seguidores del partido azul encabezaron este movimiento.

El 24 de febrero el presidente Báez perdió el mando. Amparado en los términos de un convenio celebrado con los revolucionarios del partido azul, Báez dejó el poder en mano de un Consejo de Secretarios de Estado, dirigido por los generales José María Cabral y Joaquín Montolío.

Por su parte, los revolucionarios del Cibao constituyeron en Santiago el Gobierno Provisional del Movimiento Nacional, encabezado por el general Ignacio María González. También los azules terminaron conformando otro gobierno en sustitución del Consejo de Secretarios de Estado. Con su asiento en Santo Domingo, éste se denominó Gobierno Central. Su presidencia fue ostentada por el general Cesáreo Guillermo.

Por un par de meses se realizaron negociaciones para que ambos gobiernos paralelos se fundieran. Finalmente, el 3 de mayo los dirigentes cibaeños accedieron a convertir su gobierno en una delegación de el de Santo Domingo. A cambio ambas partes se comprometieron a realizar elecciones generales que no tardaron en efectuarse. Estas tuvieron efecto entre del 24 al 26 de mayo.

Los principales contendores en estos comicios fueron Los generales Cesáreo Guillermo e Ignacio María González. También tuvo cierta relevancia la participación del general Gregorio Luperón. 

Ignacio María González ganó los comicios. El 6 de julio tomó posesión de la presidencia de la República. Pero tan pronto se juramentó se vio en la obligación de enfrentar una revolución contra su gobierno. En efecto, el 3 de agosto Gregorio Luperón se alzó en Puerto Plata. Éste, que había tenido un importante papel en la elección de González, se rebeló indignado por la exclusión de sus correligionarios en el nuevo gobierno.

Los insurrectos instalaron en Puerto Plata un Consejo Provisional de Gobierno. La presidencia recayó en Alfredo Deetjen. Días después se constituyó en Santiago otro gobierno al que se adhirió el de Puerto Plata. Este fue denominado Gobierno Provisional de la Unión Dominicana. Como el de Puerto Plata, lo presidió Alfredo Deetjen.

A la vez que se produjeron todos estos sucesos en el Cibao, en la región del este el general Cesáreo Guillermo se alzó en armas, secundando a Luperón.

Unificadas las fuerzas revolucionarias del Cibao y las del este, a las órdenes de los generales Ulises Heureaux y Cesáreo Guillermo, se lanzaron a cercar al presidente González y a sus seguidores, acantonados en Santo Domingo. El 2 de septiembre capitularon los asediados. A renglón seguido, Heureaux y Guillermo constituyeron un nuevo gobierno que denominaron Jefes Superiores de Operaciones del Movimiento Unánime Popular. Investidos de todos los poderes y apelando a la constitución vigente, nombraron presidente de la república al magistrado Jacinto de Castro. Este fungía como el jefe de la Suprema Corte de Justicia. Su juramentación como presidente provisional se registró el 5 de septiembre. El siguiente día 13 el gobierno de Santiago fue disuelto.

El crimen de Memé Cáceres forzó la renuncia a la presidencia de Jacinto de Castro. Cáceres había sido asesinado el 27 de septiembre y cuarenta y ocho horas después del magnicidio renunció de Castro.

El día 30 el Consejo de Secretarios de Estado pasó a dirigir la nación. El general Cesáreo Guillermo, en su calidad de ministro de lo interior y encargado de los ramos de marina y guerra quedó erigido en el presidente de la república. Y fue en esa condición que se fue a Azua a combatir la revolución originada por la muerte de Cáceres.

Fue así como se produjo la coyuntura de las elecciones suspendidas de 1878.

En definitiva, el desmoronamiento de dos figuras señeras políticas nacionales del siglo XIX desencadenó una crisis tumultuosa de revoluciones, formación de gobiernos interinos y elecciones y la doble suspensión de éstas últimas. El resultado de aquel colapso fue la recomposición del cuadro político nacional, convirtiéndose el ya dilatado partido azul en el único que gobernó el país durante los últimos 21 años del siglo XIX. Pero antes de lograr esa preeminencia, realizó las más extrañas alianzas, traicionándolas una tras otra, hasta subordinar a sus designios a los seguidores de los caudillos que contribuyó a destronar.