No es secreto para nadie que en estos momentos en el país estamos viviendo uno de los momentos más críticos en lo que respecta a la lucha contra el COVID-19. La positividad diaria está rondando el 30%, la ocupación hospitalaria, por igual, ha aumentado de forma significativa, tanto en centros públicos como privados. Prestigiosos médicos de nuestro país han declarado que conseguir una cama para internar a un paciente en un centro de salud se ha convertido en prácticamente una odisea. En palabras del cardiólogo Carlos García Lithgow, “nunca había estado tan mal la situación”.
Producto de lo anterior, las medidas del gobierno para el control del virus han sido reforzadas. Entre el 1ro y el 10 de enero alcanzaron su máximo nivel de restricción al libre tránsito, puesto que todos teníamos estar en nuestras casas los fines de semana desde las 12:00 del mediodía hasta las 5:00 de la mañana del día siguiente. Así como, otras medidas restrictivas que nos afectan tanto a nivel físico, como emocional, y por supuesto, a nivel económico. Es innegable que el gobierno requiere un esfuerzo y sacrificio adicional de parte de la población para poder evitar el caos y una tragedia aun mayor. Justo en este momento, que empezamos a ver una luz al final del túnel con las diferentes vacunas que existen en el mercado, es necesario empujar un poco más. La meta está mucho más cerca que cuando comenzamos.
Ahora bien, este empujón debe exigírsele a toda la población. Lo que más indignación está causando en la sociedad recientemente es la forma diferenciada en que nuestras autoridades exigen el cumplimiento de las medidas para la prevención del coronavirus. En otras palabras, no es tratada de la misma forma y no se le exige el cumplimiento de las mismas normas a la persona que se encuentra en una casa de esparcimiento con su familia en Bonao, que aquel que está en las mismas condiciones, pero, en el área de Punta Cana, La Romana o Las Terrenas. Aparentemente, para nuestras autoridades el contagio del virus lo determina el nivel social de las personas que se encuentran en una localidad, o, en su defecto, el peso especifico que tiene para el turismo esa zona del país en específica.
Con esto no quiero decir que a aquellos que se encuentra en un centro vacacional en Bonao, Valverde o Azua no se les exija el cumplimiento de las normas, lo que quiero es hacer énfasis que esas normas debemos acatarlas y cumplirlas todos, sin importar la clase social o el lugar del país en donde nos encontremos. Al final del día, este virus no va a discriminar por el lugar en donde se encuentre una persona y mucho menos por el nivel adquisitivo de esta.
Por igual, quisiera hacer referirme a la manera en como últimamente se han estado manejando nuestras autoridades para exigir el cumplimiento de las normas. Soy consciente de que como se dice en buen dominicano, deben estar hartos. Han sido meses de mucha tensión y estrés, en los cuales han arriesgado no solo sus vidas, sino también las de sus familias. Sin embargo, nunca habrá justificación para caer en un abuso de la autoridad. Nuestros agentes del orden deben entender que la norma obligatoria no debe ser meter a una gente presa porque así ellos lo entienden. Incluso si nos apegamos estrictamente al principio de legalidad, no tienen mucho asidero jurídico muchas de las detenciones que se realizan. Por igual, cada vez que una de estas personas es detenida e ingresada en una de las celdas de los destacamentos policiales donde no existe condición alguna para prevenir el contagio del COVID-19, se coloca en riesgo no solo al detenido, sino también a todos sus familiares, y, finalmente, al sistema sanitario de nuestro país. Mantener el orden en las actuales circunstancias no es una tarea fácil, no obstante, es importante que nuestras autoridades mantengan la ecuanimidad, el sosiego y sobre todo que no se aparten del cumplimiento de las leyes.
Finalmente, invitarlos a todos a que cojamos un último impulso, tomemos fuerzas para asumir los sacrificios que nos corresponden. Es la única manera que como país podremos llegar a puerto seguro. No pierdan de vista que el final cada vez está más cerca, pero, en gran medida depende de nosotros que ese final no se convierta en una pesadilla. Cuando sientan desesperación recuerden aquel refrán que dice, “nunca es más negra la noche que cuando va a amanecer”.