Se piensa que empresario equivale a truchimán. No es así: abundan hombres de negocios intachables, cuyo trabajo, talento y visión comercial les conducen al éxito. Sin embargo, para unos cuantos acumular riquezas se convierte en la única razón de ser, y sienten que en cada proyecto se juegan la propia existencia. Uno de estos triunfantes empecinados podría ser Juan José Hidalgo, emprendedor cuya fama le precedía antes de invertir en nuestras playas. En la Península Ibérica es conocido por sus grandes logros comerciales, y porque nunca se detiene ante nada ni nadie.
Desde una pobreza de hambre y frío, laborioso, sagaz e infatigable, llega a poseer numerosas empresas y acumula una envidiable fortuna. Tal es su arrojo, que no se lo pensó dos veces para retar la línea bandera española, Iberia, comprándose una flotilla de aviones, “Air Europa”, que hoy viaja por medio mundo. Y aunque en aquella ocasión no consiguió la totalidad de sus objetivos, el enfrentamiento terminó con un cheque de mil millones de euros en su bolsillo. Desde entonces, en su tierra le llaman con respeto “Pepe Aviones”.
Hábil y persistente, cuando dice por ahí voy, por ahí se mete. No se detiene fácilmente; muerde y no suelta. César Urrutia, columnista del periódico “El Mundo”, lo describe de la siguiente manera: “… le gusta el juego y le gusta ganar, sea al tute, al póker o al golf…. Capaz de lanzar un gran farol y de hacerse pasar al mismo tiempo por inexperto; de jugar al límite de las reglas para ganar y simultáneamente denunciar “las manos negras” que le impiden prosperar…” O sea, que cuando se obsesiona con una meta, arremete como un toro hasta conseguirla.
Un empresario de ese temperamento y talante es un rival formidable, y, cuando se conoce al dedillo los vericuetos de la corrupción oficial, es difícil vencerle. Sabe jugar con las debilidades del Estado y sus representantes; así lo demuestra la historia del complejo hotelero que intenta instalar en el Parque Nacional del Este. Un sueño que lleva dos décadas persiguiendo.
El triunfante hotelero sabe de los vicios de nuestros políticos y de la fragilidad de nuestras instituciones; y hasta puede que se haya servido de ellos a juzgar por lo que exhibe: un decreto presidencial del 2004, una ley cocinada por senadores y diputados dejando fuera del área vedada su propiedad. Y, todavía calentito, un documento del ministro de Medio Ambiente dándole luz verde para construir en aquellas costas. Son documentos auténticos. Sin embargo, la comunidad y los ecologistas los cuestionan, elevan el grito al cielo. Quieren pararlo en seco. El gobierno se asusta e intenta salvar cara: detiene la construcción y ordena una comisión investigadora. Pero, ¡oh sorpresa!, en esa comisión se encuentra el mismísimo Ministro de Medio ambiente que extendió el ultimo permiso. (Creo que esos absurdos nuestros le acomodan al señor Hidalgo.)
En ese criollísimo entuerto – confuso y mal oliente como otros tantos – no han perdido la cabeza ni don José ni los ecologistas. Lo tienen claro: para el primero todo es legal, y para los segundos ilegal (a lo Bahía de las Águilas). Esto es un mano a mano que apenas comienza.
Para mí, el ganador de esa contienda pudiera ser el indetenible “Pepe Aviones”. Tiene muchas inversiones en la playa, relaciones en las alturas y, además, sabe ejercer de truchimán cuando es necesario. No titubea. Sabe ser generoso con quienes le dan la mano.” Le gusta el juego y le gusta ganar…”
A los ecologistas, colectivos, organizaciones internacionales, y a todo aquel dispuesto a enfrentarse con el proyecto turístico del Parque del Este, que se preparen para una batalla larga, donde sólo una intensa y masiva presión popular derrotaría al magnífico empresario español que siempre lleva consigo la llave del éxito.