Emprender un proyecto es un desafío que a la vez se convierte en el propósito y sentido de quienes logran materializar una idea que responde a una necesidad social, de manera tal que el emprender se configura como el medio a través del cual el campeador moderno se ennoblece y enaltece aportando valor a la sociedad en la que se encuentra inserto. Un desafío de tal magnitud implica un riesgo inaplazable que solo una persona audaz, de voluntad enérgica e iluso puede asumir, razón por la que un emprendedor suscita una admiración e incomprensión que se amalgama con su accionar y que al espectador inspira y motiva al punto de tomarle como un ejemplo digno de imitar, de la acera contraria nunca faltará el que con su resentimiento recele su voluntad de ser y hacer, pero esto también forma parte del menú, ya que si fuera una hazaña de fácil empresa, hubiera una cola enorme en la fábrica de las ideas y los negocios.

A pesar de todas las dificultades estructurales y formales que se les presentan a las nuevas generaciones en Latinoamérica, es la segunda región del mundo en cantidad de emprendimientos manejados por jóvenes, en un 19%,  pero las condiciones de informalidad, no terminar los estudios a tiempo y los impedimentos en términos de reformas relacionadas a la apertura de empresa y la legislación laboral, se presentan como los obstáculos principales para crear empleo, esto habla mucho de nuestro tesón y arrojo para abrirnos camino ante el desafío social más difícil y extenuante que podamos emprender y que desafortunadamente podría incluso costarnos la vida en el proceso, en una región donde impera la inseguridad ciudadana y jurídica, el incumplimiento de los contratos y una desigualdad estructural, cuyo costo recae sobre la clase media.

El Doing Business es el ranking del Banco Mundial que clasifica las economías por su facilidad para hacer negocios, la posición cercana a 1 significa que las regulaciones en el ámbito de negocios, facilita la apertura de empresas locales y sus actividades, y 190 la posición más lejana en cuanto a facilidad y desenvolvimiento de las actividades empresariales. Algunos puntos que nos podrán aclarar y ubicar en tiempo y espacio, por lo menos en lo que respecta a la República Dominicana, son: resolución de insolvencia (124), comercio transfronterizo (66), cumplimiento de contratos (133), pago de impuestos (150), obtención de crédito (119), protección de inversionistas minoritarios (143), obtención de electricidad (116), registro de propiedades (74), manejo de permisos de construcción (80), apertura de un negocio (112), facilidad de hacer negocios (115) y comparación filtrada en promedio con el resto de países (115), deja claro que nos la han puesto en la China para crear riquezas, por lo que el bajo crecimiento y el estancamiento es crónica de una muerte anunciada, en 2020  Latinoamérica promedió en crecimiento real únicamente de un 1,4%, por debajo de la media global que es 3,3%, lo que ha provocado un descenso en el poder adquisitivo de las personas.

Este es el único panorama posible en un mercado limitado, que se aísla deliberadamente y apto solo para pejes gordos, los monopolistas, quienes se mantienen en el mercado gracias al amplio poder político que concentran y no por su competitividad, como establece el informe regional de Desarrollo Humano del PNUD 2021, estos no escatiman esfuerzos para desarticular e impedir la competencia de forma desleal, interviniendo las reglas del juego del mercado en alianza con los privilegiados del sistema político, no es tarea fácil nadar entre pejes gordos, por lo que algunos asumen el riesgo ya que consideran que es peor morir sin intentarlo que morir en el intento.

Entre todos los riesgos desacertados que decide asumir el empresario criollo con tal de sobrevivir en este mercado hostil intervenido por el Dios Estado, es como proveedor del mismo Estado, aquí como decía José I. García Hamilton: “el empresario se convierte más en cortesano que productivo, el industrial más atento a las variaciones gubernativas que influyen en las concesiones que a la evolución de precios en bolsas y mercados, es el heredero directo del comerciante colonial, que debía prestarse al besa-manos del virrey para vender pimienta o juegos de naipes”, lo que indefectiblemente le estanca e incluso conduce a la quiebra tras la llegada de la oposición al poder.

América Latina arriba una vez más a la peor etapa de crecimiento desde la década de 1980 y que se conoce en la literatura como la década perdida de ALC (1980-1990). Durante este tiempo la deuda contraída se tornó insostenible, el nivel de actividad productiva se desplomó, y los sueldos reales se contrajeron a causa de los procesos inflacionarios generalizados. Todo esto desembocó en un estancamiento sin precedentes del poder adquisitivo por habitantes y en un retroceso de los indicadores económicos y sociales.

Esta fuerte inestabilidad propició también la iniciativa de una serie de reformas para sentar las bases de un crecimiento económico sostenible, que apuntaba a reducir el gasto de gobierno para consolidar las finanzas públicas, facilitar el retorno de capitales e iniciar un proceso de apertura comercial que impulsara la inserción de la región en la economía internacional, pero los avances fueron insuficientes en un contexto global que continuamente experimenta profundas transformaciones, el gasto público sigue aumentando desproporcionadamente y en la actualidad la desigualdad estructural se ha profundizado, creando una combinación letal junto a la desconfianza en los gobiernos por parte de la sociedad, estos son los factores de fondo de los conflictos  que han estallado en Chile, Co­­­­lombia, Bolivia, Perú y Ecuador. Aunque en cada caso es propio dada su idiosincrasia, el factor de fondo que subyace en estas crisis sociales es la falta de oportunidades de un crecimiento insuficientemente inclusivo, como planteó Alex Ruiz economista de Caxia Bank.

En nuestro país la principal causa de suicidio es la depresión, seguido por problemas pasionales y la tercera por problemas económicos y deudas, por ejemplo, a nivel nacional es conocido el caso del Ing. David Rodríguez, que se suicidó en un baño de la OISOE, perturbado por los compromisos económicos contraídos y agotado de requerir su pago a la institución que le ignoraba permanentemente; así también el caso del señor Fidias Valerio, suplidor del almuerzo escolar, que se suicidó por el agobio que le producía la presión de las deudas en las que incurrió porque el INABIE no le pagaba, puso fin a su vida colgándose en la cocina donde preparaba los alimentos para el Ministerio de educación; otras personas han quebrado producto de estos incumplimientos y retrasos en los pagos por parte del Estado, desgastándose psicológicamente en el tedioso proceso de tener que caerle detrás a un funcionario que extorsiona con sutileza o con descaro, para gestionarles sus pagos, lo que evidencia que no hay dinero en las arcas estatales, sin embargo, cada nuevo gobierno insiste en abultar las nóminas públicas apostando a la economía insostenible y al endeudamiento.

El crecimiento de América Latina sigue siendo el peor entre las principales regiones emergentes, todo porque quienes concentran el poder político son jueces y partes en cada aspecto de la vida ciudadana y el mercado, las mentes politizadas que los respaldan, no contemplan como opción cuestionar ni limitar este poder que empobrece y tornan inestable y oscuro el porvenir, sino que aspiran a ser ellos los próximos en asaltar las arcas estatales, para irse de retirada vitalicia a los paraísos fiscales a disfrutar de su exitoso emprendimiento, el negocio de la política.