El ser humano es una unidad en la diversidad, cuestión que ha sido abordada por grandes filósofos de la ciencia como René Descartes, Enmanuel Kant, Aristóteles, los filósofos medievales y los existencialistas, entre otros que no podemos agotar.
Estos pensadores comprendieron en sus meditaciones y juicios dirigidos a sus lectores y contertulios que no hay dilema, ni ha de haber conflictos entre espíritu y razón: se complementan como flechas que se colocan hacia adelante y hacia atrás en un recorrido de reciprocidad para encontrar un destino común. La vida de los hombres también debe marchar con ese mismo sentido. Se complementan el mundo emocional, con el mundo de la naturaleza racional, inherente en una misma persona que reacciona conforme a la complejidad de los entornos; a veces con pasión, a veces con reflexiones analíticas y también suele responder con el equilibrio adecuado. Somos una caja de sorpresas, no siempre tenemos el control de nuestros actos y muchas cosas se nos van de las manos, por eso las personas terminan declarándose arrepentidos. Hay quienes se pasan la vida arrepintiéndose en su interioridad, sin declararse exteriormente.
De la razón surge el ambiente cognoscitivo, es decir el conocimiento de las "cosas" que pueblan la realidad, porque todo lo que existe emana realidad; incluso lo ficticio, los fantasmas, la imaginación especulativa se nos presenta como emanación de la realidad, dado a que el pensamiento no puede crear nada que no sea recreado de las partes y aspectos que forman esa realidad. Este sesudo asunto ha sido magistralmente tratado por Pável Kopnin, en su Lógica Dialéctica, de la Editorial Grijalbo, que nos diera a conocer el ilustre profesor Andrés Avelino Hijo, a su regreso de sus estudios en Francia. Nada puede ser pensado que no sea dado en el conglomerado de piezas que constituyen la realidad, porque la racionalidad de nuestra naturaleza humana (únicos y exclusivos seres dotados de razón) se hermana o cohabita con la imaginación; esta a su vez se desdobla en imaginación científica e imaginación fantástica, que no deja de ser positiva y creativa; ambas se necesitan para encumbrarse en la innovación, en la creación, en la recreación y en la pasión. De ahí surgen las ciencias particulares, el arte, la poesía, etc. El propio científico entra en éxtasis cuando afanado en su brega Investigativa un factor en serendipia lo sorprende al producirse el hallazgo que no esperaba y es sacudido por una emoción incontenible, un tanto parecido a cuando una persona corriente descubre en su entorno de trabajo algo que ignoraba, pero lo conmueve de gozo.
La ciencia ha de servirle a la humanidad, tal como lo propugnara Albert Einstein, asentándose incuestionablemente en crear artefactos, mercancías, máquinas y tecnologías que alimenten la calidad de vida de los hombres, sin distinción de razas, clases sociales ni culturas: esa es su vital filosofía desde los albores del homo sapiens. Hoy más que nunca, invadido por los artefactos tecnológicos de punta y la realidad virtual de este mundo tan global y y acelerado de creaciones inimaginables, nos compete apoderarnos del sentido filosófico y espiritual para construir una sociedad que practique la equidad, la solidaridad y la cooperación entre las naciones y hombres, única manera de hacer la Paz. Pero estamos alejándonos de ese generoso propósito y nos estamos "cosificando", vamos a la deriva de ahogarnos en el mar de mercancías. Las condiciones del espíritu, donde hallamos esas virtudes, navega en las procelosas aguas del egoísmo material y comercial de la gente. Entonces, tenemos políticos y hombres de negocios megalómanos y ambiciosos que devienen en corruptos y saqueadores.
La filosofía, vista como algo que alimenta el espíritu y las buenas pasiones, amén del empuje racional del sujeto, es una urgencia que la gente se empodere de sus principios, de su reflexión, de su práctica ética, además de la capacidad crítica que envuelve a los tocados por ella por su ejercicio cotidiano y la elevación de los nobles ideales que orienta a todo practicante o estudioso de su objeto de estudio.
Es una grandiosa manera de derrumbar los engaños, la falsa publicidad, el mito, la manipulación, y todavía peor, la avaricia entre los hombres; que desembocan en corruptos, sobornadores y sobornados. Cruzan estos males en mediación política, donde se pierde toda vergüenza y el sentido humano de quienes carecen de dichos principios, se jactan con falso orgullo de su patrimonio, de sus posesiones mal habidas, visten elegantemente y ocupan curules descaradamente; en fin , niegan con petulancia una "inocencia" fabricada en complicidad con bocinas contratadas, haciendo de idiotas, pensando que los otros son los idiotas. Y pasan a granel mentiras " enlistadas" que no cree el pueblo ahora empoderado de un despertar en movimiento ascendente. Si no hay filosofía en los currícula, la gente creó su filosofía práctica de la vida social y ética.