La mayoría de los estrategas y gurús en campañas electorales (americanos y europeos) suelen hablar de las emociones como un factor clave para penetrar en la voluntad del elector. Influenciar su decisión y convencer, aunque sea momentáneamente, es el objetivo deseado.
Se utiliza como base la evidencia científica: estudios de la mente, inteligencia emocional y medicina avanzada. Todo aquello que haga falta para conquistar!
Para el caso específico de países con ambientes "tropicales", al parecer no se necesita de tanta ciencia. Podemos asegurar que el 95% de los electores tiene la característica indispensable que se necesita para caer en el terreno de lo emocional. Al parecer siempre estamos condicionados por un contexto hostil, donde la esperanza de un futuro incierto hasta genera ilusión.
Para ir mas lejos todavía, creemos que aunque mucha gente reniega de los procesos y folclores pre-electorales, al final terminan polarizándose en sus sentidos, irremediablemente se entregan al fragor, al final existe una especie de fascinación por el absurdo, va mas allá de su voluntad. La razón se abandona y gana el corazón.
En nuestros países estos juegos de las "emociones en campaña" toman una relevancia de magnitudes incalculables. Contaminados claro, por la misma pasión, idiosincrasia, temperamento de nosotros los latinos.
Nótese que cuando se acerca la elección, la población comienza a degenerar, se fragmenta, solo un segmento muy reducido analiza propuestas y discurso (académicos/as, periodistas, intelectuales, etc.), la mayoría de nosotros nos concentramos en los mensajes que por lo regular están cargados de componentes emotivos, aderezados con música e imágenes propias del contexto cultural.
Por otro lado, si observamos bien, existen dos elementos que son los que van a tomar el escenario en cualquier campaña: El miedo y la esperanza.
En la actualidad, solo en esos dos sentimientos es donde se moverá la comunicación política. Por más que se quiera inventar o teorizar, el lugar común de la campaña será el de crear incertidumbre o generar vientos de cambio. Después de aquí, las propuestas y los discursos pasan a un segundo plano. Esa es la cruda realidad en la que vivimos los procesos de campana electoral.
Entonces la pregunta más esperada: ¿Cómo saber las características del hombre o la mujer que capitalizará mejor las "emociones en campaña"?. Tengo que decirles que no existe respuesta cierta, no se puede saber de qué forma se aprovechan mejor las emociones, eso solo se sabrá hasta el día de los resultados. La emoción estará en el imaginario de cada persona, frente a la urna esa sensación jugara su rol estelar.
Para un candidato con suficiente carisma puede ser más fácil conquistar con las emociones, pero no lo es todo. El triunfo dependerá de lograr producir el efecto esperado, hacer que la emoción se apodere de la gente y mantenerla hasta el día D (el trabajo más complicado). La conectividad que se da espontánea y que es propia de un momento en la historia política de un País, será el coctel del triunfo.
Ahora bien, la obligación de una sociedad responsable es estar plenamente consciente que nuestra emoción elegirá el camino por un periodo y delegará poder!
No es malo dejarse llevar por los instintos y las emociones, solo pensemos un poco que si existe la manipulación (miedo y esperanza) es por causa de nuestra desinformación, esa es una responsabilidad nuestra. Al final del todo, la mejor decisión será aquella que tome nuestra emoción, pero con algo de razón.