El uso de la UASD para torpedear al Gobierno, la visita partidaria del expresidente Hipólito Mejía, el intento por restablecer al expresidente de la Federación de Estudiantes Dominicanos (FED), Jimmy Zapata, pese a estar sub júdice, los reclamos de la Asociación de Empleados Universitarios, la voracidad de sectores internos, el laborantismo político de todos, el asedio a los peledeistas y el disgusto de colaboradores de la misma gestión, entre otros ruidos, mantienen enchivada y amenazada de retroceso a la gestión de la rectora Emma Polanco.
Lo percibe así el secretario de Educación Superior del gobernante Partido de la Liberación Dominicana, profesor Ramón Valerio, quien ha sugerido a la funcionaria “sacudirse” y convocar al diálogo “a todo el que quiera colaborar”, para unificar criterios y evitar que las turbamultas y los encapuchados sigan dañando a la institución.
Se trata de una alerta temprana, oportuna (ocho meses de la jura), que no debería ser despachada de golpe y porrazo con etiquetas propias del mundillo universitario, ni con recaderos de poca monta.
Se habla de la universidad más vieja de América (1538), estatal, cuyo accionar impacta, positiva o negativamente, en la sociedad dominicana.
Cualquier funcionario que maneje un presupuesto apetecible, como Polanco, tan pronto se instala, genera automáticamente una corte de alabarderos, simuladores de lealtad, que le crean una burbuja de perfección y atribuye cualquier crítica racional a resentimientos de perdedores. Y la UASD no ha sido excepción.
Dejarse envolver por esa tentadora espuma, la colocaría en la antesala de quienes pasan por los cargos sin saber que pasaron. Hay referencias ominosas de rectores que han caído en la trampa de esa plaga. Y lo han lamentado, pero tarde, al “echarse las palomas”, cuando, de repente, cubre el manto de la soledad del poder.
A principios, parece que los anillos de aduladores funcionan “a las mil maravillas”. Excitan al adulado, hasta enajenarlo. Y le hacen creerse Dios, encima del bien y el mal.
En sus escritos, Valerio, expresidente de la Federación de Estudiantes Dominicanos, exministro de Educación, Ciencia y Tecnología y viceministro de Educación, manifiesta una actitud de colaboración para lograr la integración de todos los sectores universitarios y concretar así los planes y proyectos de modernización y desarrollo de la institución.
La rectora debería tomarle la palabra en vez de despreciarle con la indiferencia y dejarle a expensa de una horda de desacreditadores. Por lo que políticamente representa el crítico y por su cercana amistad con ella y demás autoridades de la academia, pero también por su posición proactiva, pese a que en el proceso electoral de 2018 se colocara en la acera del frente.
La UASD, presentada como faro de luz de la democracia, sufre un grave problema de in-comunicación. La interlocución gana terreno. Los canales son unilaterales. El acceso a ser escuchado muchas veces se limita a quienes acostumbran a arrullar oídos y a retaliar. Y esos, necesariamente, no son portadores de la verdad. A la verdad no se llega con una sola versión, ni con aplausos de cartón. Ella no es cómoda.
Escuchar, dialogar con todos, también son parte de la transparencia. Y la UASD se ha montado en esa ola.
No daña, entonces, que convoque a los sectores que activan en ella, no para “neutralizarlos”, sino para convencerles sobre la pertinencia de una universidad lejos del caos y orientada al trabajo en equipo para responder a las demandas societarias y reconstruir su imagen. Y, si es posible, involucrarlos en la implementación de los planes.
Hay muchos ojos mirando la UASD. El Gobierno la observa.
En 2020 el país celebra elecciones municipales, congresuales y presidenciales, y las turbulencias incubadas ahora serían vistas como un componente de un plan de ataque político del Partido Revolucionario Moderno con el PLD, y como el fenómeno nada envidiable de autodestrucción.
Y eso es lo que menos necesita la actual gerencia universitaria, si desea salir airosa en 2022.
Así, nada más oportuno que la alerta de caos emitida por el funcionario gubernamental y profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales.
Está en manos de la rectora el escoger entre el camino de la sinrazón y el chisme, o el de la razón y la sensatez.
(El suscrito fue uno de los actores responsables de la victoria de Emma Polanco)