Por las estimaciones, basadas en datos publicados, la República Dominicana tiene más de dos millones de emigrantes, para más de un 15% de nuestra población. A pesar de que en el ranking tenemos un porcentaje de emigrantes medio (puesto 144 de 195 del ranking de emigrantes), el número de emigrantes dominicanos ha venido aumentando en los últimos años en aproximadamente un 8%. Los principales países de destino de la emigración dominicana son los Estados Unidos de América (75%), España (11%) e Italia (3%).
Durante la pandemia hemos visto crecer el flujo de remesas de los dominicanos de la diáspora, superando en lo que va del año – hasta agosto -, los siete mil millones de dólares, según cifras del Banco Central. Solo en agosto de 2021 las remesas recibidas fueron de US$872.0 millones, sobrepasando en US$102.2 millones a las registradas en agosto de 2020, que si se comparan con las de agosto de 2019 hubo un crecimiento de un 38.8%, unos US$243.6 millones más.
La continua mejoría de las condiciones económicas de los Estados Unidos es uno de los principales factores que, según el propio Banco Central, viene incidiendo sobre el comportamiento de las remesas, ya que de dicho país provino el 84.5 % de los flujos de julio de 2021.
El Banco Central indica que en agosto se destaca la recepción de remesas desde España en el orden de 7.1 %. Le siguen Haití e Italia con 1.0 % y 0.9 %, respectivamente. El resto de la recepción de remesas se reparte entre países como Suiza, Canadá y Panamá, entre otros.
Es innegable el impacto positivo de las remesas en la economía, la educación y la salud y, de manera general, en las actividades productivas de los más diversos sectores productivos y con ello en el desarrollo del país.
Está claro el circulo virtuoso que plantea el éxodo cada vez más creciente de dominicanos al extranjero. Pero no es igual de positiva la desigualidad y la discriminación en la que viven muchos dominicanos y, de manera muy particular, las mujeres allende los mares Atlántico y del Caribe. A ello se une la pérdida de identidad de muchos que prefieren el silencio o la confusión con una cultura alejada de la suya.
Si los dominicanos en el exterior siguen contribuyendo tanto con nuestra economía y con quienes aquí se quedan, la política exterior y cultural, sobre todo identitaria, dirigida con clara visión por el actual gobierno, debe ser fortalecida, con la apuesta de mayores y mejores recursos, humanos y económicos, para que ser dominicano sea un símbolo de orgullo donde quiera que se encuentre uno de los nuestros y para que los que prefieran mantenerse aquí sean más cada vez más.
Con ello revitalizamos lo que somos y generamos la cohesión necesaria para continuar con nuestro ritmo de crecimiento y acercarnos cada vez más a nuestras metas de desarrollo humano.