Mucho se ha escrito poniendo en tela de juicio la veracidad de la discapacidad mental de Greta Thunberg en su activismo por el medio ambiente.  Como si para abrazar esta causa se necesitara estar completamente hábil o, como si fuera un uso morboso y sensacionalista el mencionar su asperger, una condición que afecta, entre otras dimensiones, la capacidad de comunicar y que en el caso de ella podría ser el factor de incidencia en el trato directo y enfocado, poco atento a sutilidades cuando hace sus declaraciones. Al asumir su discapacidad al hacer activismo, les confiere visibilidad a ambos temas y además nos muestra que se puede llegar lejos si ese es nuestro propósito.    

Lo contrario, el efecto del cambio climático en las personas con discapacidad y, específicamente con discapacidad intelectual, ha sido abordado con menos intensidad, aunque es más importante a nivel global.  Más que un caso en particular, es relevante ver esta situación desde un punto de vista epidemiológico.  Eventos como los recientes fuegos en Australia o, por hablar del mismo tipo de catástrofe, de los incendios en la Amazonía nos lo recuerdan.

La Agencia de Cambio Climático de los Estados Unidos  en una documentación especial del año 2016 se refirió a la incidencia en todo tipo de discapacidades, resaltando específicamente las dificultades asociadas a los eventos que requieren evacuación de personas cuando hay dificultad de movilidad. En el caso de la discapacidad intelectual, al estar comúnmente acompañada de otras dolencias y fragilidades de salud, el caso se complica más.  En junio del año pasado los canadienses también se refirieron a la relación entre salud y emergencia climática, destacando que en los mecanismos de respuesta se necesita determinar de antemano las maneras en que se organizará la colaboración entre las diferentes entidades.  Su visión, de más largo plazo, también abarca las consecuencias a mediano plazo en la salud mental de los afectados.

Y más tarde en este mismo año, en África, donde más de ochenta millones de personas viven con algún tipo de discapacidad y donde los efectos de las inundaciones, sequías y calor extremo pueden ser mayores debido a la debilidad de las infraestructuras, se están diseñando respuestas empresariales que aspiran a ser sostenibles para atender sobre todo a la necesidad de inclusión de las personas con discapacidad.

Pero ha sido en España donde se ha documentado una visión más creativa e institucional de la unión de estas dos condiciones. La Fundación Síndrome de Down de la Región de Murcia, que centra sus esfuerzos en la integración social y laboral de personas con diversas discapacidades intelectuales, no sólo del síndrome de Down, originalmente quiso que el personal que trabaja en la institución trabajara desde una perspectiva respetuosa con el medio ambiente y recibiera formación especializada.  La evolución los llevó hasta hacer lo mismo que se le critica al entorno de Greta Thunberg, utilizar las dos variables para la concienciación de la población en general y así pusieron en práctica el “Proyecto Valleverde”. En este caso fue el interés institucional el que reunió las dos condiciones, pero el ánimo es el mismo.  Unir las debilidades para crear más fuerzas.