Las huelgas son instrumentos democráticos, legítimos y necesarios. En momentos en que el gobierno se empeña en ignorar nuestros reclamos de justicia en casos tan graves como el de Odebrecht, las huelgas son más legítimas y necesarias que nunca. Para que sean eficaces, sin embargo, deben cambiarse algunas percepciones y prácticas.

En demasiadas ocasiones, la democracia representativa no nos representa. Tan pronto le damos el mandato a los mandatarios, estos nos dan la espalda. Manifestarse para que el gobierno cumpla con las exigencias de los gobernados es, en consecuencia, un ejercicio de la democracia, sobre todo cuando se trata de temas como la lucha contra la corrupción, que cuentan con el apoyo de la gran mayoría de dominicanos. Es por esta razón que las huelgas son absolutamente legítimas. Por otro lado, las huelgas son necesarias porque son la única manera de forzar a los gobiernos a que cumplan con sus obligaciones. Para doblegarlos, hace falta la fuerza. Nunca se plegarán a la voluntad popular motu proprio.

Días no trabajados por huelga por cada mil asalariados 2007-2016

Nunca antes ha sido la corrupción tan poderosa como ahora. El caso de Odebrecht ha sido la culminación de una serie de escándalos – Sunland, Tucanos…- a los que ha opacado. Los fondos que han terminado en el fondo de los bolsillos de los implicados – sometidos y no – hacen una terrible falta a sectores tan importantes para los dominicanos como la salud, la educación y la seguridad. De no ponerse freno a la corrupción, crecerá exponencialmente hasta no dejar un centavo que invertir en nuestro bienestar. Es por ello por lo que toda acción que impida el crecimiento de este tumor moral es imprescindible. Es por ello por lo que las huelgas son más imprescindibles que nunca.

Para que las huelgas sean eficaces hace falta, sin embargo, combatir ciertos prejuicios que tenemos sobre ella y cambiar la manera de llevarlas a cabo.

No es cierto que las huelgas sean métodos característicos de sociedades “salvajes”, incompatibles con una sociedad desarrollada. Al contrario, las huelgas son una manifestación del desarrollo de una nación. Para demostrarlo, bastaría citar el caso de la Unión Europea, en cuyos países han tenido lugar ochenta y cinco huelgas generales en los últimos treinta años.

Tampoco es cierto que no sirvan para nada. Las huelgas que tuvieron lugar en Polonia en 1988, por ejemplo, obligaron al todopoderoso gobierno comunista a reconocer al sindicato Solidaridad, marcando así el inicio de su fin.

Lo que sí es cierto es que, durante las últimas décadas, las huelgas se ganaron muy mala reputación como medios eficaces de protesta. Los responsables de esta situación fueron quienes las convocaban. Primero, porque recurrían a métodos violentos, como la quema de gomas. Segundo, porque muchas veces se basaban en la coacción y no en el consenso. Y, sobre todo, porque sus motivaciones no eran cívicas. Al final, se “tranzaban” con el gobierno de turno. Eran huelgas oportunistas, no cívicas.

Hace falta, en consecuencia, recuperar la legitimidad que han perdido las huelgas. Y en los actuales momentos, solo el Movimiento Verde es capaz de dirigir este proceso. El Movimiento Verde debe convocar a las huelgas, no limitarse a apoyarlas. Porque ha demostrado que es capaz de llevar a cabo manifestaciones de gran envergadura de forma cívica, pacífica y organizada. Porque ha demostrado que cuenta con un apoyo importante de la población dominicana. Y porque ha demostrado que está sinceramente comprometido con el bienestar de nuestra nación.

Si no lo hace, será un error imperdonable.