>Los premios del concurso eran en extremo atractivos. Los presentadores del programa explicaban los retos. De ahí que los participantes más hábiles y competitivos avanzaban y acumulaban dinero. Cuando quedaban solo tres, dos varones y una hembra, se abre una cortina mostrando un atractivo auto último modelo; aquel –dijo entonces el presentador- que diga la peor maldición posible acerca de su madre, será el ganador de este auto!!! La cámara paneó mostrando las caras de sorpresa de los tres contendientes. Tienes que decidir qué tanto quieres el auto y tu dinero para pasar esta prueba…
La sorpresa y el suspenso se apoderaron de todos, más aún del público. Los presentadores volvieron a retar anunciando que el concurso maldiciendo a su madre empezaba en tres, dos, uno… Los dos varones micrófonos en manos, empezaron a decir cuantas vulgaridades salían por sus bocas. Las cámaras saltaban de uno en otro para identificar qué decía cada quien. Cada uno intentaba superar al otro llegando incluso a decir los nombres de sus progenitoras, cuando uno delos presentadores les dijo que debían decir cómo se llamaban. La cámara también mostraba los rostros del público y los presentadores mientras reaccionaban al maquiavélico espectáculo. A todo esto, la joven participante, sacudía su cabeza negativamente ante el horror. Micrófono en mano, aceptó perder en la competencia para no prestarse a vulgarizar a su madre. Los presentadores la compararon con los otros dos, quienes cada vez gritaban más y más fuerte. Entonces, la cámara mostró a dos mujeres, presumiblemente las madres de los concursantes, las cuales se tapaban los oídos con expresión de dolor en sus rostros. De inmediato, la próxima escena fue la de un Jesús crucificado y un extracto del versículo en Éxodo 20: 12Honra a padre y a tu madre para que te vaya bien en la vida.
Un retumbante sonido de campanas anunció el final del tiempo en la prueba y los tres participantes fueron llamados a evaluación para elegir al ganador. Le hablaron primero a la joven resaltando el hecho de que ella no había seguido las instrucciones. Cuando le insistieran en preguntarle el por qué se había rendido, ella dijo que no existía premio en el mundo que la hiciera maldecir a su madre y menos públicamente. A esto, los otros dos, más inmersos en ganar que en darle importancia a un detalle de moralidad, reconocieron que fue una competencia extraña, pero estar dispuestos a hacer todo lo que fuera necesario para ganar. ¿Cómo crees que se siente tu madre después de todo lo que has dicho de ella? -Preguntó la presentadora. Todo eso se le va a olvidar cuando la lleve a pasear en el auto, contestó uno de ellos a modo de chiste.
Llegado el momento de anunciar al gran ganador, el lenguaje corporal de la joven mostraba resignación sabiéndose perdida. Los otros dos en cambio, se mostraban entusiastas ante la idea de escuchar sus nombres. Tras alargar el suspenso, y parafrasear las virtudes de los competidores, anunciaron a la joven como la gran ganadora. La expresión desorpresa en surostro fue en extremo auténtica, como auténticos fueron la decepción y el disgusto en los dos jóvenes, quienes no dudaron en reclamar.
El gran premio lo merece aquel concursante que no comprometió sus convicciones ni sus valores ante una gran tentación. Uno de los varones estrelló el micrófono mostrando su disgusto, el otro volvió a maldecir, esta vez su mala fortuna.
El programa no es para nada de contenido cristiano ni mucho menos. Por el contrario, se trata de algo popular que usa todo tipo de herramientas para entretener y atraer a mucho público. Por eso, aunque se prestaron a transmitir todos los improperios que vociferaron los concursantes, al final, por lo menos supieron dar un mensaje positivo. Fue reconfortante ver a la joven abrazar entre lágrimas a su satisfecha madre, mientras el público aplaudía, los confetis y guirnaldas volaban por todo el estudio.
Estoy segura que más que el carro o la suma de dinero, aquella madre estaba extasiada de orgullo por la mujer valiosa que acababa de demostrar ser su hija. Muchas veces en la vida somos tentados a pisotear nuestros valores por aquel dicho tan popularizado y mal utilizado: “El fin justifica los medios”. Jefes, profesores, amigos, cónyuges, hijos, amigos; en fin, la tentación puede venir de cualquier fuente. Es ahí donde se nos presenta la gran oportunidad de demostrar si somos anillito de oro o de cobre. Aquel que experimenta una conversión auténtica y porta el título de Cristiano, aprende que no se ha metido a una religión. Así como los discípulos seguían a Jesús, fueron aprendiendo de Él hasta que le conocieron e imitaron, así nosotros hoy, por medio a su palabra, filtramos nuestras acciones y decisiones por medio a lo que aprendemos en Su Palabra. ¿Que nos equivocamos y fallamos? Uf si! Una y mil veces, pues perfecto sólo es Cristo. Pero, son más las veces en que vivimos una satisfacción similar a la de la joven de la historia, cuando conscientemente retraemos nuestros pies y manos de una tentación, por amor, respeto y honra a aquel que nos amó primero y nos ha dado ejemplo a seguir.
Y gracias a que su sacrificio en la cruz fue perfecto ante el Padre, para perdonar cualquier pecado, por grave que sea, vivimos entonces con la libertad y el gozo de sabernos aceptos cada vez que reconocemos ante Él, en oración, que metimos la pata. La paz resultante vale más que todo el oro y toda la plata del mundo. Es hermoso imaginar que Dios Padre nos abraza con igual o mayor orgullo- satisfacción que el de aquella madre hacia su hija.
Salmo 1:Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,
Ni estuvo en camino de pecadores,
Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
2 Sino que en la ley de Jehová está su delicia,
Y en su ley medita de día y de noche.
3 Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
Que da su fruto en su tiempo,
Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prosperará.
4 No así los malos,
Que son como el tamo que arrebata el viento.
5 Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio,
Ni los pecadores en la congregación de los justos.
6 Porque Jehová conoce el camino de los justos;
Mas la senda de los malos perecerá.
Bendiciones!