En medio del más delicado cuestionamiento a la victoria de un presidente, el magnate inmobiliario Donald Trump será juramentado el próximo día 20 como el presidente número 45 de los Estados Unidos de América.
La intensa crisis post electoral por la que ha atravesado la potencia del Norte, muy parecida, por cierto, a la que muchas veces ha sufrido nuestro país, se ha visto agravada por las sorprendentes acusaciones de las principales agencias de inteligencia de los Estados Unidos en contra de Rusia, por supuestamente haberse inmiscuido, decisivamente, en el proceso electoral a favor del presidente electo.
No obstante, a pesar de esta asombrosa imputación, la candidata demócrata, Hillary Clinton, quien obtuvo 2 millones 900 mil votos más que su oponente, aunque con amargura, como es costumbre en los Estados Unidos cuando los resultados de las elecciones han sido cuestionados, ha reconocido el triunfo de Trump.
Algo parecido ocurrió en las elecciones del año 2000, cuando el Partido Republicano, que llevó como candidato a George W. Busch, fue acusado de cometer un fraude en perjuicio del candidato demócrata Al Gore. Sin embargo, contrario a lo acontecido en la crisis actual, aquella vez el conflicto se judicializó, teniendo como consecuencia, después de cinco intensas semanas de confrontación legal, que la Corte Suprema emitiera un confuso fallo que llevó a Gore a reconocer el triunfo de Busch.
Con su alocución en la que llamó al pueblo a unirse en torno a la figura del nuevo presidente, sobre la base de que la Corte Suprema había hablado, a pesar de su desacuerdo con la sentencia, Gore le dio continuidad a la tradición de aceptar la victoria del oponente, conocida en los Estados Unidos como concession speech o discurso de concesión.
No obstante, la decisión del candidato demócrata y posteriormente Premio Nobel de la Paz, de reconocer el triunfo de Busch, fue rechazada por los intelectuales que le apoyaron durante todo el proceso.
De igual modo, un discurso de concesión fue el pronunciado por el ex presidente Hipólito Mejía el 22 de mayo de 2012, cuando para contener a las masas, que estaban decididas a lanzarse a las calles a reclamar su triunfo, dijo “…ante la realidad de que más de dos millones de dominicanas y dominicanos, desafiaron el poder absoluto y depositaron su voto a favor de nuestra candidatura, asumo mi rol de líder de la oposición en defensa del interés nacional y la preservación de la paz y la tranquilidad de la familia dominicana”.
Tal y como reaccionaron los intelectuales que apoyaron a Al Gore, cuando este pronunció su discurso de concesión, muchos intelectuales y la mayoría de los seguidores de Hipólito Mejía se manifestaron en desacuerdo con la referida decisión, la cual probablemente le evitó un baño de sangre al pueblo dominicano.
Sin lugar a dudas, las acusaciones de los organismos de inteligencia estadounidenses contra el Kremlin, por la supuesta utilización de piratas informáticos para atacar al Comité Nacional Demócrata y filtrar información comprometedora en perjuicio de su candidata, han empañado el triunfo de Donald Trump y dividido mucho más al pueblo norteamericano. Por lo tanto, el mayor reto que tendrá el nuevo presidente será el de unificar a su alrededor a los Estado Unidos.