Investigaciones recientes sobre democracia y los procesos electorales denotan una corriente alcista en la región latinoamericana a la elección de presidentes sin partidos políticos.
Como lo explica recientemente Manuel Alcántara en un artículo publicado en el diario español El País, la elección de candidatos independientes a la presidencia se hace posible por el propio entramado del sistema presidencialista, que circunscribe la elección presidencial al voto directo por el electorado, sin que medie su aprobación por el legislativo como es el caso de los sistemas parlamentarios.
Los propios partidos dominantes son los responsables del sucesivo engendro de candidaturas independientes, dados los altos niveles de corrupción y la impunidad rampante con que la cometen. Como consecuencia, la gente ha perdido la confianza en los partidos que operan en base al modelo cartel y que sólo representan los intereses de sus dirigentes, dando la espalda al pueblo, al electorado.
En el caso dominicano, la elección de un candidato o una candidata presidencial independiente permitiría que éste o ésta se rodeara de mujeres y hombres probos, responsables directos de sus propias acciones, quienes tendrían que dar la cara al pueblo que los elija por su trayectoria digna, responsable, coherente y puesta a toda prueba. Ello acabaría con el contubernio entre aliados inter partidistas cuyas complicidades sostienen y alimentan el partido único y su cartelización de la política.
Como lo plantean los últimos informes de Latinobarómetro, las instituciones partidistas han perdido vigor en el espectro político actual, ya que, la gente se hartó de las patrañas, los robos, la manipulación y el desparpajo de los partidos políticos. Pues, sea por acción u aparente omisión, todos los partidos dominantes están implicados en el robo público. Y, con tal confabulación, resulta muy difícil juzgarla e incriminar a sus actores.