Aún avergonzado del espectáculo deprimente y bochornoso que han dado muestra nuestros políticos y nuestras autoridades y espantado por la debilidad de nuestras instituciones, comparto estas reflexiones sobre la ausencia de un concepto claro y amplio de Espacio Público en las propuestas municipales en este momento particularmente oscuro de la democracia dominicana.
En la campaña electoral por la alcaldía del Ayuntamiento del Distrito Nacional aparecen unos componentes comunes en los programas de los principales candidatos. Estos componentes, que constituyen la médula de los diferentes programas, tienen que ver con el tema de la movilidad o sea con el tránsito y el transporte, la vialidad y esas cosas que se asocian con el movimiento vehicular por la ciudad que, es obvio, constituyen uno de los problemas mas evidentes y cotidianos. Son los que encabezan los documentos programáticos de los diferentes candidatos.
Asociado a otros componentes, y no como un componente en si mismo, aparece el espacio público. Parecería que entre los componentes de la ciudad el espacio público no es de los prioritarios, como la recogida y disposición de la basura y, claro está, el tránsito y el transporte.
Sin embargo, ahí, en esa priorización de los componentes, se anida una falla conceptual que puede afectar la operatividad o más bien la inter operatividad de los programas de gestión territorial y por ende a su efectividad y gobernanza.Averngoza
Spyro Kostof, un reconocido historiador de la ciudad y de la arquitectura, plantea que el espacio público tiene dos categorías, el espacio de destino y el espacio de flujos. Los espacios de destino los constituyen las plazas, parques y plazoletas. Son espacios de estancias aquellos; a los que se va a realizar alguna actividad generalmente lúdica, social o política. Los espacios de flujos lo constituyen las vías de diferentes categorías y escalas, avenidas, calles y callejones, que sirven para canalizar los flujos de personas , vehículos y mercancías.
Los espacios públicos los entiendo como los verdaderos receptáculos de la democracia en la ciudad. Son espacios sociales, económicos y políticos, donde la gente construye esa condición tan frágil y fundamental que llamamos “ciudadanía”. Sobre todo, las calles, pues en sus aceras se construyen los vínculos cotidianos de esa difusa condición ciudadana.
Ahí es que se encuentra la falla de los programas presentados pues se prioriza la parte del tránsito y el transporte y se plantea lo del espacio público como algo accesorio, cuando lo cierto es que las vías, donde transcurre todo la actividad del tránsito y el transporte, son parte del Espacio Público. Y cuando se habla de movilidad se enfatiza todo lo que tiene que ver con el vehículo, olvidándose del peatón. Se habla de estacionamientos, semáforos, transporte publico, colectivo y de transporte privado y se conceptualiza sesudamente sobre cómo mejorar el tránsito de vehículos. Y esto aparece no sólo en los documentos programáticos, sino que sucede sistemáticamente en la gestión. Una muestra es que cuando se inicia un “operativo” para arreglar las calles, sólo se interviene la parte de rodadura vehicular y nunca las aceras.
“La calle es una habitación cuyo techo es el cielo” decía Louis Kahn. ¡Eso es lo que no se entiende! La calle es una habitación donde, esencialmente, vive gente; es el espacio que se relaciona más directamente con las edificaciones y su arquitectura, por lo tanto, está relacionado con el tema de la seguridad ciudadana.
El tema de la movilidad hay que redirigirlo hacia la gente. Además, la calle es el espacio más flexible de la ciudad, especialmente en los barrios populares, donde cualquier esquina en las mañanas es un espacio del desayuno, donde las personas socializan alrededor de yaniquequero; al mediodía esa misma esquina es donde las amas de casa resuelven la comida con el vendedor de pollos; en la tarde cuando cae el sol, los jóvenes , que han colocado un improvisado aro en el palo e’luz, tienen su cancha deportiva y en la noche se instala la fritura donde recalan los noctámbulos del barrio y donde cuentan sus anécdotas amatorias.
Los días festivos se manifiesta otra cosa: las aceras como ampliación del exiguo espacio existencial de la vivienda y donde se derrama toda la actividad lúdica asociada a la vivienda como el juego de dominó o las libaciones acompañadas del aparato de música.
La calle es el mundo entero y no solo el espacio para autos y estacionamientos, entonces: ¿por que insistir en solucionar los problemas que producen los vehículos – que deben solucionarse- y no pensar en los problemas del peatón, que es además el vecino, el político , el comerciante y el deportista; que es el hombre y la mujer, el niño, el joven, el anciano?
Si la calle es esa fabulosa habitación, la plaza o el parque es una sala de fiesta con poder político, pues además de su componente lúdico es el espacio de manifestación popular mas potente- recordemos la importancia de la plaza Tahrir en la Primavera Árabe en el Cairo o el Zuccotti Park en New York tomado por el movimiento de los Occupy Wall Street y aquí la Puerta del Conde donde se ha manifestado la Marcha Verde.
La idea no es que dejen de lado las propuestas para la movilidad, sino que se considere la importancia social del espacio público, considerando soluciones para la gente y no para el vehículo. Al priorizar la movilidad en términos de transito y transporte se pone al peatón en segundo plano validando ese dicho popular de que “el peatón no es gente”.
Es necesario darle el valor integrador de políticas y programas que tienen los espacios públicos. Dejar de pensarlos como parte de otros componentes, cuando el componente estructurador de la ciudad son los espacios públicos. Así podríamos comenzar a hacer, como dice Jan Gehl, una ciudad para la gente.