Cuando no existen o no se respetan las normas legales, cuando las institucionalidad es sospechosa, quienes están fuera del poder no eligen el terreno en el que habrán de dar la lucha el día decisivo. En esas condiciones resulta absolutamente estéril querer mejorar realidades pidiendo renunciar a quienes no van a desprenderse de sus ventajas.
A la fecha, es perfectamente posible suponer que no habrá ley de partidos, y si la hay no será aquella que espera el país: una que norme democráticamente a estas importantes instituciones. Lo peor es que tampoco, parece, habrá un nuevo código electoral, por lo que muchos asuntos quedarán expuestas a ser resueltas por vía administrativa. Exigir cambios de autoridades electorales es una forma exquisita de perder tiempo para parecer opositores, pues la institucionalidad no considera tal posibilidad.
Entonces, o hacen el esfuerzo por alcanzar algo que se parece mucho a un milagro sin serlo, o simplemente deben asumir que se rindieron sin siquiera intentarlo.
De un conocido listado, “Consejos para perder una elección”, he seleccionado cuatro que quiero compartir con ustedes pues tienen que ver con nuestra preocupación de hoy:
– Usted no necesita apoderados (delegados)ni vocales de mesas.
– Los apoderadosde mesa no necesitan capacitación.
– Nombre sus apoderados el día antes. Es mera formalidad.
– Los cómputos paralelos no sirven para nada.
Una de las experiencias que mejor conozco –la que terminó poniendo a Pinochet fuera de la Presidencia de la República- afortunadamente leyó y aplicó esos consejos en forma positiva. Ese hecho fue clave para conseguir la victoria. Claaaro, el contexto era otro, entre otras cosas porque las organizaciones políticas participantes primero se unieron y luego se pusieron a trabajar. En otros contextos ocurre lo contrario.Primero se sacan los ojos y se dividen, luego cuando ya están medio ciegos se fajan con el tema de los candidatos y finalmente se dan cuenta que olvidaron un detalle: había que conseguir la unidad al principio y no cuando esta unidad es tan urgente que no se puede dar sin la condición ineludible de apoyar a quien la vocea.Y como la historia por estos mares se repite tanto habrá que esperar la salida al escenario de los carritos con las firmas en el Centro Olímpico.
“Lo único que no tiene remedio es la leche” dice mi tío Pepe, de modo que en ese espíritu confío en que todavía haya tiempo para que los demócratas, o sea casi todos, den prueba de su condición trabajando por asegurar que las elecciones del 2016 sean efectivamente reflejo de la voluntad popular. Para garantizar que la soberanía del voto se respete es imprescindible que quienes apuestan a la democracia inicien un trabajo planificado, técnico y político para el Control Electoral.
Capacitar más de 16.000 agentes o delegados electorales defensores del voto popular (uno por mesa electoral más algunos que deberán actuar como remplazos), una red de comunicaciones que permita que los resultados de cada mesa y colegio electoral sea transmitido a un centro de cómputos que pueda informar, si es necesario, al mismo tiempo que la información oficial, los resultados, es un imperativo, una obligación.
Es verdad que un demócrata debe estar preparado para perder, pero debe ser derrotado por la voluntad popular expresada en las urnas, no por aquello que se rechaza con ofensiva negación de derechos: El reclamo que se califica luego con desprecio como “pataleo”, no es más que la expresión más clara de la ideología del fraude y de sus defensores.
Ya que muchos no son opositores aunque lo declaren, tal vez pueden hacer un esfuerzo para que en el 2016 no pierdan todos, es decir, la democracia.
De darse el caso también habrá que evitar que cuando todo esté consumado aparezca algún vocero o vocera repitiendo el último de los consejos para perder una elección: “No diga: perdimos. Diga: ganamos experiencia.”