El pasado 31 de mayo fue publicado el informe de las últimas elecciones en Haití, denunciadas como irregulares por la oposición. La primera ronda de las presidenciales fue el 25 de octubre de 2015 y el nueve de agosto las municipales y parlamentarias.
La Comisión Independiente de Evaluación y Verificación Electoral ( CIEVE) creó un revuelo al confirmar las versiones de que se produjo un fraude generalizado y recomendar al Consejo Electoral Provisional (CEP) retornar a cero en el caso de las presidenciales y, por tanto, realizar nuevas votaciones. La RNDDHH (Red Nacional de Defensa de Derechos Humanos) lo había advertido, igual que voceros de la oposición y otras organizaciones de la sociedad civil.
Dicho sea de paso, el panorama político todavía sigue incierto.
Desbordantes protestas callejeras llevaron a la suspensión de la segunda vuelta de los comicios convocados para el pasado 24 de enero.
En febrero terminó el período para el que fue electo el presidente Michel Martelly y el Parlamento votó por mayoría dar a Jocelerme Privert un mandato como presidente provisorio por 120 días en medio del vacío institucional y la suspensión de elecciones. Su misión inmediata debió ser la celebración de las alecciones, pero su mandato terminó. Antes, el CEP había convocado los comicios para el día nueve de octubre próximo.
La CIEVE también se refirió a los “votos zombis”, aquellos no localizados y los ejercidos en nombre de algunos-as ciudadanos-as engañados por la máquina politiquera
El informe basado en una muestra de 25% de las actas, destacó 628,000 votos son ilocalizables (equivalente al 40% de los votos válidos), además de que fueron identificadas 180,250 cédulas falsas. Votaron 1,560,631 electores, equivalentes al 30% de la población habilitada (abstención de cerca 70%). De ese total sólo puede ser considerado válido el 9%, según criterios definidos por la CIEVE a partir del decreto electoral. La CIEVE también se refirió a los “votos zombis”, aquellos no localizados y los ejercidos en nombre de algunos-as ciudadanos-as engañados por la máquina politiquera.
De acuerdo a un editorial de The New York Times, un influyente diario de Estados Unidos, al parecer en ese país no cayó bien la decisión del CIEVE. Trató de usar la moderación con el título: “Let´sget Haití vote rightthis time”, lo cual se podría traducir literalmente como: “Vamos a hacer que Haití vote correctamente esta vez”. Dejaron bien claro que intentar que los más de 50 candidatos presidenciales vayan de nuevo a las elecciones “no es razonable”.
En la 46 Asamblea de la Organización de Estados Americanos (OEA) realizada del 12 al 15 de junio pasado en República Dominicana, el actual canciller haitiano, Pierrot Delienne, ha solicitado a ese organismo regional su asistencia en el montaje de las elecciones previstas para el nueve de octubre del 2016. No obstante, aun con esa asistencia, en las elecciones de 2015 y de 2010 se presenciaron y comprobaron importantes irregularidades.
La situación político-electoral en Haití encuentra algunas similitudes con la dominicana. Sólo que, al parecer, tanto los medios como la población, excepto una parte de la élite política, consideran cerrado el proceso electoral del 15 de mayo pasado. La oposición dominicana recién organizó una marcha para llevar a la OEA sus quejas y sus presuntas pruebas, pero se percibe un ambiente de seguridad de que los ganadores del oficialista Partido de la Liberación Dominicana y aliados proseguirán al frente de la cosa pública.
La élite política, la sociedad civil y los diferentes medios de comunicación haitianos, han vencido tanto las intenciones de permanecer en el poder del partido TètKale (cabeza pelada, nombre adoptado por ex presidente Michel Martelly para su partido político), como a la comunidad internacional, incluyendo a la OEA, por querer elecciones aún con uno de los dos candidatos, quien había renunciado a participar.
Una vez más Haití ha demostrado que sus procesos socio-políticos realmente se encuentran en el mundo Occidental y democrático, pero con sus particularidades muy especiales y extraordinarias que marcan diferencias de la República vecina y de tantos otros países de América Latina y el Caribe.