“Para muchos ganar las elecciones importa
más que la voluntad del pueblo”
Víctor Masalles
La pandemia encontró a la humanidad en un pésimo momento político, social y económico de su historia. El dominio del neoliberalismo explica sin derecho a réplica que las injusticias sociales y económicas provocan sistemas económicos y políticos incapaces de responder adecuadamente a peligros como los del Covid 19. Para colmo, frente a esa impotencia vemos aparecer desde la burbuja soluciones que no son y negacionismos que quieren hacernos creer que somos portadores de una inmunidad superior.
No puede ser sorpresa que Bolsonaro y Trump tengan respecto al virus esa temible comunión criminal, tampoco nadie puede hacerse el sorprendido con López Obrador. Pero es innegable que no a todos les va mal. Tampoco es sorpresa que en América, Cuba parezca haber superado el período crítico y haya estado ayudando a otros países a lograrlo. Donde nos toca más de cerca, en cambio, las cosas no se ven alentadoras.
Empiezo por Chile en donde bastó con el anuncio de medidas para la apertura de actividades económicas para que un eterno candidato y actual alcalde ordenara abrir un centro comercial y disponer otras necedades que hicieron colapsar el sistema sanitario y pusieron en cuarentena a más de 8 millones de chilenos en las últimas semanas. La decisión de ensayar medidas distintas a quedarse en casa, usar mascarilla, distanciamiento físico y lavarse las manos eliminó la aparente ventaja que tenía Chile. Sobra insistir sobre la gravedad de la situación sanitaria de Chile en estos días.
Acá estamos ensayando lo mismo con la única diferencia de que por allá -con excepción de algunas actitudes desafiantes frente a las medidas sanitarias y su incumplimiento- no se ha expresado políticamente el negacionismo. Esa importante corriente negacionista está tomando fuerza en el país, al parecer inspirada por el amo, Donald Trump, quien declaró hace unos días que "Los test son arma de doble filo. Cuando realizas tantos test, vas a encontrar más gente, vas a encontrar más casos".
Si quieren ver como se manifiesta el “bolsonarismo”, revisen la foto publicada en Acento de la manifestación en la Plaza de la Bandera el pasado 22 de junio donde posa un grupo sin respetar el distanciamiento físico y sin mascarillas.
Así de increíbles sonaban unas declaraciones que vi en la tele el viernes 12 de junio: “Pero resulta que para el último boletín se hicieron el doble de pruebas 2.465 y entonces, si hay una proporción de 17% que da positivo si usted hace 100 pruebas entonces le va dar 17 positivos, pero si hace 200 le da 34 y así por el estilo”. De más está decir que los 34 siguen siendo el 17% de positividad de las 200 pruebas del ejemplo. Ese porcentaje es alto incluso si usted lo comparara con Chile donde la positividad ha llegado algunos días al 58%, pero no es posible dejar de señalar lo evidente: si se hacen 100 pruebas salen 58 positivas y si se hacen 200 serán 116. Más allá de la obvia manipulación de cifras, de la incomprensión de la regla de tres y de una intención que en las actuales circunstancias es preferible ignorar, está claro que estamos perdiendo mucho tiempo y que esta pérdida tendrá consecuencias en aumento de contagios y de fallecimientos.
Cuando se determinó la apertura no fuimos pocos los que manifestamos dudas acerca de la conveniencia de iniciarla cuando el número de casos de contagiados y el de fallecimientos no estaba en decrecimiento y cuando la positividad de las pruebas estaba muy lejos del 5% que se considera para determinar una situación de control de la pandemia. También en la tele vi al Dr. Pedro Ureña referirse a la decisión de “abrir” y el 18 de mayo consideró que era “Buena para la economía, pero muy mala para la salud”, un argumento suficiente para aquellos que validan la apertura y se afanan en empequeñecer la importancia de que los casos siguen aumentando. La posición de Participación Ciudadana, en evidente acuerdo con el negacionismo imperial, no sorprende cuando refiriéndose a las elecciones se despacha que las filas de electores serán las mismas que actualmente hay en los bancos. Claro, lo que no dice es que también por las filas de los bancos los casos aumentan cada día. Me pregunto si lo apropiado no sería intentar terminar con las filas en los bancos y exigir de las instituciones financieras mayor cantidad de locales, de personal y de horarios. El daño que se hace es incalculable si se utilizan las elecciones para justificar lo que no está funcionando apropiadamente.
Resulta indudable que se ha politizado el intento de control del virus y que la política está mostrando perfiles crueles con el agravante de que, si la crisis sanitaria empeora todavía más, quienes están promoviendo la idea de que ir a votar no significa riesgo, no asumirán ninguna responsabilidad. Espero que el Estado tenga la fortaleza necesaria para informar, siquiera, de lo que puede significar esta aventura y que quienes decidan asistir a votar estén claros de que lo hacen informados y bajo su responsabilidad.
La Junta Central Electoral, justificando la necesidad de aplazar las elecciones en su resolución del 13 de abril anotaba: “CONSIDERANDO: Que dentro de las medidas sanitarias adoptadas, la más eficaz para contener la expansión del COVID-19, recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y asumida por el Ministerio de Salud Pública de la República Dominicana, consiste en reordenar el contacto social a fin de reducir la aglomeración de personas y de esta forma prevenir el contagio masivo o la transmisión comunitaria, lo que requiere establecer restricciones a la circulación de personas y las aglomeraciones.” Esa medida fue considerada inteligente por los dirigentes políticos y la fecha del 5 de julio incluso fue vista como un deseo que esperaban poder cumplir una vez superada la situación sanitaria. Este considerando es importante pues hace directa referencia a la pandemia y debemos destacarlo porque la situación que justifica el cambio de fecha de la elección no parece haber cambiado. Lo que está peligrosamente cambiando es la aparición de grupos negacionistas del Covid 19 y que lo nieguen supuestamente en defensa de la democracia tensa el ambiente político pues si hay algo que nadie puede discutir es que las elecciones supuestas a realizarse el 5 de julio serán cualquier cosa menos democrática. Por eso precisamente podemos sugerir referirnos a las elecciones del 5 de julio utilizando calificativos algo más serios que el de “atípicas”.
Los candidatos no han podido hacer campaña y una elección sin campaña no puede ser calificada de democrática. La posibilidad del voto en el exterior está en duda todavía en varios países y eso ya es otra dificultad. No podrán votar los contagiados cuya cantidad al día de ayer martes 23 eran 27.936 que no pueden abandonar su confinamiento. Sería macabro convocar a votar a los mayores de 65 años, unos 870.000 electores y además la abstención será elevada por la población que decida no correr altos riesgos y por su deber de autoprotección no ejercer sus derechos cívicos, cuestión que tendrá consecuencias políticas en el futuro.
Leí hace unos días un artículo que quiero parafrasear: cuando lo humanitario se politiza resulta un imperativo humanizar la política. Esa es la tarea de hoy y el gobierno no puede evadir su responsabilidad. Si como decíamos, la pandemia nos sorprendió en un mal momento, es hora de que el gobierno saque fuerzas y haga lo que sin duda le corresponde hacer para el control de la pandemia. Hasta ahora es absolutamente comprensible que después de la suspensión de las elecciones de febrero y de tener que pagar todos los costos (las complicidades se pagan y son caras) el gobierno y el Estado están obligados a tomar todas las medidas necesarias, aunque sean impopulares y aunque provoquen molestias en los gremios empresariales –que, por cierto, fueron los únicos que aplaudieron el desescalamiento progresivo en un momento ya comprobadamente inoportuno.
Estrategias como la “inmunidad del rebaño” ya han demostrado su inutilidad y ocultan la ausencia de medidas anticipatorias al inicio de la crisis, como ocurrió con la celebración de las elecciones el 15 de marzo. La debilidad política que ha afectado al gobierno debe revertirse en las medidas que los expertos recomiendan y su obligación es asegurar que la población las cumpla. Me refiero a decretar cuarentenas y confinamiento real en las zonas de alto contagio (Gran Santo Domingo, Santiago, San Cristóbal y La Vega), se debe reducir en forma radical toda actividad laboral presencial, pues, aunque las empresas informan cumplir con los protocolos sanitarios los trabajadores deben trasladarse en unidades de transporte en que se arriesgan al contagio y a trasladar el virus a sus áreas de residencias que son de mayor hacinamiento y presencia de otras enfermedades. Y al respecto copio lo que dicen los “Representantes de las ciencias, investigación y sociedades médicas” de Chile: “el costo económico y social de seguir con medidas laxas, por meses, será mucho más alto que el que implique parar unas semanas.”
Corresponde por supuesto al gobierno asegurar la continuidad de programas de entrega de alimentos y es mucho más fácil la entrega de recursos económicos a través de los programas en desarrollo mejorando la cobertura y los tiempos de cancelación, lo que podría ser facilitado con el concurso de las instituciones financieras y serviría para activar las economías locales. La movilidad en los lugares críticos debe ser permitida sólo a los servicios de abastecimientos.
Las pruebas han sido, como anotábamos antes, materia de conflicto. Cuando no había pruebas disponibles en el mundo aquí las exigían y ahora que se hacen las cuestionan porque aparecen muchos casos. Pero tengo la impresión de que la prueba sin trazabilidad no cumple completamente con su potencial de control de la pandemia y eso va a suponer de éste y del gobierno que venga un gran esfuerzo pues se necesitarán varios miles de agentes sanitarios para determinar el camino del contagio y el aislamiento de los contagiados.
Por todas esas razones sigo viendo como altamente imprudente que estas elecciones nada democráticas deban realizarse. Y tal vez no deban realizarse precisamente para proteger a miles de dominicanos y dominicanas en riesgo por la incapacidad de políticos puestos en evidencia por el Covid 19 que prefieren una cantidad todavía indefinida de muertos y muertas a la posibilidad de acordar modalidades de emergencia para el ejercicio del poder post 16 de agosto.