Lo que sucedió el domingo próximo pasado con las elecciones municipales comenzó a ser conocido desde la noche del sábado cuando se informó sobre algunas dificultades que presentaba el sistema de voto automatizado.

Ya exactamente a las 11:11 am del domingo de manera formal la Junta Central Electoral-JCE- como algo inédito desde las primeras elecciones de diciembre de 1962 después de la caída de la dictadura de Trujillo, suspendía formalmente las elecciones municipales en todo el país. De entrada hay que tener presente una valoración de justicia histórica en cuanto a destacar que se registran a partir de diciembre de 1962 hechos mucho más graves  que lo acontecido el domingo,  aunque por razones de poder e intereses predominantes  nunca antes fueron suspendidas unas elecciones.

Una rigurosa, muy seria y completa evaluación del porqué de lo ocurrido es un primer paso para procurar superar esta gran crisis institucional y restablecer la credibilidad en tan fundamental órgano del Estado dominicano.

Desde esta columna (Gerencia y Estado) hemos estado publicando una serie de artículos sobre las elecciones dominicanas (Elecciones 2020) a partir de la tan alta valoración que tienen las elecciones en cuanto a fortalecer al Estado como el más alto nivel de organización de la sociedad, así como dimensionar el Poder Electoral como uno de los principales del Estado en su condición y capacidad de legitimar los demás poderes y de ahí su trascendencia.

Son y serán muchas las posiciones, opiniones, elucubraciones, especulaciones e hipótesis del porqué sucedió lo inimaginable, lo increíble, el domingo próximo pasado. Pero más allá de las sospechas, acusaciones y hasta de recurrir- como algo natural- a la “teoría de la conspiración” interesa saber en primer lugar por qué sucedió en lo gerencial y técnico una falla tan grave.

Conscientes de que los magistrados de la Junta Central Electoral por elementales razones de división del trabajo debían delegar en los gerentes y especialistas los aspectos operativos del proceso. Sin olvidar un básico principio gerencial que expresa: “Se delega autoridad, pero no responsabilidad” y de ahí el compromiso de quien dirige de involucrarse  hasta en los más mínimos detalles y por su tan delicada representación de la sociedad, apoyarse en todos los mecanismos y recursos posibles para vigilar a sus subalternos.

¿Por qué sucedió? La primera y más urgente respuesta, y de haber detrás una intención de dañar más allá de fallas técnicas,  proceden  las más enérgicas sanciones como única forma de superar un pasado tenebroso e inaugurar una nueva etapa del desarrollo democrático del pueblo dominicano, que una vez más dio un hermoso ejemplo de civismo.