Como ya se ha comentado, la práctica política ha devenido en dos posiciones contradictorias. La política para conquistar el poder que los vencedores utilizan para su propio provecho o la política para lograr objetivos de bien común, es decir para beneficio de la sociedad.

Esas dos interpretaciones trascienden las fronteras nacionales y evidentemente es un problema de toda  la humanidad. Por lo que cada nación procura disponer de sanciones morales y  contrapesos de distintos tipos  al ejercicio de esa  política orientada hacia el interés mezquino. 

Lo dicho tiene que ver con la política ¿Y qué acontece con los hombres y mujeres que la ejercen? ¿Existen personas que se propongan en el accionar político como su principal tarea,  los objetivos del bien común, es decir que su proceder se oriente preponderantemente hacia el beneficio de la sociedad?

Una mirada a la historia indica que sí, que esas o esos políticos  han existido. Hay muchos nombres, entre esos algunos no tan conocidos. José Cordero Michel, Yolanda Guzmán, Pedro Francisco Bonó, Ulises Francisco Espaillat, Manuel Aurelio Tavares Justo, Amín Abel Hasbún. Gregorio Luperón, Juan Pablo Duarte; María Trinidad Sánchez, las Hermanas Mirabal. Hay otras figuras que pudiesen ser consideradas, pero por razones de circunstancias históricas pueden ser fuentes de polémicas, por lo que procede conservar cierto espíritu de consenso para no perder el objetivo de la presente dilucidación.

¿Por qué es tan difícil lograr que frente al Estado o lo público que es la esencia de la política pueda la sociedad tener a las personas más indicadas? Realmente existen personas que tienen las cualidades  de ser solidarios, desprendidos, honestos e incluso estar abiertos a la preparación para servir a los demás desde el Estado, y para el caso de algunos de los nombres citados hasta  han sido capaces de ofrendar lo más preciado- sus vidas- por servir a bien común.   Pero más que dejarlo a las circunstancias o las expectativas sobre esas trascendentales personalidades debe la sociedad procurar mecanismos de efectivos controles para que  no sea una excepción sino la regla, que ocupen la dirección del Estado aquellas o aquellos comprometidos realmente,  de auténtica vocación hacia el bien común.

A 57 años de las primeras elecciones democráticas después de la caída de la tiranía de Trujillo y a pocos meses de las próximas elecciones municipales, congresuales y presidenciales se requiere no sólo de una profunda reflexión sobre el más apropiado perfil de quienes han de ejercer como políticas o políticos,  sino que además que se procuren efectivos mecanismos de control contribuyendo así, grandemente aun sea  paso a paso, a una mejor convivencia social.