Los dominicanos nos salvamos en tablita en la recién celebrada contienda electoral.  A pesar de las muchas artimañas del partido de gobierno que fueron toleradas por las autoridades electorales, tales como las encuestas falsas y dádivas inescrupulosas, nos libramos de un pandemonio político por la firme voluntad del pueblo dominicano, que no ha dejado lugar a dudas al expresarse en las urnas. La preferencia del electorado confirmada el 5 de julio fue tan contundente a favor del partido mayoritario de oposición, que las debilidades del proceso no se constituyeron en motivo para cuestionar los resultados del sufragio en el conjunto.

Por suerte el proceso no fue puesto a prueba en las elecciones presidenciales con resultados de diferencias mínimas entre los votos computados a los partidos contendientes, pues la verdad es que nuestro sistema electoral aun no es el robusto instrumento de medición precisa que necesitamos para seguir fortaleciendo la democracia. Cuando la votación es muy cerrada, como han sido los casos de las elecciones senatoriales en Elías Piña y San Pedro de Macorís, entonces afloran las debilidades que son amplificadas por las quejas de candidatos, partidos y electores.

En su informe preliminar de 18 páginas, la Misión de Observación Electoral de la OEA ha señalado una serie de fallas e hizo 47 recomendaciones para la mejora del sistema, dejando claro que nos queda un arduo trabajo por delante para refinar el proceso electoral dominicano antes de 2024. No debemos apostar a que la Providencia interceda cada cuatro años para compensar nuestras negligencias en la gestión del proceso electoral y sacarnos las castañas del fuego: tenemos que empezar inmediatamente a implementar nosotros mismos las recomendaciones para la mejora del sistema.

Hoy enfocaremos solo uno de los muchos comentarios del valioso informe preliminar, porque se refiere a una deficiencia constante en prácticamente todos los comicios recientes, como es la dificultad que tienen algunos ciudadanos de votar, a pesar de su empeño, porque no aparecen en el padrón del colegio donde ellos entienden que deben sufragar. Los observadores de la OEA resumen sus hallazgos al respecto en un párrafo de la página 6:

Durante la jornada, la Misión recibió denuncias a través de sus formularios oficiales. Problemas para encontrarse en la lista de votantes fue el incidente más denunciado, tanto en el país como en el exterior, con un número de votantes que al momento de acercarse al centro de votación tuvieron conocimiento de que no figuraban en el padrón. Todas las denuncias recibidas serán trasladadas a las autoridades correspondientes y también anexadas al informe final que se presente ante el Consejo Permanente de la OEA.

Fueron muchas las quejas de los ciudadanos que no pudieron sufragar porque no aparecieron en el padrón del colegio electoral donde esperaban votar, y muchos incluso se quejaron por escrito ante los observadores de la OEA. También hubo casos que fueron reportados en detalle por la prensa, como el de Elva Laura Rodríguez: la dama denunció que fue informada en el liceo secundario Ana Gloria de la Cruz de Estrella, ubicado en el sector Villa Progreso, de Santiago, que ella estaba inscrita para sufragar en Suiza, a pesar de que asegura haber votado en ese recinto en las municipales de marzo 2020. Otros videos circularon profusamente por las redes sociales el mismo día de los comicios: ciudadanos quejándose en sus respectivos pueblos por haber sido impedidos de votar por “dislocamiento del padrón”. En muchos casos, los electores dislocados fueron informados que están inscritos en circunscripciones del extranjero, a pesar de ellos nunca haber votado fuera de República Dominicana. En un caso específico, una joven embarazada de 34 años afirma siempre haber votado, desde los 18 años, en el colegio CONSA de Los Prados, incluso en las municipales de marzo, pero fue informada que está registrada para votar en el extranjero.

No se multiplicaron y amplificaron más las fuertes quejas de electores impedidos de votar, porque al final esos votos no alteraban el triunfo de la oposición en las presidenciales y en la gran mayoría de las carreras congresuales. Aunque indudablemente los “dislocamientos” de sufragantes aparentan haber aminorado con el paso del tiempo, todavía causa demasiado ruido el fenómeno de ciudadanos descontentos porque inesperadamente (para ellos) se ven impedidos de votar en “su” mesa electoral. En caso de unas elecciones muy competidas y con poca diferencia de votos para definir ganadores, esas inconformidades se prestarían para alegar fraude.

Las quejas documentadas de los ciudadanos deben ser investigadas y explicadas tan pronto se reciba el informe de la MOE de la OEA. Además, la Junta Central Electoral debe emprender una fuerte campaña, con el apoyo de los partidos políticos e instituciones de la sociedad civil, para actualizar los registros con el verdadero lugar de residencia de los ciudadanos, y asignar el lugar de sufragio en la circunscripción que corresponde geográficamente a cada ciudadano, solo permitiendo alguna alteración a esta regla por motivos muy especiales. Todavía hay muchos electores registrados en sus comarcas de origen, aunque en muchos casos hace décadas que no residen allí. Esto no tiene ningún sentido: dificulta su participación en los comicios y se presta a la mala práctica de los partidos políticos de ofrecer facilidades para el transporte y dieta de los electores, esperando a cambio ser favorecidos con el voto.

Sin perder tiempo, debemos iniciar las preparaciones para las elecciones del 2024, como lo hacen en estos momentos los partidos y futuros candidatos. A pesar de los avances, persisten muchas deficiencias, algunas de ellas de larga data como el “dislocamiento” de electores que hemos esbozado hoy. Hay muchos aspectos del proceso que debemos afinar, mejorar continuamente. Ahora, no mañana, es el mejor momento para emprender un proceso de saneamiento del sistema electoral dominicano.