Si hay una innegable realidad en cuanto a ser dominicana o dominicano es ese sentimiento profundo de pertenencia de la República Dominicana como nación. De seguro que estudios de antropología social y de psicología social han de explicar los fundamentos de la identidad nacional-cultural de cualquier país del mundo, pero cada cual que lo vive, lo siente o respira, inmediatamente lo entiende sin recurrir a estudios especializados.

Por lo dicho los de allá somos los mismos que los de aquí y viceversa. Visto desde el título de un gran poema: “Hay un país en el mundo”,  puede ser interpretado más allá de la localización geográfica, ese poema de  Pedro Mir tiene hoy además  la connotación de la presencia dominicana  en el mundo.  O recurriendo de nuevo a la poesía en versos de Jorge Luis Borges: “Nadie es la Patria… pero todos debemos de serlo. Arda en mi pecho y en el vuestro incesante, ese límpido fuego misterioso”.

Lo dicho es para que lo tengamos presente al considerar la posibilidad o no del voto de las y los dominicanos en el exterior y lo realmente lamentable que sería impedir dadas la actual circunstancia de la pandemia, el ejercicio de ese derecho de rango constitucional.

Se ha explicado que lo establecido es el sufragio directo y personal por lo que ante la prohibición de los países donde residen no sería posible la votación.

De no encontrarse una solución, procede decir que se deducen grandes lecturas y enseñanzas. Una de las principales es el poco avance institucional del Poder Electoral en 58 años desde el 1962,  pues el fondo es un asunto de confianza, de credibilidad. Por ejemplo se anuncia que para las elecciones de los EEUU de noviembre en Pensilvania de una población de más de  48 millones de personas,  sólo se votaría por correo y con los tan grandes avances de las Tecnología de Información y Comunicaciones –TIC- debería ser relativamente sencillo votar desde cualquier lugar del mundo. Sólo recordar las millones de transacciones financieras  seguras que se hacen a diario con un número de tarjeta y su contraseña, lo cual indica que lo  mismo podría aplicarse con la cédula personal de identidad  y electoral.

Sería muy duro aceptar que a 589 mil 497 dominicanas y dominicanos se le coarte el ejercicio del derecho a elegir y ser elegidos.

Lo cual en esencia es por  confiabilidad o credibilidad de los resultados en lo institucional, lo cual lacera  aún más  el alma nacional a los de allá y a los de aquí por cuanto somos los mismos.