En las elecciones dominicanas del 16 de mayo de 1942 que tuvo la peculiaridad de ser la primera con voto femenino, no se generó ningún problema en cuanto a sus resultados entre ganadores y perdedores por cuanto solo participó un candidato  y obtuvo el  100% de los votos. En la realidad de la sociedad humana caracterizada entre otras por las naturales divergencias esos resultados entonces lo explica la existencia de la dictadura de Trujillo.

Hoy el mundo ha tanto más que comprobado el valor de la democracia en la renovación de la dirección de los Estados. Para no ir muy lejos, en el país más democrático de América Latina y el Caribe, Costa Rica, no es casual que se reporta a la fecha  10 fallecidos por causa de COVID-19 y aún con sus entendibles limitaciones siempre ha sido respetable en el mundo  su Índice de Desarrollo Humano, determinado por grandes avances en las vertientes fundamentales.  La apuesta por la democracia se justifica.

Lo evidente en elecciones democráticas es que haya legítimos ganadores y perdedores; pero para lograr eso se requiere de un Tribunal Electoral realmente independiente, que se pueda controlar ventajas o beneficios entre los contrincantes y que el proceso de votación y conteo sea tan transparente para que aún con márgenes muy estrechos los perdedores puedan aceptar en poco tiempo la derrota y que el Estado y el país pueda seguir su curso.

Después de la caída de la tiranía de Trujillo, cuando se entendía que la República Dominicana se encaminaría ascendentemente por senderos auténticamente democráticos, no ocurrió así. Groseros fraudes, vulgares trampas electorales o ventajas irracionales fue el orden del día en las elecciones dominicanas y ahí están  las cicatrices de traumas como las “elecciones” de 1966  con la ocupación de tropas de los EEUU, las “elecciones” de 1970 y 1974 y la negativa del perdedor  en las elecciones de 1978 en cuanto a aceptar los resultados y después una “transacción” mediante la cual se le regalaba 4 senadurías.

Cuando esos desafueros parecían  ya haber terminado,  en el 1994 el perdedor salió ganador, para finalmente ser reconocido uno de los más grandes fraudes en la historia y tener así que modificar la Constitución para realizar nuevas elecciones en el 1996.

Aún con pandemia procede esperar que el próximo 5 de julio o en su defecto el 28 del mismo mes no solo haya un claro veredicto, sino la aceptación de los resultados para seguir enfrentando la calamidad de salud pública que  hoy se vive y se sufre en  la República Dominicana y el mundo.