Ante la terrible realidad que la contagiosa enfermedad COVID-19 ha impuesto al país aquí y allá allende los mares a nuestra población migrante y  a la humanidad toda,  el liderazgo político nacional ha respondido con una gran sensatez, ampliando las variadas  iniciativas gubernamentales, en sus diferentes matices con equipos, materiales, medicamentos y alimentos para combatir los efectos de esa macabra pandemia. Lo mismo han hecho empresarios mediante valiosas donaciones y otras iniciativas.

La verdad es que ningún país del mundo dispone de todas las estrategias y recursos para ganar la batalla en el corto plazo a la  tan contagiosa enfermedad  COVID-19. Y se debe, entre otros factores, a que ese virus no es del todo conocido en su comportamiento, que si bien las respuestas de la Ciencia y la Tecnología han sido más que rápidas, su complejidad no está del todo dilucidada. Un aspecto tan importante como la inmunización después de contraer la enfermedad y superarla parece no estar del todo definido,  y el contagio por la vía de casos totalmente asintomáticos hace más que imprevisible su pleno control.

Se destaca cómo Singapur considerado a la víspera uno de los casos más exitoso ha tenido que admitir un repunte  el jueves próximo pasado con 287 nuevas infecciones en comparación con 142 del día anterior. Por otra parte el sábado en Italia y en España  se presentaba un retroceso relativo al incrementar el número de fallecidos respecto  al día anterior,  pasando  de  570 a 619 y de 510 a más de 600 respectivamente,  generando incertidumbre sobre el denominado aplanamiento de la curva.

En la República Dominicana por su condición de país tercermundista la situación se agrava y requiere por lo tanto concentrar todos los  esfuerzos en enfrentar la pandemia, por lo que hay que procurar la mejor gestión posible de las elecciones presidenciales y congresuales pendientes.

Si bien se han referido varios casos en el mundo de suspensión o aplazamiento electoral, la realidad dominicana es única. Se trata de elecciones presidenciales y congresuales dentro de un muy reducido margen de tiempo de su legitimidad. De ahí que haber logrado consenso ante la consulta de la Junta Central Electoral-JCE- en el que predominan fechas razonables (mes de julio)   que no han sido motivo de conflictos, bien que contribuye a concentrar todos los esfuerzos en enfrentar la pandemia.

Que la sensatez siga siendo un proceder para que las elecciones pendientes, con toda y su indiscutible trascendencia, no sea en ningún caso un obstáculo que afecte la imprescindible unidad de todas y todos aquí y allá  en tan difíciles circunstancias.