Por más esfuerzos que hicimos decenas de personas por ayudar a alumbrar la difícil coyuntura electoral a la que estaba obligada a concurrir la oposición el pasado 15 de mayo de 2016, las llamadas fuerzas progresistas asistieron con las manos en la cabeza para que todo el poder del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) cayera sobre ellos en la dispersión y sin posibilidad de esquivar el ataque despiadado.
El candidato a la reelección Danilo Medina se ha impuesto nuevamente y con él se lleva para el PLD la mayoría legislativa calificada en ambas cámaras y también en las municipalidades.
Lo que acaba de pasar era la determinación que tenía el poder del PLD, pero todo se facilitó por la exigua calidad táctica de sus adversarios, combinada con su escaso compromiso real con la causa democrática y de justicia social del pueblo dominicano.
Salvando las distancias machistas propias de enero de 1492, ahora amigos progresistas hacen en República Dominicana lo mismo que el último califa de Granada, Boabdil: “Llora como una mujer lo que no supo defender como hombre”, tal como se lo enrostró su madre Aixa cuando coronaban el monte “El Suspiro del Moro” durante la retirada en derrota frente a las fuerzas castellanas.
Eso mismo hacen hoy nuestros amigos. Gritan ahora: ¡Me engañaron! ¡Me robaron las elecciones! ¡La Junta Central Electoral nos perjudicó! ¡Danilo usó los recursos del Estado para imponerse! La pregunta que debe rondar en el ambiente es: ¿Y qué esperaban ustedes?
Sabiendo por experiencia que todo eso sería así porque varios de ellos fueron dirigentes peledeístas y nunca denunciaron desde allí esos comportamientos, los progresistas se fueron resignados a que los aplastaran sin contar con un solo elemento de poder disuasorio a su favor.
Estoy de acuerdo que debieron ir a las elecciones, pero forjando la más amplia unidad táctica electoral probada en la movilización cotidiana de las masas en sus territorios y sectores sociales, ganando victorias parciales y solidificando la unidad para ponerle objetivos políticos alcanzables.
Pero nada de eso: todos se convirtieron en armadores de candidaturas y en facilitadores electorales –cada uno en su parcelita- para terminar aplastados sin piedad por políticos que se han vuelto más pragmáticos que los gurúes del Departamento de Estado de Estados Unidos.
El PLD se ha hecho en este país un traje a la medida y por eso ha tenido la “capacidad” de poner a su favor a la oligarquía a la que sacia, utiliza y ordeña; a los medios de comunicación comenzando por sus propietarios, siguiendo con sus ejecutivos y una turba de columnistas y comentaristas que andan enseñando su vello púbico porque ya perdieron la costumbre de usar refajos, todos seguidos por la fauna de partiditos de alquiler y chantaje que viven de los fondos públicos, los empleos asignados para alinearlos y su relación con el bajo mundo.
Si los opositores no están sordos, entiéndanlo ya: Al PLD no se lo puede vencer en una confrontación convencional porque dispone del Presupuesto, la Justicia, el Congreso y los tribunales electorales, todo eso unido con una insaciable sed de poder y de acumulación sin límites.
Para vencerlo hay que llevarlo a un combate irregular en el que yendo de lo pequeño a lo grande, empleando emboscadas y golpes de mano, todo ello pensado y respetado en una estrategia de cerco general para sitiarlo y finalmente rendirlo o aplastarlo.
¿Cómo se logra eso?
Primero, haciendo conciencia de que esa es una necesidad nacional para que la democracia –incluso a lo interno del PLD- se imponga como cultura para luego poder hablar de instituciones, trabajo decente, desarrollo, justicia social, progreso, dignidad y libertad.
Segundo, forjando la más amplia unidad política opositora con un eje progresista sólido, compacto, que garantice ir movilizando a la población por sus derechos económicos, políticos y sociales, combinando las conquistas económicas con un mayor grado de organización popular amplia que sea capaz de ir sistematizando sus experiencias y ganando conciencia política para luchar por un Estado popular y democrático.
La experiencia electoral que acaba de pasar demuestra lo certero de ese planteo unitario: en los lugares que los partidos Alianza por la Democracia, Frente Amplio y Partido Revolucionario Social Demócrata acudieron unidos en candidaturas municipales, hicieron un papel digno conquistando alcaldías o regidurías, pese al poder aplastante del PLD.
Por el contrario, con la mayor votación de la oposición progresista, Alianza País obtuvo una ganancia muy limitada cuando con una política más creativa y unitaria con la oposición pudo obtener varios diputados e incluso un par de senadores a la vez que contribuía a que otras fuerzas como Dominicanos por el Cambio, Partido Revolucionario Moderno o el Frente Amplio, consiguieran mayor representación en los municipios.
Lo dije en varios de mis artículos: la reelección tiene éxito si Danilo logra mantener divida a la oposición, maniatar a Leonel Fernández y utiliza a fondo los recursos del Estado, siempre que frente a esto, la oposición persista en su atomización y Leonel vea que no hay más camino que la resignación para evitar lo peor.
Eso es lo que ha pasado.
Si la oposición progresista sigue con su sordidez, con sus elucubraciones tácticas y su falta de compromiso real con los que sufren, nos veremos en cuatro años con otro aplastamiento brutal de la indecencia y un nuevo lamento cual perro que corre cada vez más veloz tratando de morderse la cola.
En cambio, si dirigentes sensibles, trabajadores y luchadores hacen conciencia del derrotero fatal de vivir en una “democracia de un solo partido” y saben combinar la lucha cotidiana con el valor estratégico de la unidad, no sería una aventura plantear la creación de un partido de las grandes masas populares gestado a partir de las fuerzas progresistas de hoy para disputar el poder en las nuevas coyunturas y campos de batalla que se presenten.
Ahí el panorama cambiaría totalmente y como es natural, desde hoy pido un puesto en un comité de base municipal de esa gran unidad. Mientras tanto, que nadie me invite a fortalecer parcelitas y a levantar pañuelos cuando se necesita una fuerza y una bandera que se vea de lejos y mueva vientos de esperanza.