Según la posible memoria, no hay en América Latina un recuerdo constante y obstinado, sobre la necesidad de importar periodistas, para debates de política interna en nuestros países.

Que quede claro, hoy con los medios electrónicos el carisma de un comunicador no tiene fronteras, pero al mismo tiempo, vale decir que un debate nacional de candidatos electorales  debe tener en su coordinación figuras nacionales de la comunicación, esos que hacen el día a día con la población Dominicana, a todo lo ancho y largo de nuestra media isla.

Mi premisa fundamental: un debate electoral no puede tratarse como un campeonato de béisbol, que requiere de refuerzos importados para el balance del torneo.

Esa visión es ridícula y sólo muestra un maldito complejo insular, digno de estudio porque ignora la propia historia del periodismo dominicano a lo largo de muchos años de existencia.

La gracia de los debates entre candidatos a presidentes, en el marco de los torneos electorales, es justamente que quienes dirijan o coordinen ante la pantalla sean figuras notables de los medios en cada país, porque ese detalle, junto a otros, forma parte del atractivo del propio debate.

El debate electoral tiene una función democrática: contribuye a la educación del electorado, lo supone no borrego, en un proceso donde su libertad de escuchar y reflexionar es libre y amplia.

Al margen de que se reconozca  que donde la ignorancia inducida campea, nunca puede haber educación para el voto consciente, el debate es un ensayo público de tormentas de ideas, que crea una pedagogía de conocimientos en la democracia.

Por otro lado, los debates libres y controvertidos, comprometen a los candidatos con sus promesas electorales, especialmente en la República Dominicana, donde el viento es un gran archivo de viejas promesas electorales (incluyendo aquella famosa del cálculo de la corrupción en relación a la inversión para erradicar la pobreza ¿La recuerdan?) que en casi una década nunca se cumplieron.

Nuestros candidatos, en general, son muy boquitas flojas, sus palabras no tienen ni límites ni seguros; todo se dice, todo se promete. El debate es un ayuda memoria de todas esas promesas que se hacen sin control ni planes expositivos.

A lo largo de todos estos años de vida democrática, para llamarle de algún modo, me pregunto: ¿No ha podido la Junta Central Electoral haber impuesto a los candidatos de modo formal la ejecución esos debates?…

¿Por qué siempre, al final, son las organizaciones de la sociedad civil y los grupos de presión empresarial los que terminan solicitando y logrando el debate entre los candidatos?…

¿Contemplará la ley de partidos la necesidad de estos debates electorales, útiles para la educación de la población?…

Si las reglas del debate son claras, notarizadas, etc., por más polarizadas que estén las campañas electorales, siempre habrán profesionales de la prensa Dominicana que puedan conducirlo.

Pero me olvido que estamos en la República Dominicana, y de ese maldito complejo insular que se tiene que ver compensado con todo lo que sea importado, porque es la "única" forma en que el sentimiento de legitimidad ante lo que se hace se siente confirmado.

Pareciera que el debate entre los candidatos presidenciales, el fervor o la fiebre que destapa, de inmediato nos remite a la pelota, hay que importar refuerzos, para que el equilibrio de la acción acordada, nivele lo criollo, de lo contrario, se tiene la impresión de que no se ha hecho bien; de que no se va aceptar, si es netamente nuestro.

La prensa dominicana, con todos sus defectos y cobardías, con todas sus omisiones y compromisos de silencios hartos evidentes en muchas de las actuales circunstancias, a pesar de eso, tienen figuras calificadas para poder conducir un debate entre los candidatos a la presidencia, en homenaje a ese debate clásico en la historia de nuestra televisión, como fuera aquel que dirigió brillantemente, el difunto Salvador Pitallugga, en 1962, entre Don Juan Bosch y el Reverendo, Lautico García. S. J.

Ha pasado mucho tiempo desde entonces, el espectro mediático dominicano se ha tecnologizado y, pese a que los propietarios de medios piensan más en las máquinas que en la formación de sus recursos humanos, repito, a pesar de eso también, la República Dominicana en el decurso del ejercicio del periodismo en todas sus áreas (Prensa Escrita, Televisión, Radio y Prensa Digital), ha generado figuras interesantes, al margen de sus tendencias políticas, porque tienen derecho a ellas.

Una cosa son sus tendencias y otra la demostración por décadas de su capacidad en el ejercicio profesional, cito unos cuantos, al margen de gusto personal o no.

Bienvenido Álvarez Vega,Rafael Núñez Grassal, Margarita Cordero, María Isabel Soldevilla,Carmen Imbert Brugal, Altagracia Ortiz, Nuria Piera, Alicia Ortega, Edith Febles, Patricia Báez, Yolanda Martínez, Alicia Estévez, Inés Aizpún, Patricia Solano, Juan Bolívar Díaz, Mario Emilio Pérez, Miguel Guerrero, Fausto Rosario Adames, Silvio Herasme Peña, Gustavo Olivo Peña, Claudio Acosta, Mozart Deláncer, Nelson Marrero.

En el recuento de todos esos nombres mixtos, si hubo algún olvido, no fue intencional, era sólo una muestra para demostrar que es posible nacionalizar un debate de candidato presidencial en esta campaña electoral del 2012.

Agrego que se observará que en esta lista, al azar, a golpe  de memoria, hay personas de ideas conservadoras y otros no conservadores, se notará también que hay profesionales de varias generaciones mezclados: es el ejemplo más fehaciente de que importar es un  insulto a los profesionales dominicanos y dominicanas.

Mi argumentación sigue siendo la misma: no es buena señal tener que compartir un debate electoral de República Dominicana, con un presentador "que venga a prestigiar" el evento.

Crasa imbecilidad. Muestra inequívoca de lo poco que podemos valorar en ese ejercicio de todos los días, si bien nos sorprende uno que otro ágrafo escrito y sonoro, a quienes con inteligencia y profesionalidad hacen su trabajo para el pueblo dominicano.

Vergüenza ajena, debilidad de criterio, frivolidad huera e inútil, de quien piensa que trayendo una figura extranjera haría más interesante un debate que esencialmente (pese a lo de aldea global), nos compete a nosotros.

En caso de que se trate de CNN/Latinoamericana, quien eso haya propuesto está totalmente desfasado y se notaría que no ha dado seguimiento estrecho a lo que internamente ha sucedido en esa cadena en el año 2011 y en lo que va del 2012.

Se han liquidado responsabilidades como la de mexicano Alberto Padilla, que presentaba con brillantez el tema de la economía, cuyo despido arbitrario fue notorio; ha desaparecido Daniel Viotto, quien vía su cuenta de Twitter, trató con mesura el tema.

CNN cada vez más se asemeja a uno de esos canales informales de noticias a la mexicana, según lo revela el estilo improvisado y chato de Fernando Rincón, quien junto a Patricia Janiot, no luce muy profesional.

Desde los movimientos de personal del 2011, CNN/División latinoamericana se ha banalizado mucho más de lo que era o siempre fue, siendo la calidad de ciertos profesionales, mucho menos que algunos de los nuestros, que participan en programas informativos locales.

Si se ha escogido a la actual CNN/División Latinoamérica y del Caribe, como referencia señera, ello quiere decir que el gusto de quien se entusiasmó con el tema, es lamentable, porque el objetivo del nuevo esquema comunicacional de esa cadena es la superficialidad total, la estupidización de la información.

El ejemplo final: Carlos Montero presentaba El Día, que era un panorama sobre las noticias hemisféricas latinoamericanas, diario, más las informaciones destacadas de todo el mundo. Pero le cambiaron el esquema y ahora se llama  Café CNN, junto a Alejandra Oráa y Lucía Navarro, gardeado de la peor frivolidad e incompetencia, Montero parece un llegado reciente, siendo un excelente presentador de noticias, con mejor timbre de voz.

Insisto, bastará con que las reglas del debate estén claras, para que  cualquiera de las figuras conocidas de nuestro ambiente nacional pueda conducirlo con el tino y la inteligencia, con la neutralidad y la sagacidad requerida.

Pero, ah, me había olvidado que estaba en República Dominicana, que ha terminado fabricando de todo, sin creérselo ella misma, con el pesimismo de que siempre hace lo peor, vaya desilusión…