A la larga, la gente espera que se le diga cómo debe actuar en las elecciones de este 5 de julio. No es lo mismo asistir a un evento normal, sin pandemia, que tener que ir a todas partes con una mascarilla. Vas al supermercado y tienes que esperar en una fila de al menos 10 personas. Luego que estas allí, entre productos y gente atestada en los pasillos, para pagar tienes que hacer otra fila. No es nada común lo que experimenta la gente, pero esta situación no solo se vive en Santo Domingo.
En Miami, Marraquesh o Kuala Lumpur –capital de Malasia–, para solo citar tres lugares al azar, tienen que usar las mismas máscaras. En cualquier parte del mundo se han extremado las medidas de seguridad con la finalidad de salvar vidas y evitar contagios.
Me enfrenté a una de estas filas hace menos de una semana. Tuve que tener paciencia para aguantar que una persona quisiera entrar en la fila antes que yo, cuando no había hecho su turno. La propuesta a violar el orden de la fila fue rechazada. La profesionalidad del encargado de la puerta fue premiada por mí con un saludo que le hice cuando tuve que entrar: “mira, muy profesional lo que hiciste”, fue mi comentario.
Ya adentro, por un azar de la historia, –un breve look al celular–, me llegó al pensamiento el viejo Donald. Quería saber si su peinado requería grandes cantidades de laca –spray–, para mantenerse incólume. Se procura que no sea molestado con el amistoso viento del campo de golf. Sin embargo, ya hemos visto en la web una foto suya con otro peinado, un poco más punk. Me había enterado que la campaña electoral estadounidense estaba en su punto. El martes 3 de noviembre tienen elecciones. Mientras tanto, nosotros estamos en una especie de intenso análisis sobre la evidente magia de los números. Interesantes datos de las encuestas publicadas están en el crítico escritorio de los analistas.
La conciencia de escenario es algo que habrán tenido que incorporar nuestros cientistas sociales. No es lo mismo lo que se vive hoy, a lo que se vivió hace unos cuantos meses. El escenario político ha cambiado de manera radical, y la respuesta de la gente ha estado viva, como queda demostrado en las redes sociales. Una pregunta que cae por fuerza de gravedad, como los meteoritos en los primeros días: como los dominicanos irán a votar?
Hay una especie de instructivo o unas ordenanzas –estos términos difieren–, para que los dominicanos vayan a las urnas en medio de la pandemia. Por lo pronto, el estado de emergencia ha sido prolongado en una medida que no ha dejado de tener críticos. Otro asunto me asaltó: lo rápido en que la gente se adaptó a la mascarilla. Aunque ahí están las fotos de la pandemia de 1918, uno se da cuenta de que en realidad está en una pandemia, cuando tiene que enfrentar una fila llena de gente con las más diversas mascarillas. Las hay de todos los colores, marcas y diseños. Esto parece una película de ciencia ficción, digamos Stargate Atlantis, y solo nos falta la música de Joel Goldsmith.
Esta serie me la recomendó un californiano que no está al tanto de lo que discuten los políticos dominicanos. Uno se pregunta cuál es el afán de ciertas series de extremar el movimiento como si se tratara de unas de esas películas de Chuck Norris, donde no se detiene la acción.
El otro fenómeno es la gente que cree que no le pasará nada, y que se detiene en un parque a conversar con más de 400 personas, previo al trago que se toman cuando es hora de la bebida. Aun con la regla de distanciamiento social y el famoso slogan de #quédateencasa, mucha gente ha salido a la calle, desesperada por tantos días sin ver el sol, sin sentir el aire. Alcoholizadas no, pero sí animosas en la bebida, dos mujeres de más de 50 años estaban en pleno malecón distrital con un “pote” de whisky o vino para “botar el golpe”.
La política en dominicana se tiene que entender como la evidencia de un proceso sui generis. Tenemos al candidato del principal partido de oposición, que está arriba en diversas encuestas, aquejado del virus. La magnitud de ese problema no todo el mundo la ha aquilatado. Sin embargo, y así debe ser, es como si estuviéramos tranquilos de saber que el candidato Abinader está en buenas manos. Los escenarios que se han manejado nos lucen diferentes a los de hace un mes y dos meses.