En cada elección el voto es un ensayo de ciudadanía responsable, y cada cual se retrata, o en un cuadro de honor, o en el cuadro de la vergüenza.

En primer lugar, la honra es participar, y la abstención es un acto irresponsable, y habla muy mal de nuestra moral, pues, ¿cómo quedarte en casa mientras se decide la suerte de la ciudad? La verdadera cuestión es muy simple: la gente decente vota, y los irresponsables se abstienen. La Constitución nos pide votar, y, a los creyentes las Escrituras nos exigen participar. No hay excusa que valga, y la única opción digna es el voto responsable.

En segundo lugar, es una vergüenza vender tu voto, o votar por compromiso con una persona indigna, que te concede favores, no de su propio peculio, sino de lo robado, de lo que es de todos, y que usa las dadivas como señuelo para conquistar tu voto. ¡Coge lo que te den!, pero no permitas que compren tu conciencia. Es vergüenza votar solo por lealtad a alguien, en lugar de lealtad a principios. Hay que votar por la decencia, y no por el favor; por la honradez, y no por las migajas que usan para comprar nuestro voto.

En tercer lugar, la elección es muy simple: escoge un alcalde, y eso arrastra a sus regidores, que es lo mejor. Si acaso tienes un regidor preferido, vota por él, y también por el alcalde del mismo partido, pero no te compliques, pues fácilmente te anulan el voto.

En cuarto lugar, vota en contra de los corruptos. Vota contra los que han construido la actual cadena del delito: funcionarios que roban, jueces que los absuelven, y diputados que se hacen de la vista gorda. No podemos apoyar lo malo, de modo que, si el rumor público acusa al candidato de algún delito, no debe recibir tu voto.

En quinto lugar, no votes por candidatos de partidos manchados por la corrupción, pues, si son leales a los malos, y guardan silencio ante el pecado de sus líderes, ¿no son también malos? ¿Se puede ser bueno apoyando lo malo?

En sexto lugar, vota por gente nueva, y en contra de los que se perpetúan en el poder, y se mantienen arriba por pura demagogia, pues no han hecho nada a favor de la ciudad, y usan el puesto público como una finca personal, pues carecen de una verdadera vocación de servicio. 

En séptimo lugar, vota por un cambio de dirección. Esto se paso de la raya, y debemos decir un ‘basta ya’, como dijo Viriato. Tenemos demasiado accidentes de tránsito, inseguridad en las calles, y corrupción en el gobierno. Hay que cambiar de dirección. Los que vengan pueden volverse malos, pero los que están ya sabemos que son malos, de modo que votar por ellos es votar en contra de la ciudad.

Votar es como tomarse un retrato: unos salen marcados por la vergüenza, y otros salen marcados por el honor, y tú debes votar por la dignidad.