Las próximas elecciones pasarán a la historia de las más trascendentales celebradas en nuestro país. Las razones son dos. Primero, se trata de una prueba de fuego para el sistema de partidos, en la medida en que, si bien ellos siguen convocando con gran intensidad la adhesión de militantes y simpatizantes, los estudios de la cultura política dominicana revelan un desencanto cada día mayor del ciudadano respecto de los partidos, un cansancio notorio de las estructuras partidarias, y un reto crucial para el partido que ha resultado hegemónico en los últimos años, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), organización que, si bien representa la más acabada y eficiente organización política, fruto del ingenio de un creador de partidos como Juan Bosch, hoy es afectada por una escisión, de cuyas consecuencias el torneo electoral será un barómetro esencial.
Segundo, la crisis económica inducida para detener la pandemia constituye un reto para la economía y la sociedad dominicana, que sólo podrá ser enfrentada con decisiones de reorientación del gasto público, reestructuración de la deuda pública, dinamización de la economía, activación del empleo, aumento de la inversión extranjera y nacional directa, inversión en obras públicas y en el sector salud, mejora de la calidad de la educación y de la competitividad, mantenimiento de la estabilidad macroeconómica y relanzamiento de la industria turística en medio de los miedos y las incertidumbres creados por la inesperada pandemia. Habrá que reajustar el modelo económico al tiempo que se previene el fantasma de la inflación, que ha sido clave para el crecimiento económico, para la marca país como destino de inversión, y se reorienta el gasto público hacia los antes referidos sectores, teniendo ello como pilar fundamental las asociaciones público-privadas y el gran activo que son los fondos de pensiones, que es el gran legado de una de las mejores reformas económicas efectuadas en el país: la de la seguridad social.
En un escenario como el anterior, cuando se va a atravesar el río, la sabiduría popular indica que no se debe cambiar de montura. Mucho menos cuando estamos en presencia de un jinete como el PLD que ha sabido mantener la estabilidad y el crecimiento económicos juntamente con la construcción e institucionalización de un Estado Social hoy menos clientelar que hace 25 años. Es esto lo que explica el secreto de la popularidad del PLD, del presidente Danilo Medina y del candidato presidencial Gonzalo Castillo: la simpatía de las clases populares que reconocen la eficiencia del suministro de prestaciones sociales, de las clases medias surgidas del crecimiento y de la estabilidad económicas, y del sector privado que se ha fortalecido en las gestiones del PLD, protegido frente a brisas bolivarianas que no nos llegan y cantos de sirenas populistas que no son escuchados. Y es esta la razón principal de por qué hay que votar por el PLD y sus aliados y por qué Gonzalo Castillo será el candidato más votado este domingo.
Lógicamente el triunfo de Gonzalo no está asegurado. Hay que revertir la sangría de votos peledeístas causada por la escisión tras las primarias y reducir a la mínima expresión el voto peledeísta disidente y de castigo. Hay que movilizar masivamente el voto morado y por los aliados por el PLD. Hay que defender legalmente el voto en las mesas como demandaba recientemente el presidente Medina. Hay que contrarrestar la campaña de deslegitimación de los resultados electorales del 5/7 ya en pleno apogeo, como lo evidencia la ausencia de una voluntad de la oposición de acatar los resultados si ellos no le son favorables, como si lo ha hecho Gonzalo.
En todo caso, Gonzalo es el candidato más carismático, el de más experiencia, el más humilde y cercano a la gente, el que tiene claro cuáles son las acciones que hay que emprender desde el gobierno para reiniciar el motor económico, el que cuenta con el mejor equipo económico y de gestión, el triunfador, el más trabajador y, sobre todo, el que verdaderamente constituye un cambio generacional como self made man y no como el simple heredero de una estirpe política. Lo que implica Danilo Medina al frente del PLD y Gonzalo Castillo en la presidencia, un Congreso con una amplia representación del PLD y sus aliados, lo que ello significa en términos de eficiencia y estabilidad, es precisamente lo que busca el dominicano ahora: confianza y seguridad frente a los peligros de los riesgos imponderables y la incertidumbre estructural de la época poscovid.