La capital del mundo no duerme, está en vilo y llena de pánico. Aterrorizada al ver morir más de 3,565 de sus residentes, tener 114,775 infectados del Coronavirus, y que muchos de estos podrían no sobrevivir a esta pandemia.

En sentido general, los Estados Unidos registra un reporte más crítico: 8,454 muertos, 311,637 infectados y 14,828 recuperados. A nivel mundial 1,215,945 infectados y más de 65,667 muertos.

En Nueva York, el acostumbrado desvelo de La Gran Manzana lo constituye el constante movimiento de miles de ciudadanos en sus calles y avenidas, lo que junto a la presencia de millones de turistas de distintas partes del mundo la convierten en una metrópoli fuera de serie.

Hasta hace pocas semanas, el corazón vibrante de Nueva York enviaba la sangre económica que inundaba a comercios, industrias, hoteles, restaurantes, bares, centros deportivos, centros culturales, aerolíneas, agencias portuarias, centros financieros y de diversión.

El Covid-19 hizo que la bulliciosa “capital del mundo” se convirtiera en el centro de la crisis nacional, por la velocidad con que la pandemia ha atacado a los Estados Unidos.

Aunque la ciudad sigue despierta, está vacía. Sin movimiento peatonal, sin taxis amarillos, ni autobuses escolares, sin saturación de pasajeros en los trenes subterráneos, ni autobuses colectivos.

El Covid-19 nació en un populoso mercado de la ciudad de Wuhan, China, enfermando y matando a miles de sus ciudadanos.

Los reportes recibidos de la nación asiática no conmocionaron al presidente norteamericano Donald Trump, quien ni siquiera mostró preocupación alguna, a pesar de la expansión del virus en otros países, en especial en Europa.

Trump, el hombre mejor informado del mundo, minimizó “el virus chino”, como él mismo lo denominó, para no preocupar a la nación americana, que ya ponía su interés a los reportes de las agencias noticiosas, las redes sociales e internet.

Los mensajes a la nación del presidente Trump, a principios de febrero, fueron de calma al conocer el primer caso de coronavirus en Washington. “Estamos vigilando ese caso, lo trajo un turista chino. Todo está bajo control”, dijo el gobernante.

Al subir la cifra en más de 1,700 infectados y 41 muertos en los posteriores 10 días, los estadounidenses comenzaron a refugiarse en sus hogares.

La mano de obra caía rápida y gradualmente en todos los centros laborables de la nación, el descalabro de la economía comenzaba a hacer estragos.

Medidas de aislamiento colectivo y distanciamiento social era la acción oportuna a tomar en el estado de Nueva York, por ser la principal fuente de expansión del Covid-19 hacia otros estados.

Pero esa medida no era un plan en la agenda del presidente ni del gobernador estatal Andrew Cuomo. Ambos se negaban de manera rotunda a su aplicación, por estar en defensa de la economía bajo el control de los poderosos grupos económicos corporativos, a los que pertenece Trump.

Al subir las cifras a más de 3,600 infectados y 65 muertes, las autoridades cedieron y propusieron en conjunto “el distanciamiento social” y el cierre parcial de las actividades diarias de la ciudad, dejando en funcionamiento farmacias, supermercados, restaurantes de comida rápida, ferreterías, líneas aéreas, marítimas y transporte masivo, para no afectar la economía.

Por el pánico de contagio generado en los norteamericanos ya el rumbo de la economía no les importaba. Su prioridad era asegurar la vida colectiva.

Trump planteaba que la paralización laboral por la pandemia de coronavirus podría destruir al país que había sidoconstruido no para ser cerrado” e intentó reabrir el comercio combinando el distanciamiento con la asistencia laboral como fórmula salvadora.

Con el aumento a 4,500 enfermos y más de 100 muertos que abarrotaban los hospitales a nivel nacional, Trump se doblegó ante el Covid-19 y aceptó decir la verdad: “Esta es una pandemia. Lo sabíamos. Solo hay que ver otros países para darse cuenta”.

Por culpa del Covid-19, la recesión que Trump evitaba llegó a EEUU. Los índices bursátiles comenzaron a desplomarse. Los centros comerciales permitidos para operar estaban cerrando por falta de clientes al igual que las iglesias.

La paralización de los autobuses escolares sigue generando al Estado pérdidas en más de $5.9 millones de dólares por día. Los reclamos de ayuda federal por desempleo subieron a más de 10 millones de personas a nivel nacional.

Y para sorpresa, la revista Forbes informó que los valores de las propiedades inmobiliarias del imperio comercial de Trump en Nueva York, ascendentes a $3,100 millones de dólares, se habían desplomado, arrojándole más de mil millones de dólares en pérdidas en solo dos semanas.

“Esto va a ser un infierno. Vendrán dos o tres semanas muy duras y muy tristes como nunca lo hemos visto antes”, dijo un apesadumbrado Donald Trump por los informes recibidos.

Tenía razón, los hospitales de Nueva York reportaron más de 1,000 fallecidos y 30,963 nuevos infectados en solo 24 horas.

En medio del luto, la administración de Donal Trump trató desviar la atención anunciando una guerra contra el narcotráfico en América Latina y contra el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela. Nadie hizo caso. Los muertos por Covid-19 subían en los EU y lo enfermos también.

La más reciente encuesta publicada por la cadena ABC/lpsos, indica que Donald Trump está perdiendo el respaldo de la mayoría de los estadounidenses por su mala gestión en respuesta contra la epidemia del coronavirus.