Hace unos días, el video me llegó por vía de WhatsApp.  En pocos minutos, me dí cuenta que de seguro se había esparcido por la red como pan caliente. En él se ve a un montón de haitianos en el cruce “oculto” de la frontera dominico-haitiana. El video me pareció una joya completa. Pensé en lo que se había hecho durante décadas para controlar la zona fronteriza, y asimismo llega a mi mente la discusión que se tiene hoy en el Congreso norteamericano. Tengo claro que esa lucha se dará de manera intensa en los próximos meses. La prensa de todo el mundo se ha enterado de las minucias de lo que ha ocurrido en términos migratorios en Estados Unidos. Las noticias han llegado sin hacer zigzag.

Con la duración de pocos minutos, este video dominicano que atestigua lo que ocurre en nuestra frontera es importante. Aunque tiene una nota jocosa no es tan divertido. Uno de los presentes en lo que ocurre –que está como un acorazado a la espera que pase algo, cronometra todo lo que se ve– dice “Gran poder de Dios” y dice también otras cosas. En algún momento, se explaya y dice que “ya nos jodimos con el coronavirus”. Es claro el temor al contagio en la frontera, donde se podría prever un mayor número de contagios, aunque en términos epidemiológicos esto no está demostrado. Resulta una postura evidente: un hombre está en un puente y mira como un montón de haitianos pasa de manera libre hacia este lado de la frontera. Quizás por sorpresa, ha capturado un éxodo y está asombrado, algo que tenemos que reconocerle, sobre todo cuando dice sus comentarios sobre lo que ve.

Al cabo de unos minutos, el aumento de los trasegados resulta como reses multiplicadas en una finca poderosa. No sería accesorio –pensamos– que se contaran esos que se pasaron, pero es una tarea muy difícil debido a la cantidad y lo rápido del movimiento hacia esta zona. Sin embargo, el que graba dice “miren, vean como e”. Intenta introducir o guiarnos para que presenciemos lo que sería escandaloso. La cámara del celular se ha convertido en un arma útil para grabar lo que ocurre. En un momento, el que graba en el video enfrenta a un dominicano, presumiblemente el que conducía a los haitianos por este tránsito. Las palabras no se hacen esperar: “a ti es que yo voy a meter preso”. El mencionado no responde, quizás con la certeza de que es imposible para cualquier guardia fronterizo atrapar este flujo, algo que se da en la frontera de otros países.

Cruzando los mares, en el caso estadounidense se da un fenómeno que se parece al nuestro, pero allí –en los últimos días–, las cosas se han complicado para las autoridades fronterizas. En nuestro caso, no he investigado si el video en cuestión está en YouTube. Es justo indicar la potencia que tienen algunas redes para divulgar noticias como ésta. El video fue tomado en un lugar estratégico. Sin embargo, parecería que el que lo hizo estaba preparado, aunque también se nota un “efecto sorpresa”. Este tiene que ver con la cantidad de los migrantes que caminan de manera incesante, a un ritmo de rapidez considerable y con zapatos de no tan buena calidad.

Como considerará el observador, la multitud no está allí para ser atrapada. La pregunta que sería bueno responder es hacia dónde se dirigen una vez pasan a este lado. ¿Algún camión los espera para transportarlos a otro lugar? Aquí podemos usar la palabra “camiona”, pero en sentido inverso a como se utilizaba en la era reformista. Hace años, grandes cantidades de haitianos eran víctima de las redadas coloradas. En cualquier ciudad dominicana estos eran atrapados fuera de la zona de trabajo. Eran repatriados. No tenemos el dato de la cantidad de haitianos atrapados en aquellos años, y tampoco creo que estará disponible en ninguna institución (Dirección Nacional de Migración). Podemos ser abiertos con la idea de que la noticia sobre los atrapados en las redadas pueda estar en noticias antiguas que reposan en viejos periódicos de la época. Sería interesante la asesoría de algún funcionario de la época. Otros quieren decirnos con toda razón que hay que tener sumo cuidado. Esos nacionales haitianos no tienen las previsiones necesarias en una época de pandemia. El video nos sirve para cronometrar la velocidad con que se meten en nuestro territorio, pero también la falta de vigilancia fronteriza, algo que puede ser discutido, algo que –alguno dirá con elocuencia– no tiene que ver con las presentes autoridades. En un momento determinado, el que hace el video pregunta que si no hay mujeres y el otro le habrá respondido que van más adelante en la fila.

Algunos minutos después, me sorprende la frase “miren, vea como e”. Esta –dicha con gran énfasis– nos dice que lo que se ve no es algo del momento sino de una continuidad. Alguno dirá que el asunto está en el mercado que se establece con los nacionales haitianos. Había temor a ser apresados en estos que vemos caminar con solo una mochila al hombro. Como se ve, algunos ni siquiera llevan algún equipaje y el observador minucioso se pregunta cómo se las arreglarán para comer en ese día. Nos parece que es una odisea en la que se embarcan, la misma que tienen algunos que si se van en camionas hacia lugares lejanos de trabajo, y que si saben de su destino como trabajadores, algo que ocurrió en lejanos momentos con el negocio de la caña. Como se nota, el video es una prueba fehaciente del asombro del que graba: se ha detenido en el sitio como si mucho dependiera de la crónica que está a punto de hacer. Sabe por gravedad que lo que trasmita será visto por muchas personas, porque ya todo el mundo conoce claramente la manifestación de las redes sociales. En términos formales, puede decirse que el camarógrafo grabó todo en este viaje no imaginario por un monte y un río de ancianas piedras.

Después de un análisis del lado migratorio, el video tiene otras connotaciones. Nos dice que la realidad que hemos experimentado en el mercado binacional es hipercrítica. Por esa razón, algunos han denunciado como fruto de la inteligencia la idea de dotar de un carnet a los que pasan todos los días a trabajar en lo que el comercio permita. Pudimos hace años ver lo que ocurría en el mercado binacional y hasta pudimos comprar unos pantalones. Estos haitianos que vienen todos los días se devuelven, pero los del video ya no pueden hacerlo: se trata de la misma situación de lo que ocurre con la frontera norteamericana. En ningún momento, quien hace el video deja ver su rostro. Sin embargo, su afirmación de que meterá preso al que aparece como dominicano en el grupo de haitianos es algo que sabemos que no será cumplido. No es cierto que le caerá atrás, cuando se sabe que una vez este flujo amaine –como una gotera en una llave–, pronto se restablecería en su cotidianeidad que no es la de vigilante fronterizo.

En todos los momentos de la grabación, lo que tiene el video de explícito es la cantidad que pasa por un río de piedras secas. Pocos llevan –como he dicho más arriba–, una alforja con sus cosas, y otros especularán que estos tarde o temprano serán capturados. No tienen la sabiduría para escapar como otros han hecho en la más oscura noche de la frontera. Sería entendible que este tráfico es conocido y que no hay forma en que esto tenga solución, algo que no lo dice el que grabó y los que fueron grabados.

Con sus minutos de huida por un bosque seco y un sol intenso, el video se convierte en documento histórico, lo mismo que pasa con los reportajes de las cadenas noticiosas que dan cuenta del trasiego en la costa fronteriza norteamericana donde, a la vista de los vigilantes, miles de niños entran al territorio sin sus padres. Son atrapados. En el caso dominicano, no podemos hablar de un proceso de alarma general de la población porque este trasiego ocurra, pero sabemos también del temor que se inculcó en la población en los últimos 60 años. Los migrantes cronometrados en el video no son sino migrantes económicos en busca de un mejor futuro. La pandemia ha hecho ver esto de manera más intensa.