Los últimos días han sido sumamente agitados y especialmente ocupados para la televisión y otros medios en Estados Unidos. Además de los tiroteos que costaron la vida a ciudadanos y policías en varias ciudades, el intento de golpe de Estado en Turquía despertó el interés del público y provocó la preocupación en círculos oficiales

En medio de esas situaciones dentro y fuera del territorio estadounidense, la campaña electoral y sobre todo los preparativos para la Convención Nacional Republicana en Cleveland, que acaba de iniciarse, han sido pan nuestro de día, especialmente la inquietud acerca de la selección del candidato vicepresidencial que acompañará a Donald Trump.

Por espacio de varios días se especulaba sobre sí el gobernador de Indiana Mike Pence, era realmente el favorito. Se seguían barajando los nombres de otros políticos, sobre todo los del expresidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich y del  gobernador de New Jersey Chris Christie.

Al hacerse finalmente el anuncio de la decisión del señor Trump, ya se esperaba con cierto grado de seguridad, la mención del gobernador Mike Pence como el candidato vicepresidencial cuyo nombre sería presentado a la consideración de los delegados de la Convención.

Si se me permite una opinión, creo que la selección fue correcta, al menos en aspectos importantes. Otros posibles candidatos, sobre todo Gingrich y Christie serían motivo de controversia. Gingrich por sus tres matrimonios y su renuncia como presidente de la Cámara por  motivos comparables a los que causaron el “impeachment” del presidente Bill Clinton, los cuales ocurrieron durante ese mismo período. En el caso de Christie sus problemas en New Jersey se reflejan en los bajos niveles de aprobación de su gestión como gobernador.

Es preciso señalar que Pence no es tampoco demasiado popular en Indiana, pero cerca de la mitad de los votantes consultados en sondeos recientes realizados en ese estado aprueba su gestión. La preocupación mayor es la de que no es un político carismático y su condición de miembro del ala más derecha del republicanismo pudiera repercutir negativamente en amplios sectores.

En ese último asunto se encuentra el gran problema. Trump ha querido atraer a los electores demócratas e independientes que apoyaban al rival de la señora Hillary Clinton en las primarias y que ahora apoya a la exsenadora. Me refiero al senador Bernie Sanders, de ideología socialista. En las encuestas se notaba que algunos de ellos, opuestos tan firmemente a la Clinton podían votar por Trump. Todo eso se viene abajo con la selección de Pence, cuya ideología de derecha sería rechazada por casi todos los partidarios de Sanders.

Pero debe aclararse que una cosa es la elección de noviembre y otra el apoyo recibido en las primarias y en la Convención. Para la mayoría de esos votantes del partido y de los delegados a la Convención Nacional Republicano, Pence es un candidato muy aceptable. Sus credenciales como político de derecha son mucho mejor conocidas y aceptadas que las del señor Trump. Eso pudiera ayudar a unificar un poco a un partido muy dividido, como es el caso del Republicano para estas elecciones.

Obra a favor de Pence su participación en una congregación protestante fundamentalista. Ese sector religioso es sin dudas el más numeroso dentro del Partido Republicano de esta época. El republicanismo tiene entre sus políticos más eminentes a protestantes moderados tradicionales y a muchos católicos ultramontanos. Ha logrado atraer también a una minoría significativa de judíos. Ahora bien, las credenciales del candidato Trump como simplemente un presbiteriano poco activo no atrae a los más religiosos en el protestantismo y en el catolicismo. Pence le ayuda con ese tipo de republicanos.

Mike Pence es de origen católico irlandés. Practicó estrictamente los ritos de esa confesión más o menos hasta 1995 cuando se unió a congregación conservadora local, la Iglesia Evangélica de la Gracia (Grace Evangelical Church) de Indianapolis. A veces se identifica como “católico evangélico nacido de nuevo”, quizás teniendo en cuenta que sirvió hace unas décadas como ministro laico a cargo de los jóvenes en un parroquia católica.

En cualquier caso, Pence es un candidato ideal para la derecha religiosa, que incluye tanto a protestantes como a católicos. El candidato es personalmente un enemigo declarado del aborto y la práctica de la homosexualidad. Ha introducido legislación para evitar que los homosexuales puedan emplearse en instituciones afiliadas a alguna religión. A esa legislación la identificó en Indiana como una “ley de libertad religiosa”. Título que no ha sido aceptado de buena gana por un gran sector que considera que se trata más de limitación que de libertad. Es un tema inevitablemente discutible.

Trump puede haber hecho una buena selección teniendo en cuenta el entorno político en que se desarrolla su aspiración, pero su lucha sigue siendo difícil. Es posible contar con sectores integrados por millones de electores y hasta ganar primarias de un partido en forma abrumadora, pero en noviembre pudieran votar más de 130 millones de estadounidenses protestantes, católicos, judios, musulmanes, mormones, hispanos, afroamericanos, anglosajones, hombres, mujeres, homosexuales, religiosos y agnósticos, liberales, moderados, conservadores y la lista sigue. Hay mucha tela que cortar y el trabajo siempre será complicado para dos partidos que no siempre son vistos con simpatía, sino todo lo contrario.