Casi todas las mujeres tienen un vestidito negro, coqueto, lindo, a veces formal, otras medio sexy. Es el vestido que, por ser negro, sirve para toda ocasión (o por lo menos es lo que he oído desde el inicio de los tiempos). Debe ser de calidad, para que dure mucho. Sin tanto adorno que lo resalte más de lo necesario, así siempre que sea usado te hará lucir regia y será menos probable que algún indiscreto comente: – ¿pero ese no era el vestido que llevabas puesto la otra vez…?-. Yo tuve uno, pero lo regalé, duré ocho años usándolo y siempre que lo llevaba “me la comía”, como se decía en mis tiempos.
El gobierno, que no es nuestro sino de un grupo selecto –favor de no confundir selecto con excelencia- parece tener en su closet, no uno, sino varios vestidos negros; pero hay dos que son sus preferidos para llevar. Los usa para cualquier ocasión que convenga. Muchas veces no notamos que lleva la misma indumentaria de siempre, otras sí, pero igual logra el mismo cometido: distraer y poner al país a hablar ya sea de la tela o de las arandelas que lleva de vestido en el ruedo. Siempre que los usa, una gran cantidad de la población empieza a caminar en círculos alrededor del traje seleccionado para la ocasión.
Los dos trajecitos negros por excelencia que mi memoria puede señalar sin duda son la aprobación o no de las tres causales que despenalizarían el aborto y el tema migratorio, que es equivalente a decir Haití, nuestro segundo socio comercial (que por cierto, al gobierno ni a los empresarios le hace problema que las relaciones poder-poder con olor a dólar vayan bien; el tema es con sus habitantes más pobres). Además, este traje no es uno cualquiera, otros (migrantes de otros países) no llevan los adornos que tanto cuelgan del atuendo Haití, como lo son la soberanía, una buena y brillante cantidad de nacionalismo, y muchos broches de dominicanidad y hasta un Duarte colgado como broche cerca del escote.
Más que claro debo dejar que estos temas no son poca cosa, son asuntos de suma importancia, pero los ponen en la palestra pública según convenga, siempre con la colaboración que brinda nuestra prensa. Son dos trajes medida XXL.
Ellos tienen un closet que dice: vestidos para toda ocasión. Estos no poseen un solo adorno que nos diga que hay una real voluntad política para que estos dos temas, cuál de los dos más medular que el otro, sean resueltos de una y por todas. (Atención, que hay más de dos vestidos)
Las observaciones al código 30, que si lo devuelven, que si eliminan el comentario sobre las tres causales, que si el Presidente hizo lo correcto, que si esto, que si aquello. Las mujeres luchando, solas, porque parece que sola se preñan. Hombres decidiendo sobre el cuerpo de las mujeres, y encima dejando fuera de la “discusión” al otro protagonista – ¡ah!, verdad, que nos preñamos solas.- En fin, me parece lo de siempre, vestidito negro para toda ocasión. ¿Cuantos años llevamos en esto?
El tema migratorio es aún mucho más delicado. El oficialista está jugando con fuego, tiene dos caras, con una afronta y con la otra permite, y el verdadero riesgo de daño a nuestra soberanía, no proviene de ese lugar en donde se acuesta el sol, sino que está localizado –y siempre ha sido así- mucho más al norte del continente. La corrupción en ese rubro (tema haitiano) rebasa toda cuota de vergüenza justo por tener componentes humanos; por otro lado, los adornos de este vestidito tan pesado y delicado, además de los que mencioné antes, son mucho odio, mucha pasión enferma, insultos, sin dejar de decir que es asqueroso y grotesco de por sí usar este tema como distracción.
Esta jugarreta le saldrá muy cara al país, lo digo con toda certeza, lamentablemente. Las medidas que se están tomando y se aplican directamente, a diario, a la población dominicana negra, morena, marrón, oscuro pero “lavaito”, o como usted quiera llamarle, el odio incitado hacia los haitianos y dominicanos de ascendencia haitiana que se está traduciendo en actos criminales, más la falta de atención a otros temas urgentes, están llevando al pueblo a un estado delicado, donde la paciencia y la tolerancia brillarán por su ausencia. ¡Y lo dije bonito!
Finalizo repitiendo un consejo que una vez le ofrecí a Danilo: Sr. Presidente, no subestime el poder de un pueblo harto, no abuse, bájele algo.