El verde esperanza, en medio del desencanto, parece asomar ahora en todo, en lo municipal, lo patrimonial, lo cultural, lo escenográfico y hasta en lo monumental, por mimético que sea. Es este el caso del vilipendiado "monumento a la independencia financiera" que hiciera la dupla de inmigrantes arquitectos formada por el manchego Tomás Auñón Martínez y el catalán y renombrado (muy reputado en España) Joaquín Ortiz García. Llamado "Trujillo Hull" en la era que ya empezaba a manifestarse decadente, el pueblo lo rebautizó "la muela" y quizás dejó de hacerlo por los tiempos de la revolución cuando el morbo se exacerbó en él y lo mimetizaron cambiándole el sexo al convertirlo, semánticamente, en dos cosas que no es, porque le empezaron a llamar obelisco y hembra para colmo…
Las interpretaciones formales han acercado a más de una teórica personalidad hasta su emplazamiento, desplazado del centro de la avenida y remitido al sur para hacerle el espacio contiguo necesario (de interés arqueológico), al baluarte y fuerte de San Gil (siglo XVII) que tuvo torreón en el siglo XVI y así conforma una tripleta de monumentos desde ese remoto momento hasta el siglo pasado. Es en esas interpretaciones que le han visto alas y la semeja a estilizaciones casi forzadas, en su alto remate, con las molduras escalonadas que sobreviven al tiempo. En las chapas laterales hay dos rectangulares enmarcados en los que uno, el del lado este, todavía deja ver, aunque muy desgastada, una silueta femenina, una especie de deidad, de musa, que quien lo hubiera visto en su momento de esplendor, podría identificarla muy acertadamente.
Levantado en uno de esos arranques de patriotismo dictatorial, por la tergiversada noticia del improbable pago que honrara la deuda externa, de poco menos de 10 millones de dólares, entre 1939 y 1942 (en varios desembolsos), el monumento conmemorativo, que eso es lo que es, descansa sobre platabanda circular escalonada que dificulta el uso de las huellas (para las pisadas) cuando la rectangular edificación roza tangencialmente, en su base, las aristas esquineras. Sirve de asiento nocturno para las libaciones populares pero más nada. Allí se "suben" los lideres y las líderes, a arengar a sus masas en las ocasionales concentraciones que demandan los tiempos, provocadas por protestas ante los absurdos entreguistas y las distorsiones a las lógicas actuantes en lo político, corrupción incluida.
Pues ahora, el podio, tarima y estandarte lo están pintando de verde, quizás ya esté pintado; total y abusivamente, como el gorila verde de los bichos verdes que en el "traumático park" lidera la fauna de despropósitos escenográficos en la más caliente de las esquinas del Distrito. Verde botella, rotundo y poco frágil, nada disimulado, con enfoque de luces persistentes que lo hacen destacar de noche, para reclamar quizás un premio al desparpajo ante el verano caliente de la fanfarronería espumosa. Verde, así lo quieren, verde… Pero quién, ¿El Ministerio de Cultura, la Alcaldía del Distrito o el Despacho de la Primera Dama? Cuál que sea enhiesta sin asta una bandera ecológica urbana que bate sin vientos ante la agresión volumétrica de un paisaje cruel por desprovisto. El Colegio de Artistas Plásticos, el Círculo de Críticos de Arte, los animadores culturales, arquitectos, escultores, pintores independientes y fotógrafos profesionales, podrían preguntarse qué está ocurriendo con la estética urbana, con el paisaje urbano, con el arte en las manifestaciones cotidianas… ¡¡ Y esto es sin tener que citar aquí la horrenda súper puerta del Ministerio de las Fuerzas Armadas, todo un poema nitinista !!