El vendedor de ollas sale de la estación de Subway en el Bronx. Camina cuatro pasos, y se devuelve. Le da todo el menudo en sus bolsillos a la mendiga gringa que, con voz de gata, ruega. Empezar la ruta del día con una buena acción, en algunos casos, contribuye a la buena suerte. Tal vez hoy venda su primer set premium.

El vendedor de ollas camina despacio sobre la nieve; una mano en el abrigo, en la otra carga su bulto de catálogos y muestras. En la encrucijada se detiene para toser, para escoger la calle. A veces un peculiar árbol, un perro ladrando, una ardilla de cola negra, el color amarillo de una casa, lo decide. Hoy no hay ayuda, el mundo está escondido. La nieve le da el mismo blanco a los techos, lado a lado árboles muertos. El viento del Noroeste pasa lentamente parafraseando en eólico a Marco Aurelio que escribió en Latín lo que Monterroso parafraseó en español: “Fabio, qué bella es La Caleta en primavera".

Sin nunca haber escuchado a Rush, 2112 es el número de la primera casa elegida, además no tiene verjas. Parece que en esta calle viven muchos dominicanos, casi todas las casas tienen verjas terminadas en puntas. Es la costumbre, en RD hasta las ventanitas de los baños en una torre de 21 pisos tienen verjas, y de todos es sabido que la Mercedes Benz está creando un modelo, exclusivo para mi país, rodeado de verjas con alambres de púas y una puerta con cadena y candado y en el asiento trasero un guachimán y un pitbull.

“WHO THE FUCK IS IT?”
“Royal Prestige, just give me 5 minutes".
“FUCK OFF MAMAÑEMA!!!”

“El que está acostumbrado a viajar, sabe que siempre es necesario partir algún día”, decía la cita optimista de hoy. “Cada mañana abre la agenda y bebiendo café lee la cita pa empezá el día, eso te va da ánimo”, le dijo Rito cuando le regaló la agenda; pero muchas veces las citas no significan nada para el vendedor de ollas. Nunca ha tenido la suerte nunca comprobada de Rito, “Fabio, una blanquita en Brooklyn, solita, media mañana, leña hata la 5, ademá me compró un set premium hata con paellera". Pero hoy, lo siente, hoy será diferente. A veces el clima frío ayuda a la venta, los clientes potenciales temen la soledad, el silencio callejero, compran lo que no necesitan para disfrutar de la compañía de otro ser que escuche y hable mierda en cualquier idioma.

“No, pero déjeme mostrarle, cada olla está compuesta de nueve capas, dos de aluminio 1020, una de cobre, dos de aluminio 1030, otra de cobre, y tres de aluminio 1010, creando lo que en Royal Prestige llamamos Acero Quirúrgico, olvide el acero inoxidable, eso es cosa del pasado. Con nuestras ollas usted ahorra energía, es decir gas, y tiempo, porque los alimentos que duran media hora en otras ollas solo toman 4 minutos y piquito en las nuestras; ahorra dinero porque jamás tendrá que comprar otra olla, la garantía es de 50 años, mire el fondo, y ahorra nutrientes porque nuestras ollas conservan el caliente para siempre, se acabó el recalentar comida; además el mango es de silicona, de la que usan los bomberos, nunca se quema y no tendrá que bregar con trapitos, jamás; y como si todo esto fuera poco estará participando en una rifa de 10 mil dólares el último sábado de Cuaresma en algún programa de Univisión. Ah, y si compra el set premium le regalamos un set de cucharas…”
“¿Y cúanto vale esa ollita, la chiquita?”
“Doñita, si solo compra la chiquita sale un poquito cara, pero, qué digo cara, un producto con una garantía de 50 años nunca será caro; déjeme ver…, sí…, más 2.5%…, es decir 3…, sí…, una tapa aparte…, sí…, 499 dólares.”
“¿499 DÓLARE? Fucking shit; si yo compro una olla poi ese precio debe aparecei la caine en foima mágica adentro; hoy quiero pueico, y pum, debe aparecei un pueico enterito en la olla; y brillaise ella mima y hacei mangú ella solita; fucking shit, qué ollita tan cara".

El vendedor de ollas en el último viaje a RD vio un letrero inmenso:

VILLAS DE LA CALETA
CERCA DEL AEROPUERTO
CERCA DE LA PLAYA
CERCA Y LEJOS DE LA CAPITAL
3 HABITACIONES
2 ½ BAÑOS
GALERíA
PATIO
CISTERNA
ZONA TRANQUILA

“Cualquiera se mete en una casa de esas".
“¿Cómo Fabio, y tú tiene ese dinero?”
“Bueno, yo tengo 16 años y piquito trabajando allá en Nueva York, ahorrando, se da un down payment fuerte y uno manda una remesa paracà todos los meses hasta que la pague".

Al vendedor de ollas le gustó la oficina en un edificio lujoso en la Sarasota, muy organizada, computadoras nuevas y una recepcionista/secretaria con un culazo y un marcado acento sureño que le dijo sin ton ni son, "Yo sor de Cota Rica". Le gustó la maqueta, con carritos en las marquesinas, muñequitos en las calles sin basura, niños con perros, sin motoristas ni policías. Le gustó la televisión pasando el infomercial una y otra vez, “Cerca y lejos de la capital, cerca del aeropuerto y de la playa, cerca de tu corazón, aquí te espera tu hogar, Villas de La Caleta, tu sueño realizado". Le gustó la amabilidad del dueño, un canadiense que hablaba en italiano y que lo trató como a un príncipe, pidió café para los dos, “Yarisis, due capuchino”, dejándole Drakkar cuando se estrecharon las manos después de firmar los contratos.

De las Villas de La Caleta quedaron los cascarones de blocks, sin empañetar, sin techos, sin pisos, sin ventanas, sin títulos, ruinas de una urbanización nacida muerta que en un futuro cercano cuando el Caribe desaparezca serán desenterradas del lodo por futuros arqueólogos con la teoría de un desastre volcánico peor quel de Pompeya.

Vendedor de ollas, Fabio, antes de que entres a esa casa a la cual yo no entraría, debo preguntarte algo, en este mundo de Dios, ¿no te da miedo entrar a un hábitat sin saber quién, o qué, vive ahí, sin que nadie sepa de tu visita?