En julio del 2015, la entonces presidenta del Senado, Cristina Lizardo, emprendió una campaña por el buen uso de los símbolos patrios, corrigiendo un error en la réplica del Escudo que existía en la sede del Congreso. Tan feliz y oportuna iniciativa me motivó a escribirle, y por igual al presidente de la Cámara, pidiéndoles que extendieran su loable preocupación al uso de la bandera, dado que no parece haber conciencia oficial con respecto a la tonalidad del azul de dos de sus cuadrantes, observándose cómo incluso en los edificios públicos, se suelen ondear, una del lado de la otra, banderas con distintos colores azules.
Esta ha sido una inquietud personal que he plasmado infinidad de veces en esta columna, sin que ninguna autoridad relacionada con el tema haya tomado alguna decisión, para evitar que continúe esa terrible confusión respecto a uno de los colores de nuestra insignia. La ignorancia sobre el particular es tan notable que una vez le pregunté a un estudiante universitario si conocía aquello que terminaba “¡Quien te viera, quien te viera más arriba mucho más” y me respondió que le gustaba mucho esa bachata pero no recordaba quién la cantaba.
En mi época solía cantarse en las escuelas, públicas y privadas, el Himno a la Bandera, pero dudo que los alumnos hoy en día hayan alguna vez cantado: “Ya empezó su trabajo la escuela y es preciso elevarte a lo azul relicario de viejos amores, mientras reine la mágica luz/ Nos sentimos arder a tu influjo la luz viva de un fuego interior cuando flotas alegre, besada por los cálidos rayos del sol/¡Dios!, parece decir, ¡oh bandera! La sublime expresión de tu azul; ¡Patria!, el rojo de vivida llama; ¡Libertad!, dice el blanco en la cruz./Mientras haya una escuela que cante tu grandeza bandera de amor, flotaras con el alma de Duarte vivirás con el alma de Dios”.
Si no amamos y respetamos nuestro símbolo patrio más importante ¿cómo podemos decir que somos dominicanos?