Todos sabemos que éticamente y por razones deontológicas, la vida humana no tiene precio, pero sí tiene valor que es necesario proteger en todas las etapas del ser humano y para ello le agregamos además de la protección, el bienestar y otras condiciones para que la misma sea llevadera.
No obstante la vida tiene que ver también con el esfuerzo social colectivo para hacer de la vida en sociedad más llevadera, salir de nuestras individualidades para unirnos a ese esfuerzo.
Es al Estado como estructura orgánica al que le compete tal como lo dispone la Carta Magna y las miles de leyes adjetivas que tenemos, la protección de la vida, a través de los derechos de la persona.
Al respecto, el artículo 8 de nuestra Constitución establece que es función esencial del Estado, la protección efectiva de los derechos de la persona, el respeto de su dignidad y la obtención de los medios que le permitan perfeccionarse de forma igualitaria, equitativa y progresiva, dentro de un marco de libertad individual y de justicia social, compatibles con el orden público, el bienestar general y los derechos de todos.
Sin embargo, hemos observado que en ocasiones el ciudadano dominicano y de manera general en muchos países de Latinoamérica, el Estado como patrocinador esencial de la protección de la vida es letra muerta.
En nuestro país han muerto cientos de niños a causa del dengue y otras enfermedades y se puede decir que es cíclico el hecho de que el Estado se descuide y provoque estas muertes por la falta de previsión y otras prioridades por encima de la protección de la vida.
Huelga decir que el derecho a la vida es un bien natural, que todos intuyen por instinto, es un derecho innato tal como dice Guyau “Es el destino que nos acompaña y que no elegimos desde el principio”.
El derecho a la vida es el principal soporte de los demás derechos fundamentales, ya que si este derecho es violentado, es obvio que desaparece el titular del mismo. Por lo que se infiere es deber del Estado proteger la vida humana
La vida es un derecho humano fundamental, cuyo goce es un prerrequisito para el disfrute de todos los demás derechos humanos. De no ser respetado, todos los derechos carecen de sentido.
Reencausar el Estado dominicano hacia la efectiva protección de la vida, debe formar parte de la tarea fundamental de los gobiernos y el liderazgo político. He visto que las muertes en nuestros hospitales por enfermedades endémicas es solo materia prima informativa para los periódicos y las vemos como simples estadísticas.
Esta pérdida de sensibilidad ha provocado que el deber del Estado de proteger la vida, lo veamos como una simple mención constitucional. Es la concepción subdesarrollista de que son problemas que no se pueden resolver y esa mentalidad debe cambiarse.