Llevamos aproximadamente un año y medio en medio de una pandemia. Esto ha hecho que nos mantengamos recluidos en nuestras casas. Es una forma de estar presos, ya que en los primeros meses nada se sabía de lo que nos estaba atacando.

En esos días de incertidumbre tuvimos una histeria colectiva. Las compras en los supermercados se hacían generalmente vía internet y luego con todo tipo de protección pasar a recogerlas. Recuerdo de negocios que implementaron la venta de víveres pelados y empacados al vacío.

El ritual en las casas era recibir las mercancías, una desinfección profunda, quitarse ropas y zapatos para no contaminar. Usar gorras, mascarillas, guantes, blusas mangas largas, pantalones y medias, para evitar el contagio. Algunas personas fueron más lejos y llegaron a comprar vía internet vestimentas aislantes como si se tratara de pisar la Luna. Las más extremas se hacían pruebas semanal por el temor al contagio. Estábamos lo que se dice “locos”.

Con el tiempo, luego de conocerse más sobre la covid-19, fuimos soltando presiones. Comenzamos a hacer directamente nuestras compras, pasear por las plazas, (yo particularmente no he ido a ninguna), las desinfecciones de las mercancías ya no son tan estrictas. El uso de guantes es casi nulo. Las mascarillas continúan, aunque muchas son usadas solo en la barbilla. El lavado de manos sigue recomendado y el distanciamiento también.

Hemos recobrado parte de la libertad, pero no hemos sabido hacer uso de la misma. Las juntaderas o “teteos” es la mejor manera de manifestar el poco sentido de responsabilidad. Nos ofrecen vacunas y muchos no son capaces de valorar la importancia de acercarse a hacer uso de las mismas. En fin, hemos dejado de ser prisioneros, pero no hemos podido valorar ese margen de libertad que se nos ha ofrecido.

Mirando la televisión internacional vi como con mucha algarabía en Israel el uso de la mascarilla en las escuelas fue liberado. Los niños cuando la maestra dio la noticia las tiraron hacia arriba, como se lanza el birrete al término de un ciclo de estudio. Es una forma de decir “llegamos, lo conseguimos”.

Eso se consigue con disciplina, que es algo que no tenemos.

Hay otra forma de pérdida de libertad que me puso a reflexionar. No aquella que se pierde cuando se comete un acto ilícito, censurable. Es aquella que se pierde paradójicamente por perseguir a los delincuentes.

No sé hasta qué punto se está preparado para servir al pueblo a costa de su libertad.

Viendo las noticias vi como la Fiscal del Distrito Nacional iba en una especie de jaula, rodeada de guardaespaldas, ella se veía pequeña en medio de éstos, apenas se le veía. Me produjo pena, porque pensé que siendo tan joven el compromiso con la Patria la ha convertido en una prisionera.

De igual forma pensé en la Magistrada Miriam Germán, que hay que ser muy íntegra y tener mucho valor para asumir un cargo que le ha robado yo diría los momentos en que se está disfrutando de hacer antojos para los nietos. De pasearse por los parques infantiles en las plazas comerciales con ellos o llevarlos a montar caballo a la Feria Ganadera, sin necesidad de estar rodeada de protectores.

Creo que hasta para realizar sus labores cotidianas del hogar están vigiladas, están en esa cárcel que voluntariamente han escogido por brindar una labor que solo las personas valientes están dispuestas a asumirla.