El colega Dr. José Natalio Redondo tiene razón en su planteamiento sobre el uso “redireccionado” de un determinado medicamento, práctica producto de las observaciones clínicas y farmacológicas hechas en todo el mundo, tal como lo comenta en su artículo El tratamiento redireccionado y compasivo de una enfermedad epidémica nueva es la norma, publicado en este diario digital.

Es probable que este artículo de José Natalio sea como respuesta a las críticas que se publican en la prensa médica y en la destinada al público profano, contra aquellos médicos que justifican el uso de Ivermectina, fármaco antihelmíntico propio de la farmacopea veterinaria, para el manejo de la COVID-19 en virtud de que la enfermedad carece de un tratamiento específico.

El uso “redireccionado” de los medicamentos empezó en la década del 1950 cuando algunos médicos observaron que la Isoniacida usada en psiquiatría mejoraba varios síntomas de la tuberculosis pulmonar. Desde entonces dejó de usarse en psiquiatría y hoy solo la usamos en el tratamiento de la tuberculosis. Por supuesto, a lo primero nadie entendía cómo era que la Isoniacida mejoraba a los tuberculosos, pero con el tiempo se descubrió. Sospecho que lo mismo pasará con la Ivermectina en el uso contra la COVID-19.

El doctor José Natalio ni otros muchos médicos comprendemos el porqué se insiste continuamente contra la Ivermectina en su indicación contra COVID-19, a pesar de que los críticos saben que cuando Pfizer lanzó al mercado el Sildenafil como medicamento contra la alta presión arterial, meses después los médicos empezaron a informarle que los pacientes que lo tomaban decían que pasaban la noche y gran parte del día con una erección capaz de traspasar una tabla porque el pene erecto de un hombre de 45 a 50 años soportaba una carga hasta de 2 libras, cosa que solo era posible en hombres por debajo de los 30 años. Hombres que por su edad apenas tenían una erección del 10% de la que tuvieron a los 50 años, al ingerir VIAGRA sus erecciones se volvían eficaces para lograr la penetración vaginal, por eso el Laboratorio “redireccionó” el uso del Sildenafil y fue ahí en adelante que VIAGRA se convirtió en un producto del cual desde el 1998 hasta el 2020, Pfizer ha vendido 600 mil millones de dólares.

Platón en su época planteaba que antes de tratar con medicinas el cuerpo había que tratar el alma y Galeno planteaba que el fármaco solo servía para el cuerpo si también servía para el alma. Hoy, sin embargo, todo medicamento tiene que dejar evidencias clarísimas de su eficacia y efectividad contra los síntomas y la etiopatogenia de una enfermedad para que su uso sea recomendado. Empero, en todo el mundo se sigue usando medicamentos un poco “a ver qué pasa”, lo mismo que también contra enfermedades raras que no estimulan a las grandes empresas farmacéuticas a su investigación y desarrollo de medicamentos apropiados para su manejo.

Aprovecho aquí para recordar que es muy probable que la insistencia contra el uso de un medicamento de bajo costo como Ivermectina en una enfermedad pandémica pudiera estar ligado precisamente a ese bajo costo y, cuando un producto es de bajo costo, casi es tradición que los grandes laboratorios no se interesen en él. Fue por eso que en 1982 la FDA (Administración de drogas y alimentos) creó la Oficina para el Desarrollo de Productos Huérfanos con el propósito de que aquellas enfermedades muy poco frecuentes y aquellas  que se curan con medicinas tan populares en el público que la consiguen fácilmente y a un costo bajísimo, pues que el incentivo creado estimulara a las grandes farmacéuticas a invertir recursos en su investigación y el desarrollo de los mismos para que la gente los continuara adquiriendo a bajo precio y que a la vez supiera por qué resultaban seguros y efectivos en el uso de determinadas enfermedades.

Recordemos que en este mundo rapaz en que vivimos hoy, ninguna sospecha dirigida contra la exagerada angurria de los grandes capitales globales debe descartarse, pues la compasión en estos no es asignatura que se halle en su pensum.

*PEDRO  MENDOZA: Exjefe de Servicio Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Regional Universitario José Ma. Cabral y Báez y excoordinador de la Maestría de Terapia Intensiva de dicho hospital.