El último discurso del presidente Barack Husseín Obama ante la nación (the State of the Unión speech) tuvo algunas luces pero tuvo también muchas sombras.

Es un secreto a voces que el estado de los trabajadores estadounidenses está hoy día peor que cuando Obama tomó las riendas de la nación, contrariamente al cuadro que intentó dibujar ante la augusta asamblea de la Casa de Representantes (todos ellos multi-millonarios) el día 12 de enero del año en curso.

No olvidemos que todos estos personajes no reflejan ni representan a la población  de a pie, cuya mayoría está comiéndose un cable, todo lo contrario de lo que Obama intentó dibujar en su discurso.

El salario de la población en valor real es peor hoy del que tenían hace seis años; el 50% vive cerca del nivel oficial de la pobreza, recibiendo sellos de alimentos u otra clase de ayuda; los servicios sociales están más deteriorados; las pensiones siguen poco más que estáticas y ciudades como Detroit (Michigan) y San Benardino (California), donde tuvo lugar la última masacre terrorista, están en bancarrota.

De acuerdo con el reporte de la “Asociación Nacional de Condados”, la noche anterior al discurso de Obama, el 11 de enero del 2016, el 93% de todos los condados (counties) de la nación (3,069 condados en total) “está mucho peor de lo que estaban cuando Obama llegó a la Casa Blanca.

Todavía 27 estados de la Unión están tratando de recuperarse de la crisis financiera del  2008, incluyendo a los estados de Florida, Georgia, Illinois, Massachusetts, Missouri, New Jersey, New York y Pennsylvania. Estas son palabras textuales del reporte de la “Asociación Nacional de Condados”.

“Nuestra economía es la más fuerte y estable del mundo”, declaró Obama.

Eso es totalmente inexacto, casi una falacia. Lo mismo que: “Nos encontramos en medio de la fase más larga de recuperación y de creación de empleos privados de toda nuestra historia (14 millones de puestos de trabajo”.

No divulgó el hecho de que ésta es la etapa de recuperación más débil en toda la historia de la nación y que la mayoría de los empleos “creados” son de tiempo parcial (part time) y a niveles salariales muy bajos para considerarlos trabajos estables. Además, la bajada del desempleo, tan cacareada por Obama, se ha debido a la salida de millones de trabajadores de la fuerza laboral, desilusionados por no conseguir un empleo estable debidamente remunerado.

El mejor ejemplo de esto es cuando Obama se refiere a la industria automovilística como “el símbolo de su gestión”, cuyos profits (ganancias) han sido, según él, las más altas de su historia. Claro, eso solamente se aplica a los magnates que gerencian a  esas corporaciones: los ejecutivos de la Ford, Fiat-Chrysler y la General Motors. No a los trabajadores que hicieron posible estas pingues ganancias.  En ese sentido Obama habló como un prestidigitador de circo, sin querer queriendo pero aletargando a un público incauto, pues el salario real de los trabajadores de la industria automovilística se ha reducido desde que Obama rescató a esa industria (con el dinero de los contribuyentes, naturalmente) de la bancarrota en que había caído. En algunos casos, el salario inicial de los trabajadores nuevos se redujo en un 50%. Eso tampoco lo mencionó Obama en su discurso, pues su metal de voz, evocando la elocuencia del Dr. Martin Luther King en sus mejores momentos, hipnotizó a la audiencia. De hecho, exhibió poses de predicador montado en un púlpito de “ateos-creyentes” como lo es él, invitando a la reflexión y al recogimiento cívico de parte de los Republicanos. Por momentos pareció que estaba hablando en Manresa Loyola: profundo y espiritual.

El periodista investigativo Patrick Martin describe el último discurso a la nación de Barack Obama como: “un discurso de mentiras, media-verdades, evasiones y de amenazas”. Veamos algunas:

“Cualquiera que piense que nuestra economía está en decadencia está alucinando”. Esa es otra frase de Barack Obama. Preguntémoselo a China, a Rusia, a la India, a Irán, a Brasil y a Sudáfrica, que hace tiempo están tratando de que el dólar deje de ser la moneda hegemónica de intercambio internacional, precisamente debido a la fragilidad actual del “fiat dollar” (sin base real).

Durante la administración de Obama no se ha sometido a juicio a ninguno de los culpables de la debacle de Wall Street, descrita por él mismo como “the recklessness on Wall Street” (la peligrosidad en Wall Street). Tampoco se ha juzgado a ninguno de los banqueros especulativos que causaron la crisis, de la cual aún nos estamos todos recuperando. Mientras tanto el 96% de todos los nuevos ingresos están siendo acaparados por el 0.1% del segmento más rico de la población, la cual contribuye con menos del 20% del total de los impuestos.

Algo a lo que se refirió brevemente Obama en su discurso fue a “la brecha del crecimiento de la desigualdad económica entre los estadounidenses”. Sin embargo, lo atribuyó a “las tendencias a largo plazo de la globalización y a la automatización laboral”. ¿Quién es el que está alucinando?

Ahora observemos este detalle: el 53% de los ciudadanos encuestados está de acuerdo con los “delirios” de Barrack Hussein Obama en su último discurso.

Esta es una muestra más de que en todas partes se cuecen habas.

No solamente es en la República Dominicana.

Cuando se trata de ingenuidad todos los pueblos son iguales. Nada más tenemos que observar la crisis política actual de España, después de haber votado de nuevo por Mariano Rajoy (Partido Popular). El tranque electoral actual era de esperarse.