Salir en estos días es un asunto complicado. No solo por lo que uno tiene que cuidarse sino por lo que tiene que escuchar de los que “te advierten” que no salgas.

No te pegues a la gente, no te quites la máscara, cuidao de los que no están vacunados, ósea, mejor no salgas a menos que vivas en el desierto.

Yo suelo ser muy “desordenao” en mi vida. Vivo el día por día como si fuese el ultimo que me tocara. Literalmente abro los ojos en la mañana y pienso “hoy es el último día de tu vida mínimo” ¿qué vas a hacer?

Me he despedido tantas veces de mi gente querida que ya “ni me levantan el teléfono” están cansados de mis despedidas y de mi constante alusión a la muerte…y les concedo razón, solo que no entienden que para mí la muerte es el comienzo a otra aventura…

Por lo que me levanto con entusiasmo y salgo a recorrer el barrio “por última vez” haciendo énfasis en los detalles. Los viejos estanquillos del parque, la mecedora en la galería, las hojas aterciopeladas del flamboyán y la alfombra roja que este tiende en la acera.

¿De qué otra manera podría uno vivir en un mundo redondo flotando en la oscuridad del universo? ¿cuál es la respuesta a esta travesía galáctica? ¿a este microcosmo en el que realizamos nuestras vidas de forma individual?

Enarbolamos nacionalismos que nos separan de la raza humana, cuando no hay otras “razas” extraterrestres, por el momento, y todas las que están en la tierra, curiosamente, se componen de lo mismo…

¿Enemigos de quién? ¿de nosotros mismos? Da hasta risa este juego de niños en el que, desde los siglos de los siglos, venimos peleándonos unos a otros con la “justificación” de que “hay que preservar la esencia”, los rasgos, la cultura, el idioma…la estirpe…las creencias…

Y todo esto lo transmitimos de generación en generación, alimentando un odio que nos mantiene como marionetas luchando en una guerra que no tiene más sentido que la creación original del hombre de las cavernas.

Nos hemos preguntado ¿por qué abrigamos resentimientos hacia cierto grupo de “especie humana”? ¿por qué tenemos una bandera, una nacionalidad? Y quizás la mejor pregunta de todas ¿no sería mejor un “planeta humano”, sin fronteras ni idiomas que nos impidan comunicarnos y sentirnos “distintos” cuando somos la misma vaina?

Quizás si en el pasado se hubieran puesto de acuerdo en proyectar un mundo amado y abrazado como uno solo, ya estaríamos hablando un solo idioma y viviendo de lugar en lugar hasta encontrar ese rinconcito soñado, sin necesidad de pasaporte ni de sentirse extraño ni extranjero.

Todas estas pendejadas me vienen a la mente el último día de mi vida. Todas las naciones se han puesto de acuerdo en comenzar a preparar la integración del mundo. Se ponen 20 años de por medio, se escoge el idioma que regirá y la bandera que ondeará en todas partes.

Lamento que este sea mi último día y que no haya nacido en ese nuevo mundo que regirá más adelante en donde la gente se dedicara a vivir de verdad sin odios ni miedos.

Como ya no tendremos enemigos echaremos al fuego todas las armas y misiles irracionalmente construidos cuando éramos dementes y esquizofrénicos.

¡Qué locos éramos! Se le escuchara a alguien decir, pero, es que también hay que quemar la historia y borrarla hasta que no quede la más mínima apertura de atraso.

El mundo que empieza hoy es un mundo que no tiene pasado. Que nace sin historia política, social, cultural ni religiosa.

Un mundo desmemoriado y con el compromiso de echar al olvido toda la mierda con la que nos programamos porque en miles de años no sirvió para nada doblegar al otro.

Un mundo comprometido con el amor ya que ¡por fin entendió! Que todos tendremos un último día y que nada de lo conquistado en el egoísmo permaneció atado a nosotros. Todo se esfumo menos el odio aportado.

Que alegría siento el último día de mi vida. El mundo se ha bañado de una nueva y agradable energía… ¿de qué otra manera podría uno vivir en un mundo redondo flotando en la oscuridad del universo? El paraíso se hace en la tierra, medito, mientras recorro el barrio por última vez. ¡salud! mínimo caminero