Recién liberados de la dictadura de Trujillo; período durante el cual la entonces Dirección General de Turismo de la República Dominicana no era más que una especie de agencia de relaciones públicas del régimen, que tenía entre sus escasas atribuciones recibir y entretener los invitados del "Jefe", y de su gobierno, además de los escasos visitantes que llegaban a nuestro país; se continuó con la misma práctica, sin que nada ni nadie se preocupara por cambiarla, no obstante los beneficios que tanto el Estado como el pueblo dominicanos dejaban de percibir.

En esa época no se tenía al petróleo como la panacea en que se convertiría más adelante, para transformar las economías de medio mundo. Había mucho petróleo, sí, pero no se lo tenía, todavía, como el oro negro, tal como fuera bautizado tiempo después. Algo similar, guardando las proporciones, acontecería, mas tarde, con el turismo.

Iniciado, en 1966, el proceso democratizador de nuestro país, y sin que aquí todavía se concibiera al turismo como lo que llegaría a ser, el presidente Joaquín Balaguer nombró, ese mismo año, al señor Ángel Miolán, director de la que todavía seguía siendo la misma agencia de relaciones públicas gubernamental. Con este nombramiento se inició un nuevo proceso en el que participaron otras agencias oficiales, entre las que se encontraba la recién creada Oficina de Patrimonio Cultural (OPC). No obstante los pasos que daba la agencia bajo la entusiástica dirección del destacado dirigente político opositor- lo que le desfavorecía frente a dirigentes del partido oficialista- no lograban conquistar importantes resultados, que no fuera la tenaz organización, de lo que más adelante llegaría a ser lo que es: la industria más importante del país. Todavía, entonces, ni el mismo Presidente Balaguer ni la mayoría de los funcionarios de su gobierno, ni los componentes del sector privado, alcanzaban a comprender lo que se venía gestando, ni hacían esfuerzo alguno por comprenderlo. Todo se mantenía más o menos igual que antes, o con muy pocas variantes.

En medio de las asiduas convocatorias que organizaba el activo director, llegó al país, en 1968, el Director General de Promoción del Turismo de España, Juan Arespacochaga y Felipe, uno de los artífices del despegue turístico de su país, contratado por la UNESCO, a solicitud de la Dirección General de Turismo. Con su valioso aporte fue creado el Plan de Ordenamiento Territorial, primer intento serio por organizar e institucionalizar nuestro incipiente desarrollo turístico.

Fue entonces cuando se crearon las Zonas Prioritarias, mejor conocidas como  Polos, en que fue clasificado geográficamente el país. Y fue, igualmente, cuando el gobierno y el sector privado empezaron a comprender, ciertamente, lo que se estaba tratando de fraguar.

En el año 1971 fue promulgada la Ley No.153, de Promoción e Incentivos Turísticos, sustituida por la Ley No.158-01, de Fomento al Desarrollo Turístico, que mas adelante fuera reafirmada con la promulgación de sus Reglamentos de Aplicación, contenidos en los Decretos No.1125-01 y 74-02, de los años 2001 y 2002 respectivamente.

Paralelamente, con esta actividad, se empezaron a organizar acciones tendentes a crear  conciencia del valor del patrimonio cultural, y su importancia en el desarrollo del turismo. La OEA, entonces muy activa, gracias al empeño de su Departamento de Asuntos Culturales, convocó, en diciembre de 1967, delegaciones de los países miembros a una reunión en la que fueron creadas las NORMAS DE QUITO. Y fue este encuentro, y el entusiasmo existente en aquel momento, el responsable de que en nuestro país empezaran a surgir algunos proyectos de restauración y adecuación de sus valiosos recursos monumentales en función de turismo. El Sector de La Atarazana I y II, convertido en imán de la entonces abandonada Zona Colonial, el Hostal Nicolás de Ovando, convirtiendo un deprimente tugurio de casas en hotel V estrellas, la Fortaleza de San Felipe, en Puerto Plata, la Casa de Ponce de León, en San Rafael de Yuma, Higuey, ambos en estado de ruina, convertidos en verdaderas atracciones, entre tantos otros aciertos, fueron los primeros hijos del enlace entre patrimonio y turismo, que he denominado "Binomio de Desarrollo".

De otra parte, el entusiasmo imperante provocó que se iniciaran proyectos en algunos de los polos turísticos recién creados, de los cuales Puerto Plata contó con el  mayor respaldo oficial, destacándose las actividades del Banco Central de la República, y de su recién creado departamento de INFRATUR, en 1972. A partir de entonces fue cuando se dio el primer paso, mediante el cual los dominicanos empezaron a entender lo que era  turismo de verdad. De esa iniciativa surgió el proyecto PLAYA DORADA, en Puerto Plata, al que le siguieron muchos otros. Tres años antes (1969) había surgido PALMAS DEL MAR, en la playa de Juan Dolio, San Pedro de Macorís, modesta iniciativa privada, que llegara a constituirse en pionera, en términos turísticos, compuesta de cabañas y villas, dotadas de un confort inexistente hasta entonces en nuestro país.

Y así fue como los dominicanos se dieron su propio petróleo que, aunque de mucha menor riqueza, había dejado de ser un sueño. Por su importancia en el desarrollo económico del país fue denominada INDUSTRIA SIN CHIMENEAS. Industria, que empezando de cero, fue dando pasos firmes, hasta abrirse campo, no obstante la persistencia de situaciones políticas no muy auspiciosas.

Y es así, como la conducción del programa, hasta entonces en manos de políticos, fue cambiando de rumbo, hasta llegar a las de profesionales, que de manera técnica e independiente,  siguieron las pautas trazadas por asesores internacionales, hasta llegar a lo que disponemos en estos momentos.