La pandemia de la covid-19 nos ha llevado a sacar la mejor parte de nuestros sistemas de salud, en todo lo relativo a la ciencia, solidaridad y compasión.
Ante la ausencia de una experiencia previa, la inexistencia de fármacos debidamente probados y procesos reconocidos como exitosos, hemos tenido que echarle mano a medicamentos y equipos que hemos usado en otras enfermedades parecidas. A eso se llama redireccionar un fármaco o un procedimiento.
Se usa así, aun antes de tener confirmación científica, porque la compasión nos obliga a hacer lo mejor que tengamos, siempre que no hagamos "más daño que bien"; … en lo que llegan las terapias aprobadas debidamente. Ese es el concepto de tratamiento compasivo. No nos podemos dar el lujo de "no hacer nada" mientras se nos mueren los enfermos.
En esta fase inicial e intermedia de abordaje médico en la covid-19, hemos tenido que echar mano al proceso de "observación-prueba- resultados-análisis". Muchos de ellos los tenemos que descartar; mientras que otros los modificamos. Un ejemplo de ello es el soporte vital respiratorio a través de los ventiladores; nos dimos cuenta muy pronto que "entubar" los enfermos es contraproducente, a diferencia de la experiencia anterior en otros tipos de neumonías. Ahora tratamos de no hacerlo.
Comenzamos a usar todos los medicamentos de forma redireccionada, todos; muchos lo seguimos usando aun en contra de estudios que parecen demostrar que no tienen gran efecto, como el propio Remdesivir, Hidroxicloroquina y el Tocilizumab. Los usamos porque es lo mejor que tenemos, y no podemos, de nuevo, ver morir nuestros pacientes sin hacer nada. Incluimos ahí los anticoagulantes, antiinflamatorios no esteroideos y antivirales (Ivermectina, Fapinavir, Nitaxozanida, Oseltamivir, etc.). El único que parece tener cierta aprobación general es la Dexametasona, pero aún hay muchas dudas y discrepancias sobre cuando iniciarlo, dosis, y duración.
Eso pasa también con las vacunas; no tenemos tiempo para darle más tiempo a su prueba, ensayo, revisión y confirmación de pares. Simplemente tenemos que usarlas porque su ausencia nos destruiría como sociedad, en muchos sentidos, incluyendo en el económico. ¿Qué haríamos nosotros buscando la solución sin ningún riesgo, si más temprano que tarde nos morimos de hambre?
Este mensaje va dirigido a los fundamentalistas de las ciencias. Aquellos que desprecian las acciones basadas en evidencias parciales, pero que no han pasado por la terrible experiencia de ver morir sus enfermos o familiares ahogados “como un pez fuera del agua”, aislados, en gran depresión.
No nos digan que esperemos a que el rigor científico demuestre definitivamente su eficacia, seguridad y pertinencia. NO, ¡ESO NO!.
José Natalio Redondo.
Médico Intensivista y Cardiólogo. Gestor de Salud.
Presidente de la Red Nacional de Salud GRUPO RESCUE.