El 30 de mayo de 1961 el dictador Rafael Trujillo es asesinado después de 30 años de dirigir los destinos del pueblo dominicano. Durante esos 30 años el país vivió bajo la angustia y la amenaza de una dictadura sangrienta, espantosa, un régimen de terror que horrorizó al mundo, sin límites ni fronteras. Esa es una verdad irrefutable. Como Trujillo era el anticomunista número uno de América, trataba de mantener una imagen de demócrata, celebrando elecciones controladas por el gobierno y alternando en algunos periodos con presidentes títeres. En el año 1934 lleva a Jacinto Peynado a la presidencia, quien muere en el 1940, sustituyéndolo el vicepresidente Manuel de Jesús Troncoso. En el 1952 le toca el turno de tercer presidente títere a su hermano Héctor Bienvenido Trujillo. En 1957 se celebran nuevas elecciones presidenciales, en esta ocasión Joaquín Balaguer asume como vicepresidente y Héctor B. Trujillo como presidente, tres años más tarde Trujillo hace renunciar a su hermano y juramenta a Joaquín Balaguer como el último presidente títere de la dictadura.
Los 30 años que transcurrieron bajo el mando de Trujillo marcan a la Republica Dominicana con una serie de características propias del estilo trujillista, las cuales han permanecido mucho tiempo sin desaparecer totalmente del escenario político dominicano. Los asesinatos, los presos políticos y las desapariciones, sin entrar en detalles pues no es el tema de este artículo, aunque siempre merecen ser recordados, estuvieron presentes durante casi 35 años después de la desaparición de Trujillo, cuando en 1994 desaparece misteriosamente Narcisazo. La intriga, el chisme, la mentira, los verdugos o sicarios como se conocen hoy, las denuncias de funcionarios por el propio gobernante, las destituciones sorpresas, la concentración de poderes, la desconfianza, la adulonería, el clientelismo, el miedo, la represión, el espionaje, la intervención de teléfonos, el caliesaje, y la traición, han sido características comunes a la democracia dominicana originada luego de la dictadura.
Debemos preguntarnos si se puede pasar en un corto tiempo de una dictadura cruel, totalitaria, ignominiosa, a una democracia plena, con respeto de los derechos humanos, con un estado de derecho, libertad política y transparencia de la gestión gubernamental. Sobre todo cuando en la transición de la dictadura a la democracia han quedado intactas las estructuras que mantuvieron la dictadura en su poder. Eso parece imposible, y así lo hemos comprobado y vivido los dominicanos. La agresividad de las fuerzas policiales y militares, los asesinatos en supuestos intercambios de disparos, la abundancia de "jefes", la arrogancia de los servidores o sirvientes públicos, la arbitrariedad y el abuso de los que están en el poder, las poses de los funcionarios, la discriminación contra los haitianos, y la justificación de todo lo que se hace en nombre del gobierno son remanentes de la dictadura que se mantienen y sobreviven al dictador que muchos quisieran clonar. En la historia republicana de nuestro país 50 años no es un corto periodo, o quizá el periodo de espera para sacudirnos de la herencia trujillista será de cien años.
Es cierto que cada país, según sus circunstancias, sigue diferentes vías en su desarrollo histórico. Otros países han logrado mas progreso que el nuestro en la instauración de regímenes democráticos luego de una dictadura. En nuestro caso se requiere de un esfuerzo dirigido a superar esos remanentes que contaminan y retrasan la transición hacia la democracia. Indudablemente, además de las transformaciones institucionales que se puedan implantar, es imprescindible el avance en la educación de la población. No solo la educación formal, sino la educación cívica ciudadana, el conocimiento del sistema platico, de los deberes y responsabilidades del gobierno, de las funciones y objetivos de las instituciones del Estado, conocimiento de los derechos, deberes y responsabilidades de los ciudadanos. Es impostergable elevar la educación sobre el conjunto de principios morales y éticos que son necesarios para la vida pacífica en una comunidad o en una nación. La educación ciudadana se adquiere mediante la comunicación, la enseñanza y sobre todo el ejemplo en la familia, la escuela, los medios de comunicación, como la televisión que tanta influencia tiene en la formación de niños y adultos, el ejemplo y enseñanza de los líderes políticos, sociales y culturales, y las campañas educativas entre otras cosas.
Aunque estos conceptos parecen quimeras inalcanzables en medio de lo que ocurre en nuestra sociedad cada día, a menos que nos orientemos en esa dirección, estaremos avanzando a un sistema democrático. Solo a través de la educación, la información y el conocimiento puede la gente acceder a la democracia con la capacidad de seleccionar y elegir entre las opciones que se le presentan y diferenciar el contenido real de las propuestas versus las mentiras y espejismo que le ofrecen los sofistas y demagogos cada cuatro años. Si seguimos como vamos, estaremos caminando hacia atrás, hacia el oscurantismo y el atraso, donde nos esperará la dictadura plena y el clon del Jefe.