"El que no sabe lo que busca no entiende lo que encuentra".

(Claude Bernard).

No existe mayor realización y plenitud de la existencia humana que el Trabajo. El trabajo como dinámica social es la expresión más abarcadora del ser humano. Constituye la piedra angular del motor de la personalidad, en tanto ésta es el centro rector del patrimonio psicológico del individuo. Por ello, el trabajo como mecanismo de resonancia dibuja el cuadro perfecto de lo social, lo emocional, lo espiritual, lo mental y lo económico. Es la cuna del andamiaje del desarrollo personal y profesional. El trabajo que se asume como el necesario rol ocupacional, permea todos los demás roles: familiar, de pareja, social. Es el verdadero eje transversal del desarrollo humano.

No hay, después de la salud, nada que perturbe más al ser humano como la falta de un trabajo. La falta de este deteriora la calidad de vida, el bienestar de las personas. No se siente realizado, con un dejo de que le falta todo. La ausencia del trabajo destruye nuestro estado de ánimo, las distintas formas de interrelación humana, la sana convivencia social; el grado de importancia y de jerarquía en los diferentes grupos sociales en el que nos toca interactuar. Nos angustia, nos genera ansiedad, nos conduce a la soledad y a un deterioro de nuestra vida que nos lleva a la depresión y al suicidio.

La asunción del Trabajo por una sociedad como espacio vital, trascendental, capital, de creación de más Capital Humano, de más Capital Social; nos da una idea, del escenario societal en que se encuentra una sociedad. Dicho de una manera más específica, el trabajo es la expresión más expedita para comprender desde el punto de vista social, la importancia que la elite política y la elite empresaria tienen con la sociedad.

Encierra el compromiso y el grado de solidaridad que las elites tienen con los ciudadanos de una determinada sociedad. El trabajo es la residencia verdadera de la Inclusión Social, del Capital Humano, del Capital Social y del Desarrollo Humano.

El trabajo para Rodrigo Borja "es uno de los factores de la producción, juntamente con el capital y la tecnología. Consiste en el despliegue de la energía mental, emocional y física del ser humano en las diversas tareas de la producción. El trabajo es una descarga creativa de energía intelectual o muscular del hombre". Para Lucas Marin y Pablo García Ruiz en su libro Sociología de las Organizaciones, el trabajo es una dimensión fundamental de la vida del hombre.

Tres son las características sobresalientes del trabajo como actividad intrínsecamente humana:

1.- Es un esfuerzo cultural.

2.- Es perfectivo.

3.- Es relacional.

En tanto que el trabajo como fuente inevitable encuentra eco a través del ser humano; este se convierte como parte exclusiva y meridiana del mismo y en consecuencia, nada más que él posibilita su realización y en esta realización se realiza el mismo, al tiempo que se transforma social e históricamente. Ser humano y trabajo construyen una relación tan esencial y valiosa que no puede existir uno al margen del otro; y señalan en consecuencia el peldaño histórico, la escalera en que se sitúa una sociedad en un momento determinado.

El trabajo, en tanto que fenómeno social, conjuga la constelación de poder en una sociedad; la visión de autoridad y de dominación; las dimensiones estructurales del poder y la manera en cómo se bosqueja este para la necesaria gobernabilidad.

Todo el entramado de la visión del trabajo que se tenga con respecto a la perspectiva de una sociedad, nos señala el grado y la calidad del liderazgo de los actores políticos y empresariales de la sociedad.

Más allá del modelo económico, se requiere exigir en la sociedad dominicana de un Liderazgo Estratégico que apunte a los problemas cardinales, estructurales de la sociedad. Hemos sido el país de América Latina que en los últimos 50 años creció a una tasa promedio de 5.5 y el resto de los demás países lo hicieron a una tasa promedio de 3.7. Sin embargo, el Índice de Desarrollo Humano de nuestro país es uno de los más bajos de América Latina, y el desempleo endémico-estructural ronda el 15 % a lo largo de esos 50 años de crecimiento. Esto indica que no es tan solo el Modelo económico que ha generado riquezas. Es un esfuerzo serio de compromiso de un Liderazgo Estratégico, de una fuerte voluntad y de un genuino amor a sus congéneres; de la necesaria sensibilidad social que se requiere en el mundo de hoy para ser un actor clave en la dirección de toda organización o sociedad.

Es en ese panorama que se inscriben LAS PYMES como un vehículo esencial para la generación de TRABAJO. Las Pymes son el escape ineludible para la construcción de más Capital Humano y para la necesaria reducción de la pobreza y la profunda inequidad social de nuestro país. Ellas coadyuvarían a disminuir significativamente la exclusión social que nos abate como sociedad.

Un crecimiento económico sostenible y sustentable sólo es posible a través de la comprensión y de la visión del rol estratégico que juegan éstas en la creación de empleos y en las que ellas son y constituyen mecanismos de competitividad en nuestro país.

Desde el Estado se debe de asumir una posición firme, seria y convincente, con respecto al tratamiento de las PYMES y en la visión de que sólo éstas nos pueden ayudar como sociedad para hacerla más viable y con más desarrollo humano.

Las PYMES requieren menos capital para generar un empleo, posibilitan mayor estabilidad emocional y un proyecto de futuro más halagüeño a sus fundadores; crean mayor espíritu de innovación y de emprendedurismo, sobre todo por el sector social de donde provienen la mayoría de sus creadores. Ellas representan el vehículo por excelencia para la construcción y respuesta de nuevos nichos organizacionales.