Hasta febrero de 1978 la diócesis de La Vega comprendía las “provincias civiles” (como se dice en el lenguaje  eclesiástico) de La Vega, Sánchez Ramírez, Duarte, Samaná y María Trinidad Sánchez (Nagua). En febrero de 1978, al crearse la diócesis de San Francisco de Macorís, la diócesis de La Vega quedó reducida a La Vega y Sánchez Ramírez. En aquellos años La Vega, una de las cuatro provincias más extensas, todavía incluía el territorio de la actual provincia Monseñor Nouel (Bonao), que sería creada en 1982.

El Centro de Promoción Campesina de la diócesis de La Vega, que comenzó a operar en 1973, tenía un equipo de educadores y promotores que, en su momento de mayor actividad, estaba formado por nueve personas y un reducido personal auxiliar, además de limitados recursos materiales. Su trabajo, que duró hasta finales de 1978,  solo abarcó comunidades rurales de los municipios de Cotuí, Fantino (La Piña de Cotuí), Cevicos y áreas aisladas de La Vega, Villa Tapia, Maimón y Bonao. A las provincias Duarte, Samaná y Nagua no se llegó nunca.

Aunque en 1978 Argelia Tejada publicó “Metodología de una experiencia en el sector rural”, un texto en el que describe sucintamente los métodos de aquel trabajo pionero, falta mucho por estudiar de un proyecto cuyas repercusiones alarmaron a tal punto los centros de poder que ordenaron rápidamente que fuera desmantelado, como en efecto ocurrió. Errores internos también contribuyeron a la desintegración del equipo de educadores y su sustitución por varias monjas aparentemente inofensivas.

En esta ocasión trataré sobre los tempranos obstáculos de carácter cultural que encontró el trabajo del centro y que pudieron sortearse sobre la marcha. Estos tropiezos nos enseñaron que nosotros apenas conocíamos el campo y a los campesinos, que en realidad íbamos aprendiendo tanto como ellos a medida que avanzaba el proceso de “promoción” que, como todo proceso educativo es de dos vías: aprende el alumno y aprende el maestro.

P. Emiliano Tardiff
P. Emiliano Tardiff

Un ejemplo, que podría tomarse por su lado jocoso, nos ocurrió a Ping-sieng Rafael Sang Ben y a mí un día. El entro había obtenido un espacio de media hora los jueves en Radio Santa María dentro del popular programa educativo diario “Universidad para Todos” El programa, al que pusimos el nombre de “Abriendo surcos” se transmitía a las 2:00 de la tarde, casi siempre en las voces de Mildred Dolores Mata y yo.

Una de las primeras emisiones, sin embargo, se hizo en las voces de  Ping-sieng y yo, creo que explicando algo sobre el funcionamiento de las organizaciones campesinas. El programa era grabado. (No creo que los jesuitas a cargo de la emisora nos permitieran un programa en directo cuyo contenido ignoraran).

Pues bien, para ese día en la tarde habíamos fijado una reunión con unos directivos campesinos en Cevicos. Al llegar, un viaje que se tomaba como una hora, no encontramos a nadie en el local acordado. ¿Explicación? Nuestros anfitriones habían estado oyendo el programa y esperaban el tiempo adecuado para que llegáramos desde La Vega. ¡No sabían ni se imaginaban que el programa era grabado! Ignorancia de parte y parte, más grave de parte de nosotros que debíamos estar atentos a detalles de la cultura local que en algún momento pueden tener consecuencias indeseadas.

Algo parecido, pero de mayor envergadura, nos ocurrió creo que en algunos meses del año 1976.  Se nos caían todas las reuniones, visitas u otra actividad que fijábamos para los jueves, principalmente en la provincia Sánchez Ramírez. Teníamos por costumbre no hacer actividades de domingo a miércoles, para no interrumpir las actividades cotidianas de los campesinos, la gran mayoría de ellos agricultores y amas de casa rurales. Así que, comenzábamos a pautar las actividades para los jueves en adelante.

Comenzamos a indagar qué había los jueves que la gente evadía las reuniones, los cursillos, las visitas. La respuesta vino cuando nos enteramos, no recuerdo cómo, de que grandes contingentes de pobladores rurales se dirigían ese día hacia Pimentel para participar en las “misas de sanación” que presidia el popular sacerdote canadiense Emiliano Tardiff, perteneciente a la congregación Misioneros del Sagrado Corazón (MSC). Estábamos, pues,  noqueados de antemano, no había competencia posible; nuestra reacción fue no cuestionar  nada y por bastante tiempo dejamos de programar actividades los jueves en el Cibao Oriental.