El tiempo, para el trabajo, es aire; para el ocio plomo”, Eugenio María de Hostos

Quiero recordar en este artículo el último capítulo de la Moral Social de Eugenio María de Hostos (1839-1903).  Cuando esta obra fue publicada en 1888, Hostos tenía prestigio en toda la América Latina y en círculos de Europa y los Estados Unidos.  Sus biógrafos consideran su prestigio el fruto de sus labores docentes, políticas, y culturales desde el norte al sur del continente Americano, y de ser ejemplo de congruencia en su vida personal de la moral que enseñó, escribió y encarnó.  De aquí su autoridad.

Michelet de Miranda lo categoriza como un Don Quijote de la libertad.  En todos los países donde residió: Santiago de Cuba en 1872; en Brasil y Buenos Aires en 1873; en Santo Domingo de 1875 a 1876; en Nueva York en abril de 1876, y en Caracas en noviembre del mismo año. Regresa a Santo Domingo en 1879 y un año más tarde funda en Santo Domingo la escuela Normal y Salomé Ureña de Henríquez funda en 1981 el Instituto de Señoritas.

Luchó contra los conservadores que se oponían al nuevo método de enseñanza en las Escuelas Normales principalmente el Padre Billini, y el diputado Isaías Franco, entre otros (Demorizi, 1975: 30).   En diciembre de 1888 fue exilado por Ulises Heureaux y se dirigió a Chile donde incidió en su sistema educativo. Regresó a Quisqueya después de la muerte de Hereaux, sobreviviendo por seis años a su queridísimo y solidario amigo Gregorio Luperón.

Su discurso fue universalista, salido de la realidad y las entrañas de América, y de su entrega a la liberación de Cuba y Puerto Rico del colonialismo, y a muchas naciones Latinoamericanas como la República Dominicana ensombrecidas por dictaduras caudillistas que coartaron la libertad después de sus independencias de España.   En todos los países fue haciendo el bien, enseñando a la juventud, fundando periódicos, dirigiendo liceos, y ofreciendo cátedras de Moral, Derecho, Sociología y patriotismo en las universidades.

En su prólogo al Tratado de Sociología de Hostos, José Luis Méndez presenta las evidencias de su tesis sobre el pensamiento Hostosiano, el cual difiere de varios autores dominicanos que lo han descrito simplistamente y erróneamente como un positivista seguidor de Comte y Spencer.    La intención del positivismo de  Comte fue la de  “predecir para controlar” enmarcado en una práctica política conservadora que categorizaba como “negativo” y “destructivo” el contenido crítico de la filosofía revolucionaria burguesa y proponía reemplazarlo por los principios “constructivos” y “positivos” de la filosofía positivista.

Nada más lejos de la sociología de Hostos, influenciado por la situación a que dedicó su vida: la ruptura del lazo colonial de Cuba y Puerto Rico y el rumbo de la política seguida en la América Latina, particularmente las Antillas.  Méndez destaca que aunque Hostos se inspirara en las posiciones de Augusto Comte y Herbert Spencer, no fue ni un cientificista ni un positivista:  “Su entendimiento [el de Hostos] de la nueva ciencia estuvo subordinado a su visión general del mundo, al carácter esencialmente moralista que configuraba su pensamiento, a su descontento con el giro que tomaron los acontecimientos  políticos en  Puerto Rico y Santo Domingo y a su impugnación de un orden internacional, en el que, lejos de reinar el espíritu positivo, imperaba, en su opinión, la ley de la barbarie.”

Su situación desde América Latina y particularmente las Antillas “le imprimió a su reflexión sociológica un carácter moralista y universalista, no exento de utopismo, el cual lo mantuvo ligado en muchos aspectos al pensamiento crítico, cosmopolita, y filantrópico del iluminismo”.

El filósofo dominicano Dr. Rafael Morla (ECOS 2011:11-30) analiza el pensamiento filosófico de Hostos y las influencias de Carl Cristian Krause, y el positivismo de la época durante el curso de sus estudios de bachillerato y superiores iniciados en España desde 1852.  Así lo describe: “Hostos, es un hombre que está al nivel de la cultura de su tiempo histórico. Un humanista que con sentido electivista asume creadoramente la herencia cultural de la humanidad y le imprime su propio espíritu.  Fue al principio krausista, luego positivista, y al final de su vida intelectual ya no era ni una cosa ni la otra, porque era mucho más, era Eugenio María de Hostos.  Y es precisamente en la búsqueda de su ser intelectual, que deja ver, que queda al desnudo su condición de ilustrado”.

En República Dominicana, Eugenio María de Hostos creó de facto una escuela.  Fueron sus destacados discípulos de 1901 quienes redactaron el Tratado de Sociología de Hostos, usando las notas que tomaron de sus cátedras de sociología.   Su legado perduró en el currículo escolar hasta 1933, año en que Rafael Trujillo sacó su Moral y Cívica de las escuelas públicas. Sus métodos y principios contradecían el proyecto Trujillista de implantar una educación sectaria, acrítica, dogmática  y anti-libertaria imponiendo  el nacionalcatolicismo como marco legitimador de su dictadura y definiendo  la identidad dominicana por el catolicismo y la hispanidad.

En el presente, Hostos tiene mucho que decirnos sobre las causas de los problemas sociales que envuelven a la población joven y a la niñez dominicana.  Su análisis tiene un carácter universal definido por sus observaciones en varios continentes y países.   Al analizar las raíces profundas que generan los problemas sociales, deriva simultáneamente sus soluciones.

Todos conocemos la urgencia de solucionar los problemas sociales dentro y fuera de la escuela que sufre la población joven dominicana. Sabemos que gran parte de adolescentes ni estudian ni trabajan, y que el embarazo en adolescentes se ha constituido en un serio problema social que saca a las niñas de las escuelas desde la tierna edad de 10, 11, 12, 13, 14 y 15 años.  A nivel nacional se estima que el 23 por ciento de las adolescentes dominicanas quedan embarazados, y el número no se ha reducido por años.  La última noticia de que en el hospital de San Cristóbal se han registrado 1,811 adolescentes embarazadas en los últimos tres meses, confirma el problema, que se profundiza porque se ignora la edad del hombre que la embarazó, dato importante porque la justicia debe proceder a aplicar la ley por violación sexual estatutaria, y no puede dejar con impunidad a depredadores sexuales de menores.

En el pasado hemos analizado la ausencia de educación sexual en las escuelas como parte del problema.  Hostos, analiza los problemas sociales desde el marco conceptual del uso del tiempo y su efecto en la psiquis humana, de forma más global e inclusiva.  Diferencia entre tiempo empleado en el trabajo y tiempo de ocio.   Por eso titula el último capítulo, No. 38, de su Moral Social: La moral y el tiempo. Así comienza su discurso: El tiempo, para el trabajo, es aire; para el ocio plomo.

Estas palabras encierran el producto de sus observaciones el análisis en capítulos precedentes.  Escribe sobre  la necesidad de que cada persona escoja la profesión u oficio para la que tiene vocación.  Si escoge  por conveniencia, o por dinero, no podrá cumplir a cabalidad con el deber que cada profesión u oficio impone, y al no cumplir su deber, no respetará el derecho ajeno ni hará bien a la sociedad.

Hostos considera el magisterio la profesión más importante, por ser la forjadora de futuras generaciones, no solamente en la parte técnica o científica, pero en el aspecto moral, el cual priorizó.  Los capítulos precedentes son importantes, en el contexto actual de la educación dominicana,  dado que la calidad  de la enseñanza depende de sus docentes.   El Estado dominicano no ha valorizado el magisterio, al convertirlo en medio de subsistencia para personas poco calificadas.

La escuela es para el estudiante lo que la fábrica es para el obrero.  Su tiempo en el aula está llamado a pasar ligero como el aire; con presentaciones donde el alumno “descubre” los conocimientos y se maravilla de los fenómenos de la naturaleza, de la evolución del universo, y del origen de la vida y su evolución hasta el presente.  Donde la poesía y la música lo conmuevan y la literatura le abra las puertas a mundos desconocidos, reales o imaginados.  Cuando la escuela hace correr el tiempo como plomo, los alumnos desertan.

Este es el principal problema de la educación dominicana: no logra retener la población estudiantil en las aulas. Estos desertan sofocados por el aburrimiento y el lento pasar del tiempo en una butaca donde no aprende nada.  El deber docente es hacer la educación entretenida y despertar el interés en niños que naturalmente son curiosos y aprenden solos, como confirma su dominio del lenguaje hablado, antes de ingresar en el sistema de educación formal.

La otra fase del tiempo es el que trascurre después del trabajo.   Hostos observa que el tiempo de ocio es como plomo.  Pasa despacio y en poco tiempo causa igual fatiga que el trabajo en grandes cantidades. Por eso considera natural “que de continuo busquemos el modo de descargarnos de la carga fatigosa”.   Y así explica Hostos su idea central:

En el modo de descargarse está gran parte del arte de la vida, y en combinar el pasatiempo con el tiempo empleado en el trabajo está la superioridad o la inferioridad de una civilización.  En la civilización más adelantada, que ha de ser la más moral, está ingeniado el pasatiempo con propósito de bien, para evitar el mal de que la ociosidad es consejera.  En la civilización menos desarrollada, que es, por menos racional, menos moral, el pasatiempo es violenta supresión de tiempo.  La civilización moral ha de llevar el orden al descanso del trabajo.  La civilización inmoral altera el orden o continúa el desorden en las horas del reposo y del solaz.  La una sabe distraerse, traer su atención, de una ocupación de tiempo que la absorbe a otra ocupación de tiempo que la encanta.  La civilización inferior no sabe más que divertirse; verter a raudales en nonadas peligrosas el tiempo que pasa sobre individuos, grupos y sociedad entera. La vitalidad de todas las formas religiosas está íntimamente relacionada con este serio problema sociológico del empleo del tiempo sobrante.

Hostos relaciona el tiempo sobrante con los vicios: Los vicios más rebeldes, que son los de sensualidad, contra todo remedio se rebelan y resisten, por el vergonzoso poder que tienen de absorber fuera del tiempo los sentidos. Los vicios más cobardes, la difamación, la maledicencia, la calumnia, porque matan el tiempo, sobreviven.

Además, Hostos relaciona el culto de las religiones al tiempo sobrante: El culto en las religiones positivas, es la raíz más profunda de la fe.  Cuanto ésta es más irracional, tanto el culto es más teatral.  Lo que no se puede obtener por devoción, se obtiene por diversión. De ahí, en el fondo histórico de todas las religiones monoteístas, el germen de politeísmo que se ven forzadas a cultivar con esmero para entretenimiento de las multitudes.  Cuanto mayor el número de atributos de la divinidad, y más numerosas sus manifestaciones y personalizaciones, tanto más frecuente el culto, tanto más fecundo en pasatiempo……….. ¿Qué sería de ese hormiguero de racionales si sus religiones no les hicieran soportable el tiempo? ¿Qué los doscientos cincuenta millones de católicos que generalmente pululan en las sociedades menos industriosas de Europa y América, si el culto de su Iglesia no los divirtiera casi todos los días del tiempo que casi continuamente les sobra? ….Infinitamente, de todos modos, menos inmoral es ese abuso del tiempo que el favorecido por las cien instituciones del vicio que se levantan en el seno de la civilización de su incapacidad para aprovechar en distracciones civilizadoras y moralizadoras el tiempo social que sobra cada día después de las faenas de las industrias mecánicas y racionales.

De aquí en adelante Hostos describe las distracciones civilizadoras y moralizadoras que deberían institucionalizarse, especialmente en las zonas rurales y barrios marginados con poco acceso a estas actividades.   Entre ellas menciona el teatro, como un pasatiempo educador como ninguno, por ser más accesible a la receptividad mental y sensitiva del pueblo, lamentando que no llegue a comunidades rurales y se circunscriba a las grandes ciudades.

Otro instrumento es la escuela nocturna, que también se ha circunscrito a las ciudades más populosas, y debería “disputar sus presas a los centros de depravación”.  Aboga por la generalización de conferencias literarias, científicas, religiosas, políticas y económicas; la creación de ateneos, liceos, y academias.  Sugiere que los conciertos populares, se conviertan en una institución nacional en todos los países, y alcancen la población aldeana y rural; junto a la creación de sociedades corales, y asociaciones filarmónicas.

En fin, que la educación popular debe ser continuada por políticas estatales para dignificar la vida rutinaria de los trabajadores aumentando la superioridad de la civilización y previniendo los problemas sociales que surgen de la inactividad del ocio.  La verdad de sus palabras divulgadas hace 125 años son más pertinentes en el presente debido al aumento poblacional, el éxodo rural, el desempleo, la migración no planificada de acuerdo a las necesidades del país, la promoción de juegos al azar y de la prostitución, la corrupción de los aparatos de poder, el narcotráfico, y la impunidad que disfrutan los corruptores políticos.

No olvidemos sus palabras: “Mientras la civilización no sepa emplear el tiempo que le sobra después del trabajo de cada día, no será una verdadera civilización, porque no sabrá emplear la primera riqueza y la más trascendental……A la mayor parte de los hombres sobra tiempo, aunque sólo sea el cada día deducido del trabajo cotidiano, para aburrirse de sí mismo y de los otros y para verse expuesto a optar entre fastidiarse a solas o corromperse acompañado”.