Ya sea desde su origen en la civilización Sumeria de la antigua Mesopotamia hace unos 4000 años o desde apenas unas semanas, el tiempo y su fraccionamiento, siempre ha estado atado a todos nuestros actos, sin importar era, localidad, temporada, estatus social o condición de vida.

¿Te has preguntado alguna vez, qué tiempo se requiere para que el agua hierva? O, ¿cuántos minutos le pudiera tomar a un corredor no competitivo, completar una milla? Curioseemos por un momento sobre esas sencillas preguntas. ¿Te imaginas el resultado? Creo que nunca habías pensado en esos detalles. Al menos que seas un chef o ejercitas con un cronómetro en la mano.

Sigamos con estos fisgoneos, y de igual forma te pido que adivines estas otras interrogantes. Pero aguarda, que son un tanto más complejas ¿Qué tiempo crees que le pudiera tomar al transbordador espacial de la NASA, con todo su poderío en proyección, alcanzar el espacio y fijarse en órbita alrededor de la tierra? Complicado, ¿verdad? Ahora mira ésta otra incógnita. ¿Te has preguntado alguna vez, sobre el tiempo que transcurre entre la emisión de luminiscencia que expone el Sol y cualquier destino final? Es decir, aquellos rayos de luz que escapan desde su núcleo, para viajar a la velocidad de la luz, emitiendo fotones a través del vacío del espacio, esquivando agujeros infaustos, para arribar a la tierra. Las respuestas de todas estas preguntas, al igual que unas tantas otras en nuestro diario vivir, están atadas al concepto tiempo. Búscales sentido a esas consultas y trata de ver si puedes pronosticar el lapso de todas ellas. ¡Adelante, inténtalo!

Sabrás, que queramos ignorarlo o no, todas nuestras acciones e inacciones están atadas al tiempo, como también lo están todas aquellas cosas vivas o inertes de nuestros alrededores inmediatos o lejanos. Porque el tiempo, sin importar la fragmentación que hemos llegado a colectivamente aceptar de él, igualmente rige cada aspecto de nuestras vidas. Y lo gobierna de tal forma que, pudiéramos bien decir que nosotros somos tiempo y el tiempo somos nosotros.

Ahora, entender el tiempo y la unidad social, como una e indivisible, no es algo que todos puedan asimilar. Los más vulnerables y frágiles miembros de nuestras sociedades, ignoran que todas las faenas están ligadas a él. Esos que lastimosamente no guardan gran importancia sobre lo que tienen hasta que lo pierden, son los más afectados. Su diario está embargado en la contracción de mañana, tarde, noche y madrugada. Y estos, además, ven a los apresurados de la otra parte de la humanidad, como ofuscados, producto de la era moderna, de sus exigencias y de la ambición desmedida sobre la propiedad y el poder. No sabiendo que el tiempo no tiene prejuicios ni vilipendios.

Puede que la complejidad en la segmentación del tiempo a un sistema sexagesimal pudiera estar más acorde con quienes lo crearon y su porqué, que lo que uno pudiera pensar el haber estado con los desdichados y modernizados, lo cierto es que, el tiempo está dentro de cada uno de nosotros. La metodología numérica y posicional que emplea como base el número 60, usada para medir tiempo en horas, minutos y segundos o ángulos en grados, rinde un formato de horario que, a pesar de originalmente solo haberse empleado en cálculos numéricos, desde entonces fue extrapolado de manera efectiva a los comunes. Estar al tanto del tiempo es conocernos más.

Desde que nacemos hasta que morimos, estamos atados al tiempo y el a nosotros. Si no fuese así, ni uno ni el otro existiera. Y si ha de vernos como bajel o recipiente de todo aquello que existe en el mundo material y que hemos enmarcado en un sistema sexagesimal, tendrás entonces que aceptar que, entre uno y otro, no hay ninguna diferencia. Que, en realidad, todos somos buques en donde navega el tiempo y que solo es el tiempo el que varía.

Y ya que lo cité, abordemos el escenario de nuestro nacimiento o el de la misma muerte. El de cada uno de nosotros. Pues si eres padre y estuviste presente el proceso de embarazo de tu pareja, o tú como madre, ¿Recuerdas bien la primera fase del parto de tu criatura? Aquella que estaba definida por la dilatación y borramiento del cuello uterino, reflejándose en contracciones de intervalos regulares. El acto inicial del alumbramiento, que precisaba el partir hacia el hospital. ¿Lo resuenas? Incluso, ¿recuerdas qué tan largos tenían que ser esos intervalos de contracción? Piénsalo, porque estoy seguro de que lo sabes.

Ahora vayamos al deceso de cada uno. ¿Has perdido un familiar o amigo, recientemente? En caso de que no, y para ser más claro y llegar al grano de todo este ensayo, ubícate en la escena de lo ocurrido hace unas semanas con el asfixie de George Floyd por parte de un policía, luego de que le reposará una rodilla sobre el cuello, cediendo a su vez, ejemplo de las imperfecciones del ser humano y la carencia de acciones portadoras de futuro. Ocho minutos, 46 segundos. El tiempo en el que se le robó la vida. ¿Entiendes ahora como todo está atado al tiempo? Piénsalo en su justa dimensión lógica. Un acto, como el de ver a un cisne negro por primera vez, y como un solo acto te ha servido para identificar los miles de otros que han existido, a pesar de no haberlos visto.

En esta lucha, la humanidad debe estar unida, como los segundos a los minutos, como los minutos a las horas, y como estas a los días, porque la paciencia es un lujo para los hombres que tienen tiempo, no para las sociedades que la han perdido. Por ello, el mundo ha tenido que protestar de frente al racismo y la brutalidad sistemática por parte de figuras de autoridad, en contra de hombres y mujeres de color en su piel, que vienen ejecutando por más de 500 años en el atrasado Nuevo Mundo.

¿Que porqué no juzgar la forma en la cual este hombre vivió? Pues ese tiempo no es el relevante a este ensayo. Mi pregunta y preocupación es el tiempo que perdió Floyd, al ser asesinado. El que han perdido miles de otros. El que has perdido, tu. El que ojalá nunca tenga que perder, yo.

Porque desde la escena que anticipa el nacimiento o aquella que transcurre antes de morir, el tiempo estuvo, está y estará siempre presente. Sea este dividido o no, en un sistema sexagesimal, acorde con los componentes que rigen desde su interior hasta el aura que emiten, las vidas de los desdichados o modernizados.

¿Y sobre aquellas otras preguntas que te llevaron aquí? Te cuento que, lo sorprendente de cada una de ellas, es que ingeniosamente poseen la misma respuesta.

¿Qué tiempo requiere el agua para hervir? -Poco más de ocho minutos.

¿Qué cuánto le pudiera tomar a un corredor, completar una milla? -Poco más de ocho minutos.

¿Qué tiempo tardaría el transbordador espacial en alcanzar órbita alrededor de la tierra? -Poco más de ocho minutos.

Entre la luminiscencia que expone el sol, y su llegada a la tierra. ¿Cuánto transcurre? -Poco más de ocho minutos. ¿Y la dilatación del cuello uterino que conlleva a contracciones de intervalos regulares? -Poco más de ocho minutos.
Finalmente, ¿sabes cuánto duró la rodilla del agente policial sobre el cuello de George Floyd, causándole que éste se asfixiara, a pesar de continuamente rogar que no podía respirar? -Poco más de ocho minutos.

¿Entiendes como todo está atado al tiempo? Como los ocho minutos de algo, no son exactamente los ocho minutos de otra cosa. Que el tiempo lo llevamos dentro. Que nosotros somos el tiempo. El tiempo existe porque existimos.

Hay que seguir creciendo, madurando, elevando y trascendiendo, aceptando que, aunque el tiempo ya no existe en George Floyd, a él ahora les sobra el tiempo. Su tiempo se transportó al bajel nuestro.

No sé cómo contarán la historia de esta era, pero en unas últimas líneas déjenme contarle la historia de lo que han sido estos días. El tiempo solo tiene una trayectoria. La de avance y desplazamiento hacia delante. Querer alterar eso, es ser ingenuo a las realidades de nuestra existencia y las fuerzas siderales que la controlan. Retroceder, tanto en el tiempo como en la sociedad, es inverosímil, inaceptable y un acto de aprensión. Por lo que estoy seguro de que, a partir de este instante, ni los prejuicios, ni los insultos, ni las injusticias, ni las desigualdades podrán seguir calando sobre el vacío por donde viajan los fotones que esquivan agujeros infaustos para iluminar el negro que todos llevamos detrás de la oreja o el tiempo que conservamos delante de ella.