-¿Quiere decir entonces que el trabajito es mío?
-Todo depende de la dependedura- le contestó la muchacha a mi amigo Plutarco.
-¿De la colgadura?- Indagó Plutarco.
– Vuelvo y te repito que todo depende de la dependedura, pues no todo lo que pende…dura… y no todo lo que dura…pende. Tienes que pasar un test.
El muchacho no entendió ni pío. Había nacido en Los Mina, en el pobladito original de Los Mina, donde murió el Arzobispo Adolfo Alejandro Nouel y Bobadilla, medio cubano y medio dominicano, de raíces galo-hispánicas procedentes de Haití.
Ahí, antiguamente, había existido un asentamiento de esclavos traídos de África para cortar caña y el paraje era también conocido como “Villa Bemba”,una réplica del Jovellanos cubano de la provincia de Matanzas.
Adolfo Alejandro Nouel y Bobadilla, además de Arzobispo, fue presidente de la Republica en el año 1912, pero ahora sufría de demencia senil y lo tenían aislado en la iglesita de Los Minapara que nadie se enterara. Sin embargo, muchachita o muchachito que pasara por su lado, muchachita o muchachito que él quería acariciar como a una muñequita de porcelana.
-¡Ayyy! ¡Ayyy!- vociferaba el purpurado con las pupilas desorbitadas.
La abuela de Plutarco era la encargada de cuidarlo, de hacerle su cafecito y de acostarlo a la hora del Ángelus, después de que ambos rezaban juntos el rosario. Ese era precisamente su nombre, Rosario. De ahí que cuando se le preguntaba al purpurado expresidente:
¿Cómo sigue su Señoría?- él siempre contestaba:
-¡Con mi Rosario y mi café estoy mejor que mi ángel de la guarda!
-¡Ayy! ¡Ayy! ¡Ayy!
Las malas lenguas llegaron a decir que Plutarco era nieto del purpurado pero, como en los pueblos todo se sabe y todo también se inventa, el asunto no tuvo mucha trascendencia porque el Arzobispo murió como un santo varón, chupando (ya que no podía masticar) las últimas habichuelas con dulce de Rosario el Domingo de Resurrección por la madrugada. Dicen que se fue derechito al Cielo.
El asunto fue que mi amigo Plutarco, el nieto de Rosario, se hizo un tajalán de apaga y vámonos, un mulatón que parecía blanco o un blanco jipato que hacía que todas las muchachitas del pueblito se voltearan a mirarlo.
Una vez terminados sus estudios secundarios, Plutarco decidió cruzar el puente de la 17 e irse a buscar trabajo a La Manicera, cuando salían del anonimato palabritas como “relaciones públicas” y “recursos humanos” y empezaban a deletrearse otras en lenguas extrañas como “curriculum vitae”, “resumé” y “reference sheet”.
-Yo no sé na de na- le espetó Plutarco a la entrevistadora, una muchachona nacida en Matahambre, criada en San Carlos y licenciada en psicología industrial.
-Entiendo- contestó la licenciada, a la sazón encargada del departamento de “Human Resources” (Recursos Humanos). Los letreros en las dos lenguas (inglés-español) comenzaban a notarse en las empresas de Santo Domingo de Guzmán.
– ¿Traes alguna referencia?- indagó la licenciada.
Y, como Plutarco aparentó no entender la pregunta, la joven insistió:
-¿Traes alguna recomendación?
-Claro que sí, traigo la recomendación de mi tío, Monseñor Adolfo Nouel.
Dicen que a los curas Dios no les da hijos pero que les da más “sobrinos” que el carajo y Plutarco era un ejemplo viviente de ello. Por eso la joven entrevistadora pensó que se trataba de un seminarista buscando un trabajo temporal, una especie de internado antes de ser ordenado sacerdote, para constatar que tenía vocación.
Como ella misma era nieta del Padre Segura, aquel cura con voz de tenor dramático, como la de Plácido Domingo, que se hizo famoso cantando el “Ave Sactum Óleum”y el “Ave Sanctus Crisma” los Jueves Santos por la mañana en la catedral Santa María la Menor, la Primada de América, la muchacha decidió darle una oportunidad. Sin embargo, como ella no había pisado una iglesia desde el día que su abuelo la bautizó en la iglesia de laFeria, cuando ella era chiquirritica, pensó que el Arzobispo Nouel era aquel hombre elegantón que una vez ella vio en la Ciudad Colonial, todo vestido de rojo como un diablo cajuelo, con una cachucha que le llegaba al cielo y detrás del bastón (báculo) más rimbombante que ella había visto en su vida. “¡Dios mío, qué ignorante es esta juventud de hoy!”- pensó Plutarco.
Al ver que la nieta del padre Segura, el tenor dramático que hacía retumbar las paredes de la Primada de América, le sonreía como compadeciéndolo por lo que se iba a perder metiéndose a cura, Plutarco pensó que el trabajo ya era suyo.
-¿Quiere decir entonces, Madeimoselle, (pronunció la palabra en francés para que la directora del personal creyera que era trilingüe)- que el trabajito es mío?
Lo dijo dando un brinquito de eunuco, irremediablemente perdido como en un harén de Arabia Saudita.
-Todo depende de la dependedura- le repitió la jefa. Ya te lo dije desde el principio.Te vamos a dar un test de aptitud vocacional experimental- añadió la licenciada.
-¿Y qué es lo que tengo que hacer? ¿En qué consistirá el trabajito?
-Tu trabajo consistirá en invitar a salir a todas las carajitas de esta oficina, empezando por mí.
-¿Cómo? ¿Para qué?
-Para averiguar si en realidad tienes vocación de cura.