El peligro silente que representa el virus ha generado una avalancha de noticias, productos y ofertas. Desde pruebas rápidas, bandejas sanitizantes, túneles de desinfección y pócimas para aumentar la fuerza del sistema inmunológico, siempre encontraremos puntos favorables en su aplicación. El problema se encuentra en el hecho de que, socialmente, el consumidor (y más en redes sociales) tiende a hacerse una idea sólida solo de la lectura superficial, haciendo un cálculo basado en (a) el autor o promotor (b) el medio, y los comentarios (c) y la ausencia de información que rechace la que actualmente está viendo.

Esto, según Bruce Schneier en su libro más allá del miedo, puede crear un fenómeno social conocido como “teatro de seguridad”, el cual juega un importante rol en la agenda de los sectores económicos que quieren, más que estar disponibles para los consumidores, que estos se sientan seguros al ir a sus comercios.

El énfasis en la palabra “sientan” no es casual. El objeto principal del teatro de seguridad es tocar esos puntos que científicamente producen seguridad del consumidor, para que éstos se acerquen dentro de un esquema de normalidad diluida.

Un ejemplo de este teatro lo encontramos en los chequeos de seguridad en los aeropuertos, que, aunque prácticamente en todas las evaluaciones aleatorias de eficiencia, los oficiales encubiertos que pretenden ingresar a los vuelos con objetos peligrosos lo logran, emiten un sentimiento de seguridad prácticamente absoluto.

Dice Schneier que ofrecer el teatro de seguridad puede aumentar as ventas, y es mucho más barato que realmente ofrecer la seguridad necesaria para disminuir los contagios.

Un ejemplo de esto son las bandejas sanitizantes o los túneles de desinfección, que sin importar la cantidad de estudios reputados que terminan por tildar de innecesario los mismos, cada día más son los protagonistas de las ofertas comerciales.

Ahora bien, ante una economía que lucha por reactivarse, es importante entender puntos específicos, no solo quienes nos consideramos consumidores, sino los que promueven, por su plataforma, cualquier solución que pueda ser categorizada como parte del engranaje de la falsa seguridad. Por esto, recomendamos:

  • Las personalidades con relevancia social, las marcas comerciales con impacto y los influenciadores de las redes sociales tienen una gran responsabilidad para con sus seguidores y consumidores. Esta responsabilidad no solo es moral, ya que – dependiendo de la proactividad de la administración – podría conllevar a responsabilidad en el ámbito jurídico.
  • Por esto, en lugar de aceptar ser promotores de productos y servicios vinculados al sector salud, sin previamente depurar los efectos, el nivel de efectividad y los estudios que así puedan soportarlo, deben requerir estas informaciones al cliente, y colocar en todas las publicaciones los descargos necesarios.
  • Las únicas pruebas que pueden ser utilizadas para descartar una infección son las PCR, ya que estas, aunque presentan niveles de resultados falsos, este porcentaje entra dentro de los niveles aceptables.
  • Por eso, cualquier prueba que, por el momento, sea bajo cualquier otro método, debe venir acompañada de la literatura necesaria para que el usuario o paciente pueda entender que, independientemente del resultado, el mismo no debe generar confianza. Esto es especialmente importante para las pruebas rápidas de sangre, ya que es evidente una gran ignorancia por parte de la población sobre la interpretación de los resultados.
  • Hay una gran diferencia entre la venta autorizada de kits de pruebas rápidas, y la aplicación de estas en un ambiente pseudoclínico. Los usuarios deben tener mucho cuidado porque, lamentablemente, se ha generado un gran mercado de establecimientos en apariencia médicos que no solo utilizan estas pruebas, sino que emiten resultados cual laboratorio. Importante recordar que una bata y mascarilla no significa que sean profesionales de la salud.
  • Las máscaras, aun las mejores, no eliminan el riesgo de infección. Lo reducen. Por esto, independientemente de su uso, se deben mantener las medidas de distanciamiento físico que ya tanto conocemos. En lugares cerrados, por ejemplo, oficinas, aunque el despacho sea privado, mientras exista recirculación del aire por métodos mecánicos, no se debe retirar la máscara.
  • El contacto dentro del núcleo familiar donde no exista convivencia activa es un riesgo. Nadie se contagia adrede, y en las condiciones actuales, probablemente el conocimiento se genera luego de los síntomas. Esto quiere decir que – aunque nos extrañemos – debemos mantenernos alejados de quienes más amamos, especialmente los más vulnerables.

Aunque el estado ha fallado en colocar los intereses de los ciudadanos y su salud sobre la pasada contienda electoral y la presión de los sectores productivos, somos nosotros, de manera individual, los que estamos llamados a respetar las reglas básicas de protección.

El uso de máscara, el distanciamiento y las demás prácticas deben ser respetadas en todo momento. Aprender a “vivir” con el virus no significa exponerse sin necesidad, sino entender que hay responsabilidades que debemos cumplir que representan una exposición. Las fiestas, restaurantes y demás lugares de exposición recreativa pueden terminar siendo una muy mala idea.