Aquel que fuera llamado el Cristo es ese alguien que siguen forjando tan alejado de todo y de todos que lo hacen inalcanzable (como sucede aquí con Duarte y sus cómodos y patéticos discípulos que cuidan sus altares vacios) y tienta creer, con razonable y cuidadosa audacia, que resultó maltratado a gran escala porque en Israel (y en Roma, mas), se desconocía el fenómeno iluminatorio y de ahí que lo trataran de endemoniado ( que equivaldría a loco ahora) y porque se enfrentó, con audacia, a la elite religiosa del momento, mientras decía a sus discípulos que lo que le3s dijeran en secreto lo vocearan desde las azoteas (como lo hubiera hecho ahora) mientras que se mantuvo coherente en cuanto a no vendérsele al poder imperial, a los hipócritas con riqueza ni a las tiendas religiosas habituales, que, como Buda, no fundó propiamente religión alguna (llenas casi todas de engaños y búsqueda ansiosa de riqueza y poder)sino que enseñó, o quiso hacerlo, a sus discípulos y a la multitud, a librarse de ellas, cuyo origen es la búsqueda de control social y el temor a la muerte, atrayéndose la cruz, y su muerte ocurriría años después, fuera de Israel y camino a la india, después de su madre María, según Tomas, el apócrifo) no ejerció el comercio de la fe, el tráfico de influencias, el apoyo de los clanes económicos y políticos, la venta de indulgencias, la ligazón con el Estado para provechos non sanctos, y que prefirió la verdad por encima de la amistadad o la complacencia hipócrita, que privilegió la riqueza del espíritu, que no tuvo enorme cantidad de bienes inmuebles, no fue accionista de compañías, ni prestamista a usura, entre otras debilidades religiosas que llegan hasta nuestros días, y en fin, ¿se impone, pues, la frase aquella, de alguien, (quien fuera): “ vale la pena creer en Cristo, no en los cristianos”.